En 1959 Fidel Castro fue recibido como un héroe en Venezuela
Escrito por Luis Perozo Padua | X: @LuisPerozoPadua   
Viernes, 21 de Febrero de 2025 00:00

altEl 23 de enero de 1959, apenas tres semanas después del triunfo de la Revolución Cubana, Fidel Castro realizó su primer viaje internacional.

Venezuela fue el destino elegido, en un contexto de fervor revolucionario tanto en Cuba como en el país suramericano que conmemoraba el primer aniversario del derrocamiento de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez.

El viaje no fue una simple visita de cortesía. Castro, invitado por el presidente electo Rómulo Betancourt, llegó a Caracas con una agenda política y diplomática clara: agradecer el apoyo venezolano a su lucha contra Fulgencio Batista, fortalecer los lazos con el gobierno democrático que se instauraba y asegurar respaldo económico para la naciente revolución cubana.

Viaje en nave venezolana

A la 1:25 p.m., la aeronave de matrícula venezolana que transportaba a Fidel y su comitiva aterrizó en el Aeropuerto de Maiquetía. Lo acompañaban figuras clave de la Revolución Cubana como Raúl Castro, su hermano y futuro presidente de Cuba, Ernesto “Che” Guevara, el célebre guerrillero argentino-cubano, Camilo Cienfuegos, el carismático comandante, Celia Sánchez, su compañera sentimental y figura clave en la organización del movimiento, Pedro Miret, combatiente del asalto al Moncada y alto dirigente del nuevo régimen, Paco Cabrera y Violeta Casals, colaboradores del proceso revolucionario, Luis Orlando Rodríguez, periodista y político vinculado a la izquierda cubana, así como otros “camaradas” de la lucha armada, que conformaban el grupo de confianza del líder cubano.

Un recibimiento político

El recibimiento de Fidel Castro en Venezuela fue multitudinario. En el aeropuerto lo esperaron altos dirigentes políticos venezolanos, representantes del movimiento revolucionario y miles de ciudadanos que veían en él un símbolo de lucha contra las dictaduras latinoamericanas.

Entre los presentes destacaban: Fabricio Ojeda, presidente de la Junta Patriótica, hombre clave en la caída de Pérez Jiménez, Luis Beltrán Prieto Figueroa, en representación de Acción Democrática (AD), Jóvito Villalba, líder de la Unión Republicana Democrática (URD), entre otras personalidades políticas y militares que respaldaban la causa democrática.

La autopista que enlazaba Maiquetía-Caracas, desde horas de la madrugada, estuvo congestionada por la muchedumbre expectante. A su paso el jefe rebelde fue vitoreado.

La primera parada de la caravana se efectuó en el restaurante El Pinar donde la Junta de Gobierno le ofreció a Castro un suntuoso banquete. 

La estancia en el elegante restaurante se prolongó hasta cercanas las seis de la tarde. Al lado de Fidel se sentaron el canciller René de Sola y el ministro del Interior, Augusto Márquez Cañizares.

Se prescindió de todo ceremonial y protocolo. Largas conversaciones, estruendosas risas y, no faltaron las anécdotas de la Sierra, intercalados con los dramáticos episodios del 23 de enero de 1957, que marcó el derrocamiento de la tiranía de Pérez Jiménez

También asistieron Gustavo Machado, secretario general del Partido Comunista, Miguel Otero Silva, director del periódico El Nacional, Gonzalo Barrios de Acción Democrática, Fabricio Ojeda, y entre otros, el vicealmirante Wolfgang Larrazábal, presidente de la Junta de Gobierno de Venezuela en 1958 y quien apoyó a la Revolución cubana facilitando el suministro de armas a las fuerzas de Castro en la Sierra Maestra, así como proporcionando un refugio para el gobierno cubano en el exilio. En junio de 1958, la revista Time remarcó que Larrazábal “se ha esforzado de manera desconcertante por ser amable con los comunistas”.

Mientras tanto, Caracas aguardaba impaciente a Castro en la Plaza del Silencio. Se advertía el mismo delirio del Aeropuerto de Maiquetía.

Un reportero cubano escribirá para la agencia UPI: “En la capital de Venezuela, hasta donde permite la vista se extiende un mar de cabezas. Las gentes se apretujan en los balcones y azoteas engalanados de banderas”. La concurrencia -certifica la prensa de entonces-, excede a las 300 mil personas.

El público enloquecido intentó subir a la tribuna que amenazaba con desplomarse. Por los micrófonos pertinentemente exclamaron ruegos y apelaciones a la calma.

Al poco tiempo el desorden se transformó en aplausos y vítores cuando se advirtió la presencia de Castro y algunos integrantes de su comitiva.

