Del fascismo venezolano (a propósito de Giorgia Meloni)
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 29 de Agosto de 2022 05:45

altDespués del clásico ensayo que Norberto Bobbio le dedicó, es poco lo que podemos agregar sustancialmente a la díada.

Apartando una inicial orientación didáctica sobre el espectro político, la convicción más firme que nos queda sobre la izquierda y la derecha,  es el carácter histórico y cambiante, circunstancial y acomodaticio que adquieren.

El socialismo del siglo XXI reclama y confisca para sí, todas las bondades de la izquierda al mismo tiempo que, maltratado el lenguaje, trastoca sus denuestos contra la oposición en todo un marasmo conceptual sobre la derecha. No hay tampoco centro para una derecha sádica y asesina, por decir lo menos, según la intensa propaganda maniqueísta que oculta la realización de los antivalores más deleznables de una centuria que aún no empieza. 

Por supuesto, la díada adquiere otras connotaciones en el resto del mundo occidental que sufre también las consecuencias de sus enemigos en términos nada más y nada menos que civilizatorios, siendo muchos los eufemismos. Las sociedades y democracias liberales no sólo se encuentran severamente cuestionadas por los factores autoritarios de izquierda, sino que éstos estimulan y generan los de derecha, o a la inversa, ganando y gozando de (auto) definiciones solapada o abiertamente xenofóbicas: unas, que se desean comprensivas ante el drama de la masiva e ilegal inmigración, postergando indefinidamente medidas de control con las que están implícitamente de acuerdo, y, otras,  que radicalizan esas medidas, ofertando una implementación inmediata propicia a un cordón étnico.

En buena medida, puede decirse que VOX en España es creación de Pedro Sánchez al remover un pasado que ha generado las condiciones necesarias para retroceder al planteamiento de la España imperial, volviendo el franquismo a las tablas,  a la par que PODEMOS ha pretendido deslegitimar la democracia ibérica, cuestionando amargamente  la transición que le dio origen. Advertida varias décadas atrás la posibilidad de los islotes de   prosperidad en una mar de miserias, la comunidad internacional no responde a las necesidades y demandas del países infradesarrollados, cuyos habitantes buscan mejores destinos, dejando las respuestas en manos de los factores nacionales que zanjan sus diferencias y afanes por alcanzar el poder a propósito de los inmigrantes, a veces, con una estelaridad que supera la de otros problemas. 

De antemano, partamos del derecho que tiene cada país de regular el movimiento migratorio, aunque igualmente debe señalarse la manipulación de la izquierda y de la derecha en torno a un asunto que, en última instancia, pudiera obedecer al choque de las civilizaciones de acuerdo a Samuel Huntington, agravando la situación del que huye de la pobreza y, peor aún, de regímenes como el venezolano. O, en otra instancia,  versa sobre el colapso de la democracia liberal que había salido victoriosa de la Guerra Fría, como lo manifiesta Luis del Pino en su reciente obra: “La dictadura infinita. La evolución autoritaria de un occidente cobarde y cansado de sí mismo” (La Esfera de los Libros, Madrid, 2022). 


UNA INSOLITA CONFUSIÓN

Del Pino refiere que “tras la caída del Muro de Berlín se ha producido una metamorfosis de la izquierda por la que esta ha ido abandonando la reivindicación social y sustituyéndola por la reivindicación de los derechos colectivistas (los derechos de la mujer, de los inmigrantes, de las personas LGTBI) y por el ecologismo”, convertida en la única opción política de los perdedores de la globalización, salvo la atracción y aceptación del populismo de derecha. Añade: “Si tiras al suelo la bandera de las reivindicaciones sociales, otro vendrá que la recoja. Si el Frente Nacional es en Francia el partido más votado entre la clase trabajadora, o si Trump fue puesto en la presidencia por los obreros de Wisconsin, es porque la izquierda francesa y la izquierda americana dejaron hace mucho tiempo de ser rojas” [Op. cit.: 178 s.].

