De las señales de piedra |
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj |
Lunes, 24 de Junio de 2024 00:26 |
Las diminutas moles pueblan nuestras ciudades para delimitar las áreas de tránsito peatonal en las que se prohíbe estacionar vehículos, orientándolos a un adecuado lugar para ello. Al momento de suscribir esta nota, intentamos infructuosamente recordar el nombre popular, porque mojón, quizá el más adecuado, no es al confundirse fácilmente con una palabra malsonante de distintos significados, e, hito, tiene un cierto aire técnico que tampoco hemos escuchado en la vida cotidiana. Lo cierto es que, asombroso, los hitos se han desprendido en tiempos de lluvia trastocados también en sendos proyectiles con el flujo bravío de las aguas, como lo hemos denunciado acá en varias ocasiones (por ejemplo aquí). Valga el detalle, tampoco no necesitan de los palos de agua para descuartizarse, generando igualmente problemas al transeúnte distraído. Uno y otro caso, pone en duda la calidad del trabajo realizado por el sector público en nuestras ciudades. Quizá insuficiente la cantidad de cemento o de cabillas para vertebrarlos, es evidente que un número importante de las contralorías municipales no hacen bien su trabajo, entre otras cosas, porque sus titulares ya dependen de la Contraloría General de la República, cuya titularidad no está en manos de independientes y opositores como solía ocurrir en el siglo XX. Luego, la situación tan generalizada de ruindad no se debe enteramente por la vejez de la infraestructura heredada de la era democrática. Hay una metrópoli propia del socialismo: la de los infinitos remiendos que se hacen, e, incluso, … no se hacen (aunque presuntamente … se cobran). Estorban los hitos, porque la ciudad es de vehículos, privilegiadas las motocicletas, y los tarantines de la comida-chatarra. Acotemos, pareciera que no hubiese dolientes por la desaparición de nuestras señales de piedra. |
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