El permanente recordatorio
Escrito por Ricardo Ciliberto Bustillos   
Lunes, 28 de Julio de 2025 00:00

altConfundieron, nos imaginamos que adrede, aparte de ser una tamaña imprecisión, hablar mal del gobierno con hablar mal de la democracia.

Algunos venezolanos sostuvieron esta inexactitud sin advertir semejanzas perversas y equívocas.

Criticar un gobierno nada tiene que ver con el sistema democrático. Por esos derroteros, con descarado propósito y con intenciones nada decentes, ciertos personeros políticos, intelectuales, empresariales, habilidosos publicitas y dueños de medios de comunicación social, iniciaron por allá entre 1992- 1993, una cruzada contra las instituciones públicas, los partidos, el sistema y la política en general, llegando al colmo de auspiciar salidas nada acordes con los caminos y métodos democráticos. La denuncia, sin sentido ni razón, se convirtió, entonces, en un arma cotidiana, aplaudida, consentida y, sobre todo, como dijimos, promovida por connotados grupos y reconocidas figuras de la vida nacional. Hablar mal de la democracia era una especie de deporte y expresarse mal de los venezolanos significaba estar al día, ser un enjundioso analista y lo peor, poniendo por delante el funesto hábito de la incriminación, el escándalo y la falsedad con el fin de aparecer en las primeras páginas de los diarios y noticieros.

Ahora, y viéndolo en retrospectiva, andamos como ánima en pena, con el arrepentimiento a cuestas y arrastrando un fajo de enormes torpezas y errores que nos hacen recordar el mito griego de Sísifo. Sí. Tratar de empujar esa pesada piedra “antidemocrática” de ayer para llegar a la cima y echarla a rodar por el abismo del olvido y la contrición.

En los países serios, de connotado desarrollo político, donde la institucionalidad está a la orden del día, hablar mal del gobierno es un derecho del ciudadano inconforme y crítico de una determinada gestión. Entre nosotros, el hablar mal de la democracia es una canallada y una actitud ruin amarrada -sin duda- a inconfesables intereses.

Las cosas pasaron como algunos lo habían previsto y alertado, por tanto, debemos aprender la lección. Lastimosamente, atizaron el fuego equivocado; se fueron de bruces, pretendieron violar la constitucionalidad, denigraron de los grandes partidos; desearon, incluso, su inminente desaparición para sustituirlos por un supuesto “héroe” que, además de salvador, cual ángel caído del cielo, borraría cualquier vestigio de la “podrida democracia”.

El tiempo transcurrido tiene que servirnos de enseñanza, de educación, de entender la importancia del sistema democrático para no caer nunca más en diletantes o superficiales consideraciones y posturas. La filósofa estadounidense Martha Nussbaum en su libro Sin Fines de Lucro, estampó una gran verdad a este respecto: “Cultivar la capacidad de reflexión y pensamiento crítico es fundamental para mantener a la democracia con vida y en estado de alerta”. Obviamente que, en nuestro caso, hablamos para un futuro inmediato. Por eso lo reiteramos y no nos cansaremos de enfatizarlo: si de verdad queremos construir una sólida y eficiente democracia, debemos tener suficiente capacidad y experticia para no caer de nuevo en los desafueros y albañales del pasado. En consecuencia, nos hace falta superar el revanchismo, el ejercicio político de ayer, el acostumbrado palabrerío sin sentido, la justificación permanente y, sobre todo, mantener la esperanza en un futuro mejor. No hay otra, como decimos popularmente.


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