Entonces, fracasados los viejos discursos, estamos ante una crisis de orden político-cultural, doctrinario o ideológico a la que responden las fuerzas, escuelas o corrientes tradicionales provocando una gigantesca  confusión e increíble  sincretismo cada vez más alarmante con la correspondiente expresión partidista. Y nada mejor que una campaña electoral, bajo una democracia convincentemente competitiva, para que se evidencie la crisis y, suele ocurrir, los prejuicios se impongan en el escenario con una resonancia magistral que no tardarán en ser respondidos por otros prejuicios, sobre todo alrededor del origen étnico.

Giorgia Meloni, experimentada líder de Fratelli d'Italia para las elecciones parlamentarias en curso que podrían llevarla al poder, según las encuestas, recientemente indicó que en Venezuela hay millones de personas que mueren de hambre, son cristianos y “a menudo” de origen italiano y de necesitar inmigrantes hay que buscarlos en dicho país [https://www.instagram.com/reel/Chwot_JAgXs/?igshid=MDJmNzVkMjY%3D]. ¿Cómo interpretar adecuadamente un discurso que nos atañe un poco más, como país receptor de una fuerte inmigración italiana de varias décadas? ¿Es natural que indique algunas señas de identidad, como la religión y la italianidad de orígen? ¿Constituye una matización más de la derecha de varios extremos?

Gracias a la amabilidad del amigo Luis Alfredo Velásquez, incansable coterráneo que tiene por desempeño los medios en Atlanta, en los últimos tiempos, hemos accedido a la prensa extranjera, y constatamos, por ejemplo, que lo dicho por la candidata apenas es el segmento de un mensaje más complejo orientado a tranquilizar al extranjero, a reiterar la defensa del interés nacional sin que signifique renegar de Europa, generando los comentarios propios de una campaña electoral en la que participa la otrora ministro de la Juventud de Berlusconi [Corriere della Sera, y La Repubblica, Roma,  26/08/2022]. Una nota editorial de [El País, Madrid, 26/08/22], nos ofrece una breve radiografía de las fuerzas que representa Meloni: “"El partido favorito en los sondeos es el ultraderechista Hermanos de Italia, liderado por Meloni. Surge de los rescoldos del posfascismo como heredero del Movimiento Social Italiano (MSI) fundado por los últimos líderes de la República Social de Saló del dictador Benito Mussolini.  En las elecciones de 2018, Meloni obtuvo un escaso 4% de los votos. Actualmente, podría alcanzar un 24%. Llega a la cita del 25 de septiembre tras un año y medio en la oposición cabalgando el descontento y en coalición con la ultraderechista Liga de Matteo Salvini y con el superviviente Silvio Berlusconi”, pudiendo sumar hasta un 45% de los sufragios. No obstante, lo señalado en torno a Venezuela es ya una convicción muy firme antes sostenida  que apunta a convicciones fuertemente emparentadas con el fascismo, abundando el registro en las redes al  respecto [por ejemplo, https://es.wikipedia.org/wiki/Giorgia_Meloni]. 

Otro amigo, Guido Sosola, nos ha hecho llegar una importante bibliografía en la que destaca la propia Meloni con un libro publicado en 2021.  A modo de ilustración, expresamente señala que Italia debe mirar hacia América Latina gracias a los lazos culturales e identitarios que los caracterizan, como ha ocurrido con la España que ha cultivado esas relaciones con nuestro continente, llamando la atención sobre la situación económica y social prevaleciente en Venezuela y agravada por el Covid-19, generando una emergencia humanitaria con la huída de seis millones desesperadas por seguridad, alimentos, medicamentos y otras necesidades básicas; e indica que, entre las víctimas, hay muchísimos italianos, convertidos en refugiados olvidados, cristianos y de origen europeo  [Giorgia Meloni, “Io sono Giorgia. Le mie radici, le mie idee”, Rizzoli, Milano, 2021: 241 s.] (*).