Fabricio Ojeda, en representación de la Junta Patriótica, la organización clave en el derrocamiento de la dictadura el 23 de enero, fue el encargado de abrir el acto. Su discurso, aunque breve, incluyó un reconocimiento a Fidel Castro. Sin embargo, cerró su intervención con una frase cargada de esperanza: “La hora de América, la hora de la justicia ha llegado. El espíritu de la revolución popular está cabalgando sobre los suelos de América”. "Palabras que, con el tiempo, quedarían en entredicho frente a las acciones de los líderes de la revolución cubana, que terminarían por sepultar las expectativas y promesas de un pueblo sediento de libertad bajo el peso de su propia traición.

Huésped de honor

En la mañana del sábado 24, el Concejo Municipal de Caracas en sesión solemne declaró a Fidel Castro, Huésped de Honor.

El líder cubano agradeció la distinción. En aquel salón un óleo llamó su atención. Aquella pintura recogía el momento en que un puñado de próceres venezolanos firman el Acta de Independencia el 5 de julio de 1811. Castro los comparó con su gesta.

En el Ayuntamiento capitalino, Castro y su comitiva esperaron la comisión del Congreso compuesta por Jóvito Villalba, Gonzalo Barrios, Miguel Ángel Landáez y César Rondón Lovera, que lo acompañaron hasta la sede del Congreso Nacional, donde el revolucionario cubano ofreció un discurso.

Comparado con Simón Bolívar

En horas del mediodía, exactamente a las doce, comenzó la sesión conjunta del Congreso para rendirle homenaje “al ilustre visitante”, como lo calificaron los medios de comunicación.

Cuando Castro atravesó el umbral del hemiciclo, uno e los diputados que más euforia denunció fue el poeta Gonzalo García Bustillos que cuarenta años más tarde será el embajador de Venezuela en Cuba.

Rafael Caldera, presidente de la Cámara, visiblemente emocionado recibió al “ilustre visitante” declarando abierta la Sesión Especial concediéndole el uso de la palabra a Domingo Alberto Rangel, de Acción Democrática, quien habló en nombre de los congresistas.

Estamos recibiendo a un hijo de Venezuela -afirmó con vehemencia-, porque Fidel Castro tiene carta de naturaleza en nuestro país. Venezuela, madre de libertadores, debe premiar como hijo suyo a quien ha sabido liberar de la opresión y el terror a un país hermano.

Y prosiguió resaltando: “La figura que ahora nos visita, y quiero decirlo sin incurrir en el pecado de sacrilegio, tiene rasgos que lo semejan de manera notoria, con aquel joven Simón Bolívar.”

Rangel hizo una breve pausa mientras cesaba la ovación, y precisó: “Castro es hoy un héroe, quizás el único héroe que ha producido América Latina desde que terminó la gesta de los libertadores.”

La presencia de Castro en el parlamento venezolano reflejó el interés del naciente gobierno cubano en estrechar lazos con Venezuela. Sin embargo, el momento más emblemático de la visita ocurrió en la Universidad Central de Venezuela (UCV), donde fue recibido por una multitud de estudiantes, dirigentes políticos y simpatizantes de izquierda que lo aplaudieron sin pausa.

En el Aula Magna, Fidel pronunció un discurso incendiario, lleno de referencias a la “lucha antiimperialista” y la necesidad de consolidar gobiernos revolucionarios en la región.

Su mensaje fue vitoreado por militantes de Acción Democrática, Copei, URD y el Partido Comunista, quienes lo veían como una inspiración para la transformación política y social de América Latina.

Punto de quiebre con Betancourt

A pesar del respaldo y el entusiasmo inicial, la relación entre Venezuela y Cuba se fracturó poco después. Cuando Rómulo Betancourt asumió la presidencia de la República en febrero de 1959, negándose a otorgar la ayuda económica que con tanto fervor Castro solicitaba.

Betancourt, un político de larga trayectoria en la lucha contra dictaduras, veía con sospecha el rumbo comunista que tomaba la Revolución Cubana y decidió mantener distancia de Castro. Esta negativa marcó el inicio de una relación tensa entre ambos gobiernos.

En los años siguientes, Venezuela se convirtió en un bastión de la lucha contra la influencia cubana en América Latina. Betancourt impulsó la doctrina que lleva su nombre, que promovía el aislamiento de regímenes no democráticos y la defensa de la institucionalidad en la región.

Por su parte, Fidel Castro intensificó su apoyo a los movimientos insurgentes en Latinoamérica, incluyendo grupos guerrilleros en Venezuela, lo que terminó por romper por completo los lazos entre ambos países.

Con la llegada de Hugo Chávez Frías al poder en 1999, la relación bilateral sufrió un giro drástico, cimentando una alianza que redefiniría el destino de Venezuela bajo la sombra de Cuba. Para muchos, el país dejó de ser un actor soberano para convertirse en un peón del régimen castrista, un satélite dócil orbitando alrededor de los designios de La Habana. En la actualidad, Venezuela no es solo un apéndice de la isla, sino una extensión colonial sometida a su influencia, donde la independencia forjada por nuestros libertadores se desmorona en el eco de una revolución prometida, pero pervertida desde su origen.

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