Lo primero que viene a la mente de cualquier venezolano al oír hablar de libertad, es la connotación de expresar políticamente lo que se quiera y como se quiera y no la verdadera esencia de este importante valor.
“La libertad no puede enseñarse, pero sí inspirarse y reaprenderla”.
Prof. Nelson Rodríguez
Lo primero que viene a la mente de cualquier venezolano al oír hablar de libertad, es la connotación de expresar políticamente lo que se quiera y como se quiera y no la verdadera esencia de este importante valor.
La libertad supone la responsabilidad inmersa, es una manifestación sublime del ser humano, que tiene asiento en la vida cotidiana, en la disposición permanente de elegir, revocar lo que uno aspira y desea llegar a ser como persona. Exige dominio de sí mismo, dialógica con los elementos del ambiente y sus posibilidades, exige cuestionamiento y respeto por el otro, dentro de una referencia de convivencia y relación social, contempla el conocimiento de las limitaciones y el orden de las leyes, la revelación oportuna y fundamentada entre verdaderas concepciones, haciéndose la necesidad comprendida de la dignidad frente a otros. De acuerdo con Lacordaire es el derecho de hacer lo que no perjudique a los demás, y yo añadiría lo que fortalezca la voluntad de otros para animar a robustecer los sueños y la esperanza.
Sin embargo, en Venezuela pareciera no estar claro este término. Es por ello que a veces lo confundimos con comodidad y dejo que otros resuelvan por mí, tal vez con obediencia y hago lo que otros me dicen, o desidia y ¿para qué actuar?, si eso no es conmigo. No puede estar sujeta la libertad a ser una imposición adoctrinada de condicionamientos alienantes. Tampoco puede ser sinónimo de silencio, coacción del libre tránsito o complacencias. La libertad es una creencia necesaria e imprescindible para la evolución social y humana que se sostiene en la atribución de roles, responsabilidades y compromisos.
Cultural y antropológicamente los venezolanos hemos tenido una historia mutiladora de la libertad: somos producto de un matriarcado moral y social que apenas se está entreabriendo, de criadores y maestros, en su mayoría hostigadores y manipuladores que lo menos que desearon en muchos casos fue orientarnos para ser verdaderos intérpretes y dirigentes de la libertad. Nos vendieron otros términos al respecto, como el del libre albedrío, libertinaje, liberación, independencia, desvergüenza, desenfreno libidinoso, en fin, depreciamos la verdadera palabra y así nos hicimos sumisos, vulnerables y rebeldes sin causa, prohibicionistas de oficio.
Nos publicitaron suposiciones, imposiciones, y seudónimos con amenazas de cárceles, como si eso matara el hacerse libre, nos vaciaron y revolvieron los valores y creímos en sinónimos chimbos de permisos limitados entre mediación, información y segregaciones de resentidos sociales, y por eso hoy estamos tan desfasados de ser libres. Aminoraron, entre discursos educativos, empobrecimiento de la conciencia colectiva y cansancios políticos, nuestra independencia, y por eso nos esclavizamos a la moda, al que dirán, al pensamiento egoísta de primero, segundo y tercero yo, y no sé de los demás, al mismo tiempo que se desgarraban las instituciones como arena movediza sin piso donde caer.
Por eso, algunos hoy parecen títeres de cuerdas de nylon, repetidores de tergiversaciones y de pensadores que no nos hemos tomado la molestia de conocer o leer. Pintamos y disfrazamos de colores la opresión para diluirla en justificaciones mediocres o en cuentos de hadas. Coronamos el poder, cual súbditos, dependientes de un rey.
Por eso nos cuesta entender que la estamos perdiendo... ¿Por qué no hemos tomado conciencia de que, como el aire vital para la vida, está allí la libertad, envolviéndonos serenamente? ¿Cómo responder a ser libres si ni siquiera apreciamos las dimensiones de lo que eso involucra? ¿Seremos libres para actuar según nuestras intenciones e ideas, desprendiéndonos de las consecuencias de tales acciones?
¿A qué costo social, político o económico nos está llevando el entender que la libertad agoniza? ¿Cómo restablecer la coherencia social, sin restablecer la práctica de la plenitud libre del ser? ¿Será esta depreciación de libertad la base de la violencia social en todo nuestros ambientes?
La libertad representa la lucha paradójica y vital de cada existencia. Es una relación con la justicia, la fraternidad y la democracia, Es, según lo creo, la luz que nos haría salir de la oscuridad hacia la revelación de un país que necesita ser reflejo de sus bellezas, armonía y conciliación. Debemos pregonar e inspirar, desde el respeto y la tolerancia, la libertad trascendental hacia la humanidad que tanto anhelamos todos.
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