Empresariado (sin categoría)
Escrito por Jonathan Alzuru   
Jueves, 15 de Septiembre de 2011 07:27

altEstimados lectores, tenía tiempo sin escribir porque estoy confundido con lo que sucede en mi país. No entiendo nada. No tengo categorías.

Quizás usted tiene la pericia y la mirada aguda para comprender. Tal vez, como me dijo un amigo a quien le comentaba aquellas cosas que me parecían absurdas y sin sentido, "Jonatan, la realidad es dura, difícil de asir, porque no tiene ninguna lógica y el racionalismo procura encontrar algo que no existe". ¿Acaso el esfuerzo desde los griegos hasta hoy por intentar dar cuenta de las tramas de la política, de las diversas formas de convivencia, de aquello que llamaba Michel Foucault, la episteme, las maneras de ver y comprender, ha sido un intento vano?... No lo sé. Venezuela me confunde.

Me pone a dudar de todo.
¿Usted cree que estoy mamando gallo? Pues, no. Todos se esfuerzan por demostrar que vivimos en un tiempo de revolución socialista con un horizonte comunista. Unos lo planteaban con la radicalidad de la muerte en la propia consigna, hasta que descubrieron que aquella sentencia de Marx, las condiciones materiales de existencia determinan la conciencia social, no se limitaba al dinero, sino que las células cancerígenas como el sexo, también la determinan. Con telenovela o sin ella, esos amigos apuestan que el socialismo del siglo XXI está venciendo al capitalismo salvaje fondomonetarista, neoliberal. Los otros sostienen que esto es un socialismo real, como se le llamó a la Unión Soviética, que se está a punto de abolir la propiedad privada, que los microempresarios están en las ruinas... En fin, que de alguna u otra manera estamos en un socialismo, camino del comunismo.

Los más izquierdosos de toda esa derecha histérica (Rigoberto dixit), sostienen que esto no es el verdadero socialismo, sino que estamos en una dictadura militarista.

La verdad, los hechos desmienten a todos. En mi cabeza jamás podía imaginar cómo un mundo de excluidos sociales, donde habitan los parias sociales, la clase más baja de una sociedad, podía transformarse en prósperos empresarios con poder económico, con poder político, puesto que manejan el monopolio de la violencia y construyen reglas y normas de convivencia, con la capacidad de negociación frente a cualquier Estado...

Ese milagro ocurrió en nuestras narices.

Nuestro recinto carcelario no es un espacio de reclusión sino el ambiente más neoliberal existente. La mano invisible del mercado regula la convivencia. Es el espacio donde se constituye la nueva clase social. ¿Quién de la clase media maneja más dinero y más poder que los pranes? Eso es único, digno de exportación, capitalismo productivo. ¿Usted cree que se puede ir cuando le da la gana de las cárceles? Sólo un poder económico y político como el de los amigos directores de las cárceles (por favor, jamás piense que me refiero al gris funcionario público), dígase, la administración privada de las cárceles, la empresa Pranes C.A., puede hacerlo. Empresas que tienen lazos con trasnacionales importantes, como la industria del narcotráfico. ¿Socialismo? No lo creo, eso se parece al capitalismo... Pero tampoco, porque el poder económico estaba en manos de una clase social dueña de los modos de producción y... ¡No!... esto es el gran invento sociopolítico, sólo el implacable tiempo nos permitirá construir un neologismo para caracterizarlo. Es tan impactante ese laboratorio social, que la ministra (porque tenemos ministra para el laboratorio. En Venezuela es claro, la Justicia es otro ámbito social) en un ataque de lucidez, que sólo es comparable con el Pentecostés de los apóstoles, la iluminación del Espíritu Santo, dijo de manera radical, ni un preso más.

Todo aquel que delinca en Venezuela, de ahora en adelante, no tendrá la posibilidad de incorporarse en el duro espacio de la economía de mercado para ascender socialmente. Será inaugurador, eso sí, del enlatado en prefectura como modelo de desarrollo. Esto es sólo un ejemplo, para no contarles de los nuevos terratenientes, tenientes ellos, que amasan grandes fortunas, mientras sueñan con Marx. Rojo rojito o con camisa amarilla, el nuevo empresariado, son un horizonte no aprehensibles con las categorías modernas.



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