¿Por qué Guatire no tiene Plaza Bolívar?
Escrito por Aníbal Palacios B.   
Domingo, 03 de Agosto de 2025 00:00

Bolívar civilA mediados del año 1995 la comunidad guatireña se enfrentó al gobierno local que pretendía, en aras del progreso, la magnificencia y el derroche, desterrar al olvido

lo que constituye uno de los patrimonios históricos y culturales más significativos de Guatire, heroico pueblo mirandino con muchas páginas escritas en el proceso histórico  republicano.

La plaza principal de Guatire no se llama Plaza Bolívar; es más, Guatire no tiene plaza Bolívar. La plaza que todos conocen frente a la iglesia, con la estatua pedestre del Libertador es la Plaza 24 de Julio. Su nombre no es caprichoso; todo lo contrario, tiene un profundo significado histórico que enaltece el gentilicio guatireño. La estatua de Simón Bolívar que allí se admira fue adquirida por colecta pública entre todos los pobladores de aquel Guatire del año 1930. Comerciantes, hacendados, peones de las haciendas de caña de azúcar, empleados del comercio, amas de casa y hasta los niños estudiantes de las escuelas existentes en la época, que con orgullo cedieron sus  centavitos de la merienda escolar. La comunidad entera aportó, acorde con sus disponibilidades, el dinero que permitió adquirir tan significativa escultura.

 

Antecedente patrimonial

Plaza Zamora - Guatire

La plaza de Guatire no tuvo denominación hasta finales del siglo XIX, cuando los distritos del estado Miranda recibieron nombres de los epónimos hoy conocidos. Ubicada exactamente en el lugar que ocupa el abandonado, deslucido e inútil estacionamiento del Centro Cívico, sede del Concejo Municipal. La plaza era un simple lugar de encuentros y tertulias. En 1917, por iniciativa de Antero Muñoz Escalona, comerciante con gran ascendencia en la población, se logró que el Distrito Zamora del estado Aragua donara a Guatire un busto de Ezequiel Zamora. Dos años más tarde, el 5 de julio de 1919, el mismo Muñoz Escalona, en su carácter de Presidente del Concejo Municipal, develó el busto en referencia. A partir de ese momento la plaza  tuvo una imagen representativa de su nombre.

 

Antecedente histórico

Los domingos en Guatire eran plácidos; si acaso una retreta de la Estudiantina Santa Cecilia dirigida por el maestro Régulo Rico podía romper el sosiego pueblerino.  Pero un inesperado evento rompió la rutina del 5 de mayo de 1929. A las 4 y media de la tarde una refriega en medio de tiros en la Jefatura Civil alteró la paz aldeana. Nadie sabía a ciencia cierta qué ocurría, apenas se filtró que habían matado al Jefe Civil, personaje muy impopular, por lo demás. Solo la llegada, varios minutos después, de un contingente militar proveniente de Guarenas llevó a pensar en un serio acontecimiento.

Plaza vieja, iglesia nueva

Se trataba de un alzamiento contra el régimen de Juan Vicente Gómez. Sí, en Guatire, una comunidad que no llegaba a dos mil habitantes. De acuerdo con una crónica de Ángel María Daló1, la conspiración local se enmarcaba dentro de una descoordinada rebelión nacional que en Miranda comandaba el general Norberto Borges. La insurrección fue abortada, pero los guatireños implicados en ella no se enteraron y actuaron según lo planeado. Los rebeldes no lograron tomar la Oficina del Telégrafo y la conjura fracasó, no obstante en el enfrentamiento murió el Jefe Civil Luis Rafael Ostos y un funcionario policial. Juan Francisco Pacheco –continúa Daló- era el jefe de los insurgentes que, entre otros, conformaban Néstor Silva, Eugenio Muñoz, Gregorio Suárez y Félix Mijares. Desde Araira se incorporaron Natividad Rojas, sus hijos Miguel y Simón González, Luis Mario Monroy, los hermanos Fernández y Ramón Dorta, quien no estaba implicado pero juzgó que de todas maneras lo acusarían y decidió sumarse al movimiento.

