El matiz y el contraste
Escrito por Ramón Guillermo Aveledo | @aveledounidad   
Miércoles, 12 de Noviembre de 2025 03:48

altMis valores son los de toda la vida. Los fui adquiriendo en la casa y el colegio, en las lecturas y el contacto con la vida social real.

Mi vida, ya larga, me ha dado experiencias que ajustan mi sentido de lo posible en contextos dados. Inconforme ante lo injusto, reconozco lo limitado de mis capacidades. No veo la vida el alto contraste, porque he aprendido a percibir sus infinitos matices.

Vivo en una relación armónica, tensa o incluso conflictiva, entre esos valores y las batallas grandes y pequeñas de la realidad. Ante los golpes de la vida trato de no ser “clavo que se dobla”, según la insistente advertencia de Gaudencio. Envejezco e intento adaptarme que no es lo mismo que instalarme, decía con razón Mounier.

En tiempo de polarización crispada entre extremos, soy centrista y moderado. Demócrata en un mundo en el que sólo el 6.6% vive en democracias de verdad y sinceramente, no estoy seguro que todos entendamos lo mismo por democracia. Para mí es esencialmente libertad, justicia, pluralismo, institucionalidad que funcione y respeto por los demás.

Creo en el Estado de Derecho en días antijurídicos, como creo en las instituciones cuando lo que está de moda son los personalismos mesiánicos. Lo mismo creo en la política como modo civilizado de resolver los conflictos, pero me doy cuenta que lo que se lleva es la antipolítica.

En medio de un clima generalizado de intolerancia, por inclinación natural fortalecida con lo que he vivido, soy tolerante con las opiniones y aún con los errores ajenos. Y cuando la impaciencia brota silvestre, prefiero ser paciente, aunque a veces cueste.

La economía de libre mercado no es perfecta, con errores subsanables en el marco de una política social de mercado. Ni Estado total ni abandono a los más débiles. Mi opinión disgusta a los que adoran la “mano invisible del mercado” y a los estatistas, sea por prejuicio ideológico o por interés de poder.

Se habla de la muerte de las ideologías y se celebra un inmediatismo que llaman “pragmatismo”, y sigo considerándome Humanista Cristiano. En un mundo cada vez más laico, soy católico, sin que ello me impida respetar las creencias o no creencias de los demás. Al contrario de impedírmelo, me lo aconseja la virtud de la caridad.

Aunque escribo en computadora, uso pluma fuente, disfruto más leer en papel y extraño los medios impresos, como visto corbata y nada ni nadie me convence de cambiar el bolero y los ritmos del Caribe por el rap o el reggaetón. Me gustan Cadenas y Andrés Eloy, como Serrat y Maelo o Celia Cruz y la Callas y no me parece contradictorio. Me es cuesta arriba –por no decir imposible- aceptar eso de que uno no pueda alegrarse por nada en el deporte, en el arte o en la vida, mientras aquello siga sin resolverse. 

Venezolano, muy mayor de edad, casado doblemente reincidente y de este domicilio desde diciembre de 1979. Confieso, sin caer en el monólogo de Pío Miranda en El Día que me quieras, a veces siento, como Rodríguez Monegal que hablo en nombre de una raza extinta o al menos en peligro de extinción. Si no como el alce irlandés o el escribano patilargo de Canarias, como el cardenalito, el carey o el corroncho del Tuy.  


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