LA PEZUÑA DEL FASCISMO

Agradecemos inmensamente la atención dispensada en el mundo sobre el caso venezolano, aunque somos cautelosos porque algunas posturas atentan contra caros principios y esconden determinadas estrategias políticas ce orden doméstico. Muy por buena intención que haya en relación a las declaraciones recientes de Meloni, obviamente nos preguntamos en torno a la suerte de los asiáticos y de los africanos que asedian desesperados a Europa, siéndoles quizá más fácil llegarle, como ha ocurrido con los venezolanos en Sudamérica a los que les es cada vez más difícil saltar la gigantesca muralla oceánica.

Compartimos la preocupación en torno a la pretendida islamización no sólo del viejo, sino también del nuevo continente infiltrado por potencias extracontinentales, como Irán, y nuestra animadversión hacia el aborto; e, incluso, reacios a la llamada ideología de género, por estos años comprendemos la necesidad de reconocimiento de los sectores LGTB, asumiéndolo desde la perspectiva de la defensa de la dignidad de la persona humana.  Temas que se suponen monopolizados respectivamente por la ultraderecha y por la ultraizquierda, ilustran la confusión ideológica y el batiburrillo político acaso propio de los tiempos posmodernos.

Meloni tiene el coraje de plantear abierta y tajantemente sus ideas , y de comprometerse, o decir que se compromete, con posturas que la deslizan más hacia el centro político, obvio en una contienda electoral.  Empero, llama la atención ya no sólo las relaciones bilaterales, sino la decidida incursión en una liga de partidos de inspiración fascista que va más allá del ámbito europeo [https://www.youtube.com/watch?v=xl0oLwxyP3w], posible mezcla de justos y de pecadores tanto como la de aquellas propuestas que lucen sensatas y actuales al lado de otras disparatadas e indignantes. 

“El antisemitismo y el racismo han regresado al centro del debate político, ya sea de un modo más implícito (en los medios tradicionales), ya sea de forma más explícita (en las redes sociales)”, gracias a los partidos de una derecha radical populista que, además, valga la curiosidad, están liderizados por mujeres, como es el caso de Meloni y los Hermanos de Italia,  Alice Weidel (AfD), Pauline Hanson (ONP), Pia Kjærsgaard (DF), Frauke Petry (AfD) y, por supuesto, Marine Le Pen (RN),  Barbara Pas (VB), o  Magdalena Martullo-Blocher (SVP) [Cas Mudde “La ultraderecha hoy”, Paidós, Barcelona, 2021: 105, 116]. Existe una novedosa dinámica política que esconde demasiado entre sus pliegues, en procura del partido-espectáculo en el que todo es válido para los más inconfesables propósitos.

Vieja preocupación la nuestra, al régimen venezolano le interesa la existencia del fascismo como única alternativa  [https://www.youtube.com/watch?v=XQccTBfwrR8&t=181s], y mucho tememos que haya partidos fascistas en la oposición o supuesta oposición, o que estén derivando en sendas expresiones fascistas abandonados a las circunstancias, como algo irremediable. Por cierto, recuerdo que alguna vez, poco tiempo atrás, alguien nos lo planteó como la inevitable opción que, no faltaba más, inmediatamente rechazamos.  

 

(*) “E l’Italia non può non guardare all’America Latina con la quale ha strettissimi legami culturali e identitari. I sudamericani si sentono naturalmente legati alla Spagna, per via del passato coloniale, e all’Italia, per i moltissimi nostri connazionali che nei secoli hanno plasmato quelle terre. Ma, mentre Madrid coltiva questi rapporti privilegiati, noi li trascuriamo del tutto. A volte addirittura tradendo chi in America Latina guarda all’Italia con speranza. Penso, tra gli altri, ai venezuelani che lottano contro il regime comunista e corrotto di Nicolás Maduro. La situazione economica e sociale del Venezuela è sempre più grave. A causa delle fallimentari politiche intraprese dai chavisti, aggravate dalla pandemia di COVID-19, è in corso una vera e propria emergenza umanitaria. Oltre sei milioni di persone sono già fuggite all’estero alla disperata ricerca di sicurezza, cibo, medicine e altri beni di prima necessità. Tra loro moltissimi italiani. Ma sono profughi dimenticati, scomodi per il mainstream, perché sono cristiani, di origine europea e scappano dal comunismo. Meglio voltarsi dall’altra parte”.

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