Estimado Germán. Esta mañana cuando me levanté recordé que vivimos un país de infamias. Dos, tres o cuatro, no atino a recordar cuantos, fueron secuestrados en los últimos días, engrosando esa estadística oprobiosa de gente que por la fuerza es arrancada de su cotidianidad

y segregada de los pequeños azares de la propia vida, para comenzar a vivir por tiempo indeterminado ese extrañamiento imperdonable que te aseguro, sufren tanto ustedes como los que todos los días nos vemos en el espejo y sentimos que nuestro paisaje de afectos resulta desesperadamente incompleto. Es una sensación de ausencia de totalidad, como si el círculo de nuestra vida estuviera trunco. Y desolación, al sentir que en esta también estamos más solos que nunca, presintiendo además que algunos brindan sonrientes porque nosotros, los otros, sufrimos.

Me ha costado escribirte. Agobia el alma saber que aunque quisieras, no puedes responder. Lo macabro de esta trama son los extensos silencios. Además, en estos seis meses más de una estuve peleando con un amigo mutuo que insiste en golpear, a veces despiadadamente, a los que mejor le sirven, sin molestarse en dar demasiadas explicaciones de sus sagrados designios. Solo tú sabes cuán difícil puede ser pronunciar y vivir ese fiat voluntas tua que se nos exige como condición para la perfección.

Me gustaría decirte que el mundo que dejaste ha mejorado en algo. Pero no tepuedo mentir. El que tú no estés es el mejor indicador del ocaso en el que vivimos. Y por si fuera poco, otros nubarrones oscuros asolan nuestros días mientras nuestras noches se llenan de nostalgias. La educación popular tiene la soga al cuello. Este gobierno, cuya única obsesión es sobreponerse y redundar, aprobó una ley con el único propósito de engullirse todos los grados de libertad y de derechos que hasta ahora tuvo la familia venezolana.

Estamos en el cadalso, y es cuestión del momento táctico apropiado, para que el jefe del proceso proceda a activar el mecanismo que finalmente nos deje colgados. La represión anda suelta junto a esa otra bestia, la segregación, que nos vuelve a todos automáticamente culpables si cometemos la osadía de intentar decir algo o defender los principios y valores que nos parecen preciosos.

Me gustaría darte un parte más optimista, pero no creo que tengas el talante de los ingenuos. Estamos yendo a toda velocidad hacia la ruina social, deesas que tumban gobiernos y desmadran ideologías, pero que lamentablemente nos vuelve a todos más barbarie y menos prósperos. Ya el pueblo lo sabe. Presienten que sus efectos serán como el diluvio universal. Ayer una muchacha preguntó a quienes afectaba esa ley de educación. Se le aclaró que es para todos, públicos y privados. Su respuesta fue lacónica. Entonces ahora sé que tengo que sacar a mi niña del país. Te cuento, ella es una pobre mujer colombiana, desplazada a la fuerza por la violencia, que vino aquí con el sueño todavía intacto de labrar futuro, y que lamentablemente vuelve a sentir el pánico por la fatalidad de la tiranía. Ella decidió que su libertad y la de su hija bien valen el riesgo de volver a ese otro esquema de violencia azarosa del cual pensó huir en algún momento.

Las cosas andan tan mal que es mejor que vuelvas pronto. Hace falta esa sonrisa a prueba de malas noticias que siempre nos ofreciste, y que espero que ahora mismo sea tu escudo. Hace falta esa mirada confiada que resguarda muy bien toda la determinación, valentía y constancia que se expresa en tusacciones. Y la verdad sea dicha, el temor y la aprehensión los llevamos mejor cuando estamos todos juntos. De cualquier manera, muchas veces hemos pensado en ti, y en todos los homenajes que por cercano no te dimos, pero que en estas épocas hemos trocado por algunas oraciones y el compromiso de no abandonar tus proyectos para que cuando vuelvas los puedas recibir con alguna ganancia lograda.

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(*): Publicado en El Universal. Consignado a OyN por el autor