Por otra parte, Andrés Pacheco Anderson (Pachequito), quien no tenía nada que ver con el asunto, se convirtió en el primer preso debido a que su ímpetu juvenil, tenía 18 años, le llevó a tomar el viejo Ford propiedad del Jefe Civil e informar a todo el vecindario sobre los acontecimientos, para luego ir a Guarenas con el mismo propósito, pero fue detenido por las autoridades militares. El resto de los alzados fueron perseguidos, detenidos y trasladados también a La Rotunda. A partir de ese momento Guatire cayó en desgracia para el gobierno de Juan Vicente Gómez, tanto así que se pretendió hasta silenciar su nombre, y según un calificado relato de Elías Centeno, prominente vecino de la época2, cuando la prensa capitalina tenía la necesidad de referirse a Guatire, solía utilizar expresiones como “… de una población mirandina…”. Ese día, entonces, hubo un alzamiento en Guatire, no de Guatire; este último vendría el año siguiente, con características de pacífica resistencia y desobediencia.

A partir de esa fecha, 5 de mayo de 1929, el ejército tomó la población; la vida civil pasó a estar regida por soldados, y el Concejo Municipal prácticamente dejó de actuar; incluso, fue desalojado de la Casa de Gobierno para albergar al ejército, y en adelante las pocas veces que se reunió lo hizo en la residencia del Secretario de la Cámara. El general Encarnación Arenas, dueño de la Hacienda Santa Cruz, sustituyó oficiosamente al coronel Luis Rafael Ostos como Jefe Civil; es decir, por urgente designación. El ejército gobernaba de manera absoluta. La costumbre de pedir permiso para salir a parrandear de los sanpedreños viene de la época, ante la incertidumbre por la prohibición expresa  de concentraciones populares. Fue en enero de 1930 cuando los militares consideraron cumplida su misión de paz y orden público y el Concejo Municipal retornó a su sede para continuar, lentamente, con sus funciones habituales.  

Para ese año de 1930, con motivo de conmemorarse el Centenario de la muerte del Libertador, el general Juan Vicente Gómez, entre otras disposiciones, pagó la deuda externa y ordenó que cada pueblo tuviese una plaza con un busto o una estatua del padre de la Patria, financiada por el gobierno nacional o regional. Él mismo inauguró la de Maracay, la más grande del país. Cuando las autoridades guatireñas fueron a Los Teques, capital del estado, y solicitaron en la Gobernación el busto de Bolívar que correspondía a Guatire, se les negó la petición, por insubordinados. Ante esta situación, estos honorables y diligentes ciudadanos no se quedaron con los brazos cruzados; constituyeron una Junta que y decidieron que la negativa de ayuda oficial no era motivo suficiente para que Guatire dejara de rendir homenaje a Bolívar, por lo que decidieron solicitar a la población una colaboración para adquirir un busto del padre de la patria. La Junta se instaló el 24 de julio de 1930; es decir, dispuso de tan solo 5 meses para lograr su cometido.

Desde el púlpito del templo el padre Jacinto Soto explicaba la situación y exhortaba a la feligresía a sumarse a la iniciativa; en las retretas semanales; en cada escuela; en los tablones de caña durante la hora del almuerzo; en los comercios cada vez que un cliente entraba a comprar productos; en visitas casa por casa. La respuesta fue inmediata y tan contundente que los fondos aportados (Bs. 27.139,80, según información de Ángel María Daló3),  permitieron adquirir no ya un busto sino una estatua a un costo de Bs. 30.281,67. La diferencia, Bs. 3.141,87, le correspondía a la municipalidad, aunque tardo más de diez años en pagarla; porque en realidad la financiaron algunos comerciantes.

Lo cierto es que se acordó remodelar la plaza y erigir una estatua en lugar de un busto. La efigie escogida fue la de Bolívar estadista y guerrero, como se le conoce. Se trata de una réplica de la escultura de Pietro Tenerani (1789-1869) erigida originalmente para la Plaza Bolívar de Bogotá en 1844, que fue la primera estatua pública del Libertador en el mundo, según relata César Urbano Taylor4.

