El cine creado por venezolanos afuera sigue siendo cine venezolano": Alberto Arvelo en el Festival Tribeca de Nueva York
Escrito por Andrés Correa Guatarasma   
Domingo, 03 de Agosto de 2025 00:00

Alberto Arvelo nació en Caracas en 1966  y creció en Mérida / CortesíaUno de los caraqueños más andinos, el cineasta Alberto Arvelo (1966), presentó recientemente en el Festival Tribeca de Nueva York su última película, Todo lo que no vemos,

atendida por Alec Baldwin y Bradley Cooper, entre otros. Es la historia del encuentro fortuito entre dos mujeres -Bruna Cusí y María Valverde interpretan prácticamente los únicos dos personajes- heridas y solitarias en un pueblo de Navarra que emprenden un inusitado rumbo a Portugal por carretera. Ahora, desde Madrid, el director y coautor responde.

“La idea surgió en plena pandemia. Cuatro amigos nos reunimos con la intención de escapar de la locura que estábamos viviendo, buscando volver al hábito de escuchar música e imaginar proyectos que pudiéramos hacer juntos: María Valverde, Gustavo Dudamel, Gabriela Camejo y yo. Dos parejas: una actriz y un compositor; y una productora y un director. María lanzó la idea de hacer una “road movie”. Ese primer día Gabriela y María propusieron contar una historia desde la perspectiva de dos mujeres que experimentan algo que no han podido sentir en mucho tiempo: seguridad. Aroa y Miquela se encuentran por azar -justo a tiempo para salvarse una a la otra- encontrando una serenidad que sólo existe en el espacio común de ellas dos. La idea de contar una historia que explorara ese espacio femenino de refugio y seguridad nos pareció poderosa y necesaria a la vez. En ese encuentro hablamos también de un artículo que enumeraba el asombroso aumento de casos de violencia doméstica durante el confinamiento. Una tragedia silenciosa que ocurría detrás de las puertas cerradas de la pandemia: todo lo que no vemos”.

 

-¿Cómo fue trabajar el guión a varias manos y estando en distintos países?

-Nascuy Linares concibió la historia original sobre la que se basa el guión. Logró hilvanar los temas de manera brillante. Luego comenzamos a escribir el guión. Wendy Guerra trajo al proyecto una exploración de la feminidad que redimensionó todo. La construcción de los dos personajes sobre los que gira la historia. Fueron enteramente dibujados, moldeados y concebidos por Wendy. Casualmente la pandemia nos había dejado a todos el hábito de trabajar a distancia, de modo que no nos fue difícil escribir desde dos ciudades distintas (Madrid y Miami). Todo el guión lo escribimos de esa manera, no tuvimos ni una sóla reunión presencial. Debo decir también que luego de los primeros ensayos las dos actrices aportaron muchísimo a la profundidad de los personajes. Tuvimos la oportunidad de ensayar y explorar mucho, y de poder aterrizar toda esa experiencia en el guión. A lo largo del proyecto se sumaron colaboradores muy especiales como Patricia Velásquez y Carolina Santana, quienes aportaron mucho a la definición narrativa de la película.

Bruna Cusí y María Valverde en “Todo lo que no vemos” (2025)  

-La fotografía se ve trabajada de manera especial, incluyendo planos abiertos, aéreos, etc. ¿Cuál fue el concepto allí?

-Quería hacer una película en la que todo lo que rodea a los dos personajes centrales hablara de lo que ocurre dentro de ellas. Todo el trabajo visual de los paisajes del norte de España y los sobrecogedores lugares que recorren son en el fondo una descripción de lo que ellas están sintiendo en cada momento. Para lograr ese resultado elegimos trabajar con ópticas anamórficas, buscando ampliar el espacio en el que habitan Aroa y Miquela, de manera de exaltar visualmente lo externo, como reflejo de lo que acontece dentro de ellas. Trabajar con Gerard Uzcátegui fue muy divertido. Gerard, quien aparte de dirigir la fotografía hizo la cámara, me ayudó a crear una danza entre los dos personajes y el mundo que habitan. Cada escena fue filmada como plano secuencia y registrada desde distintos ángulos, improvisando sobre la puesta en escena que habíamos creado cuidadosamente en preproducción con las actrices. El set de filmación se convirtió en una suerte de “jamming session” (improvisación) al servicio de la libertad de las actrices. Incluso los pocos planos de dron responden a esta búsqueda: más que mostrar el lugar, muestran las entrañas de Aroa y Miquela. Nascuy (Linares), quien también hizo la edición, editaba cada noche lo que habíamos hecho durante el día, mientras Gustavo (Dudamel) improvisaba melodías, profundizando ciertamente el “jamming session”.

-Luego del Festival Tribeca, ¿qué más viene para esta película? ¿Cuándo se estrenará en Venezuela?

-Tribeca fue un alumbramiento muy especial para Todo lo que no vemos. Las reacciones de la gente y la crítica han sido más que positivas. A esta altura uno sabe cuándo la gente se conecta realmente con la película, o no lo hace. Ha sido invitada a varios festivales y estamos en conversaciones con una importante distribuidora internacional. Se está preparando un hermoso lanzamiento en España para finales de este año o el entrante. Es una co-producción entre España (Nadie es Perfecto) y Estados Unidos (Karibanna Content). Queremos estrenar en Venezuela el año entrante.

 

-¿Se considera un cineasta en el exilio? ¿Cuándo vuelve a filmar en Venezuela?

