| De libertades |
| Escrito por Alirio Pérez Lo Presti | X: @perezlopresti |
| Martes, 16 de Agosto de 2022 00:00 |
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Muchas veces tanto para quien lo emite como a quienes se sienten identificados o denostados por el contenido. Es que en las redes sociales pululan los más oscuros sentimientos a flor de piel y un pequeño empujón es suficiente para causar un auténtico terremoto sociológico. El inconsciente colectivo La necesidad de expresar emociones y puntos de vista tiene libertad casi absoluta en las redes sociales. De esa realidad se hace uso y por supuesto, abuso, al punto de ser un territorio minado en donde los peligros asedian. Se pueden destruir reputaciones y hasta vidas cuando se emiten mensajes con ligereza. Menudo embrollo que nos creamos en esta contemporaneidad que se va complejizando exponencialmente conforme pasan los días. Es interesantísimo ver cómo en las redes puede predominar lo reactivo, lo pulsional, lo que tiene la persona en su sustrato psicológico. En las redes, queriendo y sin querer, las personas se pueden mostrar desmedidamente reales. Como son. Eso lleva a que el mensaje valga por la forma en que se emite y no por el contenido. Volvemos a la manada sin filtro, a la insondable dimensión de lo más primitivo de lo humano. El precio de la libertad De sobrevivir, el escritor Salman Rushdie probablemente perderá un ojo y quedará con lesiones en un brazo y en el hígado luego de haber sido apuñalado por un desquiciado. Abanderado de la libertad, el novelista sigue pagando el duro precio por haber escrito el libro Los versos satánicos. Fue condenado a muerte en 1989 por el delito de escribir con libertad y lo está pagando de manera extremadamente violenta. ¿Acaso quienes lanzan mensajes sin contemplar sus consecuencias están tan lejos de que le ocurra una tragedia como al escritor Salman Rushdie? ¿Qué los diferencia? En la infinita ordinariez de las redes sociales, la ausencia de sentido de responsabilidad en relación con lo que se transmite, convierte a la libertad en banalidad, vulgaridad o culto a la atrocidad. En Rushdie, por el contrario, prevalece la inteligencia de quien trata de expresarse asumiendo las consecuencias de su mensaje. En el caso del escritor recientemente atacado, prima la inteligencia al servicio de la transgresión por una causa que solo se sabe apreciar en justa medida cuando se pierde. Encadenados a la vulgaridad En las redes sociales termina venciendo la vulgaridad. La banalización de la sexualidad, la chabacanería y la violencia son las tres patas sobre las cuales se sustentan las actuales maneras de comunicarnos. Paradójicamente nunca había existido tanta sordera frente a lo comunicacional y abundan falsos maestros y eruditos de lo que sea. En estos y otros asuntos nos vemos propensos a reflexionar porque es muy difícil dejar pasar la ocasión de tratar de desenmarañar el presente. De sus setenta y cinco años de vida, Rushdie ha pasado treinta y tres bajo la amenaza de ser asesinado por cultivar la idea de que la libertad es un valor absoluto. A la par, una humanidad sin sentido de la responsabilidad trata de practicar la libertad absoluta exaltando valores básicos. ¿Es similar la libertad que trata de promover Rushdie con la que vulgarmente se exhibe en las redes? Bueno y breve Los mensajes cuyo contenido es de carácter audiovisual tienen un poder inmenso sobre las grandes mayorías. Propensos a responder sin darle muchas vueltas a los asuntos, el carácter reactivo de nuestro presente es casi alucinante. Como bien se sabe, una imagen vale más que cualquier cantidad de palabras porque lo que se hace supera a lo que se dice, al menos en la mayoría de los casos. Cuando aparece un mensaje en las redes y este es de carácter impactante, el infinito caleidoscopio de las cosmovisiones responde. De ahí que la manera como nos informamos en el presente tenga tanta capacidad persuasiva y poco contenido. La forma termina siendo el mensaje, que en realidad es el triunfo de nuestras más básicas emociones sobre nuestra capacidad de pensar.
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