Por lo demás, las autoridades mirandinas consideraron un desacato que los guatireños insistieran en tener su plaza y presionaron para que no llevara el nombre del Padre de la Patria, por lo que se optó por denominarla Plaza 24 de Julio. Elías Centeno5 describió el momento de la siguiente manera: «…Con este gesto correspondió Guatire a la negativa que se le hiciera, reconquistando así de manera insólita su derecho a ser un pueblo venezolano. No con fondos nacionales, sino con el dinero del pueblo…». El 17 de diciembre de 1930, en solemne acto público, Guatire conmemoró los cien años de la muerte del Libertador, y bautizó la plaza como 24 de julio.  

La Junta directiva que asumió el reto del comprometedor evento estuvo constituida por Ramón Alfonso Blanco (Presidente), el presbítero Jacinto Soto (Vicepresidente), Manuel Hernández Suárez (Tesorero), Elías Centeno (Secretario), Antero Muñoz Escalona, Régulo Rico y Pablo Antero Muñoz (Subsecretarios). Además, los vocales Pedro A, Gutiérrez, Etanislao García, hijo, Ramón Palacios, Manuel A. García, Feliciano González, Rodolfo E. Ascanio, Leopoldo Bertrand, Luis Felipe Graterol, Julio Tomás Toro, Antonio M. Ortega, Hilario Delgado, Juan Olivo, Alciro R. García, Miguel L. García, Eliseo Hernández, Ángel Alliegro, Francisco Rivero e Ignacio A Prieto: Es decir, la crema y nata de la sociedad guatireña en pacífico desacato y desobediencia pública contra las autoridades regionales del régimen organizó los actos  y toda la comunidad de Guatire y Araira participó en el mismo.

Posteriormente, el busto de Zamora fue trasladado al adyacente Parque 5 de Julio, una pequeña franja de terreno colindante también con la calle Girardot, ubicada en lo que es hoy la entrada del Centro Cívico. A partir de ese momento ese Parque pasó a llamarse Plaza Zamora.

 

La defensa patrimonial

Años después, en 1995, el Alcalde y los concejales del municipio abatían la ilustre figura de su pedestal para sustituirla por una estatua ecuestre, demostrando así un absoluto desconocimiento de los valores patrimoniales del municipio que gobernaban. Fue una acción que subestimó el ímpetu de una joven generación de guatireños, que logró movilizar a la comunidad entera para impedir que la soberbia de unos funcionarios se impusiera por sobre el sentimiento popular y relegara al olvido una gesta histórica que representa precisamente una demostración de resistencia a las arbitrariedades de los gobernantes. Fue el poeta Rafael Borges quien siguiendo los consejos de otro viejo bardo guatireño, Elías Calixto Pompa  (“… entreabre con amor tus labios viejos, y alumbra al joven que te sigue el paso, con la bendita luz de tus consejos”), dolido, preocupado e indignado, exclamó en la plaza ante un grupo de jóvenes: !Cómo es posible esa barbaridad;  eso es un crimen contra los valores culturales de un pueblo, a ustedes los muchachos les corresponde salvaguardar y honrar la memoria histórica de esta comunidad, cómo vamos a dejar que nos quiten nuestra estatua¡” Seguidamente explicó las razones por las cuales la estatua de Bolívar no era tan solo un monumento más erigido en honor al padre de la patria sino que tenía una connotación diferente para aquellos ciudadanos que en el año 1930 se atrevieron a enfrentar a la tiranía para rendir homenaje al Libertador. La arenga caló entre los jóvenes y el movimiento rescatista sumó adeptos en toda la población. La gesta reivindicadora creció y se constituyó el Comité Pro Defensa de la Plaza 24 de Julio, al frente del cual estaban, entre otros, César Gil, Cronista Oficial del Municipio, José Manuel Milano, Oswaldo Gómez, Marcos Milano y César Martínez. Hubo movilización hacia los planteles educativos, las organizaciones culturales, deportivas, políticas, vecinales y ambientalistas de Guatire, lo que fortaleció al Comité.

El oprobio 

Y se prendió la mecha.

