66 años peleando |
Escrito por Antonio Ecarri |
Viernes, 31 de Julio de 2009 07:24 |
![]() No es muy frecuente que desde las páginas de un periódico se felicite a otro, pues se supone pertenece a “la competencia”, pero es que El Carabobeño está hermanado con El Nacional desde que éste nació, pues el de aquí, siendo diez años mayor que el caraqueño ha dedicado toda su existencia a trabajar por los mismos ideales de libertad, democracia y pluralismo político e ideológico. El Nacional tiene 66 años criticando a todos los gobiernos porque esa es la función del periodismo, pero cuando se trata de gobiernos totalitarios, para sobrevivir, tiene que hacerlo con mayor inteligencia para, sin caer en la autocensura, no permitir que lo cierren, pues dejarían en la orfandad a sus miles de lectores. Así procedió El Nacional durante la dictadura, soportando estoicamente la visita de los censuradores del régimen, pero siempre dejando “colar” en sus páginas con fina ironía y mordacidad lo que no entendían los esbirros de aquella época, no tanto por brutos, que lo eran, sino porque los tiranos siempre creen que sus fechorías las pueden hacer a escondidas, pero no se percatan que las noticias de sus desmanes se corren de boca a oreja cuando se cercena la libertad de prensa e información. Cuando un gobierno es democrático entiende y acepta las críticas por duras que sean. Recuerdo la anécdota del enfrentamiento del gobierno de Rómulo Betancourt con El Nacional, cuando reporteros de este periódico entrevistaron a guerrilleros que actuaban al margen de la ley y el gobierno ordenó que esos periodistas fuesen interrogados por la policía, lo que fue protestado vehementemente por Raúl Valera director del periódico. Sin embargo, eso no fue obstáculo para que algún tiempo después Raúl Valera fuera designado Gobernador del Distrito Federal por ese mismo gobierno de Acción Democrática. Aquellos eran otros tiempos, que hoy añoramos, pues ahora sólo experimentamos la desagradable experiencia de ver hordas oficialistas atacar a El Nacional y hace pocas semanas volvimos a presenciar el hecho, sin precedentes en la historia carabobeña, del vil atropello de unas turbas enardecidas de esquiroles del régimen, dirigidas en Puerto Cabello y Valencia por los Alcaldes Lacava y Parra, atacando a Notitarde y a este diario. Pues bien, además de protestar estas salvajadas no nos queda más que advertir a quienes mal dirigen esta nación en esta hora menguada, que más temprano que tarde estos periódicos van a narrar, también, la crónica de su defenestración del poder. El Nacional y el Carabobeño han visto pasar en todos sus años de existencia a tiranos o aspirantes a serlo, quienes se creen eternos y, sin embargo, las páginas de los periódicos están abundantemente llenas de crónicas de sus estrepitosas caídas. Así que a este régimen, que se cree eterno y por ello atropella a los medios de comunicación, le voy a recordar una crónica que puede ser la suya en cualquier momento, la que redactó con su prosa maravillosa Miguel Otero Silva el día después del 23 de enero de 1958, cuando los venezolanos nos sacudimos la penúltima dictadura que hemos padecido: “La primera jornada, la que corrió como un río hasta lograr el estrepitoso derrumbamiento de la infame dictadura de Pérez Jiménez, ha sido uno de los hechos más gloriosos de nuestra historia. Estallante el corazón de júbilo y de orgullo, Venezuela enarbola como la mejor bandera la sangre fértil de sus muertos y comprende que ha firmado con esa sangre el más noble y el más inquebrantable de los compromisos. No es posible intentar análisis político alguno sin antes rendir un tributo emocionado al pueblo, qué digo al pueblo, a la nación entera, por la lección de valentía, de dignidad y de civismo que acaba de dictar frente a las ametralladoras y las peinillas de la dictadura. Venezuela inerme, Venezuela maniatada, Venezuela con las muñecas rotas por las torturas y la frente hendida por los sablazos, Venezuela sin partidos políticos y sin sindicatos, Venezuela con la mayoría de sus dirigentes presos o desterrados, salió un día a dar la batalla contra los crueles sicarios que la sojuzgaban. La gloria es de todos por igual. Gloria a los estudiantes universitarios que abrieron la primera brecha de la muralla al avanzar con los pechos desarmados y sin miedo contra los sables y las cachiporras de los verdugos”. El mejor homenaje que se le puede tributar a El Nacional este 3 de agosto es que sus lectores le ratifiquemos nuestra certeza que, más temprano que tarde, estaremos leyendo en sus páginas la crónica de la defenestración de sus actuales verdugos. |
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