-Nos hemos convertido en cineastas en diáspora. Me he mantenido todo el tiempo haciendo cosas sobre Venezuela. Hice un documental basado en la historia de la mítica banda Guaco, que en el fondo es un viaje a través de la fuerza avasallante de nuestra música popular. Filmamos buena parte del documental en Venezuela. Obtuvo una nominación a los premios Latin Grammy (2017, Best Long Form Music Video). Mi documental Free Color (2020) narra la historia de una de las últimas obras de Carlos Cruz-Diez, su viaje casi imposible por liberar al color del soporte o, dicho de otra manera, su silenciosa cruzada por liberar al color de la forma. A todos nos ha tocado reinventarnos fuera de nuestro país, comenzar en otros lugares, apoyarnos unos a otros, convertirnos en una comunidad itinerante. Nadie se ha detenido. Simplemente nos estamos rehaciendo.

 

-Luego de euforia e importantes premios la década pasada (Venecia, Goya, San Sebastián), el cine hecho en Venezuela está teniendo menos proyección internacional, excepto proyectos de cineastas en el exilio. ¿Es así?

-El cine creado por venezolanos fuera de nuestras fronteras sigue siendo cine venezolano. Creo que nuestro cine está viviendo un momento muy especial, dentro y fuera: historias muy bien contadas, películas bien logradas desde lo narrativo, lo actoral y lo técnico. En los últimos cinco años han aparecido películas de gran profundidad. Podría nombrar por ejemplo a Jezabel de Hermán Jabes; La sombra del catire de Jorge Hernández Aldana; La caja de Lorenzo Vigas; Mi tía Gilma de Alexandra Henao; Safari de Mariana Rondón; Simón de Diego Vicentini; Yo y las bestias de Nico Manzano; Un actor se prepara de Camilo Pineda e Inti Torres; El exorcismo de Dios de Alejandro Hidalgo; La fortaleza de Jorge Thielen Armand; Érase una vez en Venezuela de Anabel Rodríguez Ríos; Mientras seas tú de Claudia Pinto; Mamacruz de Patricia Ortega; Upon Entry de Juan Sebastián Vásquez y Alejandro Rojas; La sombra del sol de Miguel Ángel Ferrer; Casas muertas de Rosana Matecki; Los niños de Las Brisas de Marianela Maldonado; Unspoken bonds de Andreina Pérez Aristeiguieta; Despedida de soltera de Alexmir Dordelly y Avak Avakian. Muchas de estas películas han participado en festivales internacionales de primer nivel, o han tenido un importante rendimiento comercial. En suma, siento que se trata de un panorama muy alentador. También quisiera hacer mención al cine que se está haciendo en la Escuela de Medios Audiovisuales de Mérida (EMA-ULA), una verdadera cantera de jóvenes y brillantes realizadores que no podemos perder de vista. La EMA en este momento se encuentra terminando un largometraje coral llamado Historias de familia, amor y muerte, conformado por una serie de cortometrajes de distintos directores.

                                   

-A casi tres décadas de Una vida y dos mandados (1997) -una de sus películas más conocidas- y cuatro décadas de su primer film (La canción de la montaña, 1986), ¿cuál es el balance? ¿Siente que está donde planeó o soñó estar, profesionalmente?

 -La verdad es que nunca me he planteado llegar a ningún lugar en particular. Prefiero verme como alguien que hace cosas. El proceso de gestar, crear y hacer una película -ficción o documental- es, en sí, llegar a donde quiero llegar. Es ese proceso lo que me aferra al cine. Me siento muy agradecido del camino que he recorrido y de las obras que he ido creando, desde mis comienzos en Mérida, hasta hoy. Lo que soy como cineasta se gestó todo allí, en Mérida. Los premios y los reconocimientos son obviamente reconfortantes, pero no es por eso que trabajo. Este proceso, desde mi primera incursión a los 17 años, me ha regalado momentos tan especiales como compartir los últimos años de vida del maestro Carlos Cruz-Diez mientras filmábamos Free Color, explorando sus obsesiones creativas, tratando de descifrar la verdadera dimensión de su genialidad; o de poder registrar la primera visita del Maestro Claudio Abbado a la Orquesta Sinfónica Nacional Infantil de Venezuela. Han sido cosas muy especiales. Cada película en el fondo es un renacimiento, un volver a empezar, un destino en sí mismo.

Bruna Cusí y María Valverde en “Todo lo que no vemos” (2025)

-En 2014 El Libertador se convirtió en el único film venezolano en la historia en ser finalista (primera ronda, 9 seleccionados) al premio Óscar. ¿Cómo recuerda esa experiencia?

-Fue esencialmente un gran honor y una experiencia inolvidable. Fue además profundamente emocionante, considerando la calidad de las películas que competían con nosotros: Relatos salvajes de Damián Szifron, Argentina; Ida de Paweł Pawlikowski, Polonia; Force Majeure de Ruben Östlund, Suecia; Leviathan de Andrey Zvyagintsev, Rusia. Sabíamos que el camino era competitivo, pero haber llegado tan lejos nos dejó a todo el equipo una mezcla de orgullo y gratitud.

 

-¿Qué proyectos tiene en camino?

-Estoy ahora escribiendo varios proyectos, como siempre, tal vez porque es lo que más disfruto hacer, tal vez por obsesión. Estamos comenzando a desarrollar un documental concebido por Cheo Hurtado, que coescribiría con Leonardo Padrón, basado en lo que posiblemente define mejor al espíritu venezolano: el cuatro.

 

Foto 1: Alberto Arvelo nació en Caracas en 1966  y creció en Mérida / Cortesía.

Foto 2:  Bruna Cusí y María Valverde en “Todo lo que no vemos” (2025) / Cortesía.

Foto 3: Arvelo junto al maestro Carlos Cruz-Diez / Cortesía.

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