El síndrome de Castro
Escrito por Ricardo Ciliberto Bustillos   
Lunes, 10 de Marzo de 2025 00:00

altHasta la saciedad se ha dicho que la política es difícil, compleja y muchas veces carente de un mínimo de racionalidad.

La historia así lo demuestra. En Venezuela, sin exagerar, desde los tiempos de la conquista hasta hoy en día, esto ha sido en extremo recurrente.

Es verdad que cierta dosis de pragmatismo, de realismo y sujeción a las cambiantes circunstancias es necesario, cuando no obligante, pero de allí a asumir la diabólica postura de un día aquí y otro allá, no es nada beneficioso y mucho menos ejemplarizante.

Lamentablemente, el gobierno y gran parte de la oposición han caído en este pernicioso vaivén. Sobre todo, los partidos políticos (intervenidos o no) contrarios a esta longeva administración, así como la mayoría de sus respectivos directivos. Ello ha provocado que apenas tengan un asomo de credibilidad y un menguado apoyo de las comunidades.

En todo caso, estamos en presencia de lo que podríamos denominar el “síndrome de Castro”. Recordemos que el general Julián Castro fue escogido azarosamente para comandar a los opositores y así poner fin a la maltrecha
administración del general José Tadeo Monagas en 1858. La gente hastiada del nada apaciguado “monagato”, procuró, entonces, un entendimiento – en extremo momentáneo y aceptado a duras penas- entre liberales y conservadores para dar al traste con ese gobierno. Una “fusión” pues, entre estas fuerzas antagónicas. Total, el general Castro, triunfante, entra en Caracas en marzo de ese año. Liberales y conservadores, abrazados hipócritamente, dieron su beneplácito al nuevo gobernante.

Si la política es compleja, y ahora está, desgraciadamente, atiborrada de bamboleos o mecimientos, el caso de Julián Castro viene como anillo al dedo para describir esta odiosa situación. El asunto es que este daba un
día su consentimiento a determinada propuesta de los liberales y otro a la de los conservadores, así fuesen contrapuestas. Obviamente, esto provocó su estrepitoso fracaso, por lo que el débil gobierno pudo apenas sobrevivir 17
meses, dejando, como si fuese una gran herencia, el estallido de la “Guerra Federal”.

El “Síndrome Castro” está haciendo de las suyas en estos intrincados tiempos. Sobre todo, en las filas de la oposición.

Pareciera no saber dónde ir y mucho menos qué hacer. Y no señalamos a determinadas personalidades o dirigentes en particular. Lo hablamos como grupo, fuerza o sector mayoritario. Así estamos: un día sí, otro no.
Deberíamos, con mayor seriedad y decidido propósito, no hacer una especie de “fusión” al estilo Castro, pero sí -al menos- – ponernos de acuerdo en los objetivos y metas a alcanzar. Da tristeza, muchas veces, las conductas y posiciones asumidas por quienes les queda algo de dirección y liderazgo.

Es hora de dar un vuelco a esta deplorable manera de hacer política. El país lo exige, el país lo merece.

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