Las autoridades municipales pretendían colocar en la plaza una estatua de Bolívar civil encargada al prestigioso escultor Julio César Briceño, pero la comunidad guatireña no aceptó la imposición. No se trataba de rechazar una obra de indiscutible valor artístico e histórico como la figura creada por Briceño, sino de preservar el legado histórico de la población, y así se le hizo saber al Alcalde y a los Concejales. Pero prevaleció la prepotencia de los gobernantes y la estatua fue bajada de su pedestal a pesar del sólido razonamiento que constituía el hecho de ser un genuino y enaltecedor patrimonio público, de esos que dignifican la lucha de los pueblos. La actitud gubernamental enardeció a los guatireños y a la iniciativa del Comité de Defensa de la plaza se le fue sumando gente que poco a poco iba aportando su granito de arena a la causa. Es así como Pedro (Pepe) Muñoz entrega un documento de significativa importancia en la discusión planteada: el programa elaborado para los actos del 17 de diciembre de 1930, denominado: OFRENDA QUE EL PUEBLO DE GUATIRE DEDICARÁ A LA MEMORIA DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR EN EL PRIMER CENTENARIO DE SU MUERTE. En reunión realizada en el salón de sesiones del Cámara Municipal se acordó luego que la estatua debía permanecer en su lugar. Pero la soberbia obnubila el entendimiento, y el Concejo Municipal decidió días más tarde desconocer dicho acuerdo bajo el argumento de que ese “grupito” de personas no representaba el sentir popular.

La Alcaldía decidió, en su búsqueda de apoyo, invitar al doctor Marcos París del Gallego, Director del Ceremonial y Acervo Histórico de la Nación, pero los delegados voluntarios de la comunidad guatireña iban multiplicándose día a día y esta vez le correspondió sumar su aporte a Marcos Lander, viejo amigo del académico, quien  alertó al ilustre visitante sobre la polémica existente, y París del Gallego, a la par de exaltar las bondades de la estatua ecuestre, lo cual nunca estuvo en discusión, recomendó escuchar a la voz del pueblo, y ese pueblo gritaba que le devolvieran la estatua. Ante la sordera oficial aunada a una campaña mediática que tenía por objeto descalificar la voluntad popular, la movilización continuó, y el Comité decide convocar una asamblea de ciudadanos para el día 1º de noviembre de 1995 en la Casa Sindical. La masiva asistencia exigió a los organizadores acciones contundentes para la defensa del patrimonio histórico y cultural de Guatire; los miembros del citado Comité Pro Defensa de la Plaza 24 de Julio lograron contener con mucho esfuerzo a la exacerbada e indignada concurrencia. Al final privó la sindéresis y la Asamblea se canalizó dentro del riguroso contexto histórico que le era propio. Ese día se acuerda por unanimidad dar un ultimátum al alcalde en manifiesto escrito donde se instaba a colocar la estatua en su lugar de origen en un plazo no mayor de 15 días.

 

Regresó la estatua

Finalmente, las autoridades cedieron ante el peso de las circunstancias, y la estatua pedestre regresó al lugar al cual pertenecía. El poeta Rafael Borges que se encontraba presente en ese momento aplaudía con el entusiasmo de quien ve en ese acto un desagravio a aquellos guatireños de 1930. La estatua de Bolívar Ecuestre, del escultor Julio César Briceño, inspirada en un cuadro del pintor Norberto Liendo, se convirtió entonces en una especie de jarrón chino, y comenzaron a buscarle desesperadamente un lugar, cualquier lugar, donde ubicarla. El proyecto original era construir una plaza con el nombre del Libertador al lado del Centro Comercial Guatire Plaza, a través de un acuerdo de los constructores con la Alcaldesa recién electa; la exigencia no fue concretada por ese gobierno. Años después, en 2016, los gobernantes de turno consideraron que ese espacio era más adecuado para ubicar buhoneros y construyeron allí una especie de centro comercial para ellos, mientras confinaban la estatua en la orilla del rio Guatire en la Urbanización Castillejo, en un parque denominado Paseo Ezequiel Zamora; un final que no tan feliz.

 

1Ángel María. Tere Tere. N° 30. Guatire, mayo de 2003, p.3

2Centeno, Elías Nicolás. Tere Tere N° 31. Guatire, junio de 2003, p. 9

3Daló, Ángel María. Guatire. Publicaciones Monfort, Caracas, 19995, p. 35

4Urbano Taylor, César. Pietro Tenerani: el escultor del Libertador. En: https://es.slideshare.net/CsarUrbanoTaylor/csar-urbano-taylor-pietro-tenerani-el-escultor-del-libertador. (Consultado el 24 de mayo de 2004)

5Centeno, Elías Nicolás. Ibidem


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