De los episodios exponenciales |
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj |
Lunes, 30 de Septiembre de 2019 00:00 |
Ponencia para el IV Seminario Nacional de Políticas y Gestión Cultural UCV // Caracas, 19/09/2019
1.- Sentido común académico Tiempos de una sentida sobresimplificación de los problemas, reducidos a las interesadas versiones de los acontecimientos, vicisitudes y planteamientos, obviamente el fenómeno político pierde o dice perder toda la complejidad que le es inherente. Es el caso venezolano, muy a pesar del drama sin precedentes que sufre en un siglo que pugna todavía por serlo. Hemos acumulado una experiencia que solemos confundir y hasta extraviar, según las circunstancias impuestas por el poder establecido. Ello obliga, por muy inútil que lo creamos, a reivindicar y reordenar constantemente el debate, precisando sus mejores perspectivas para alcanzar el sentido común necesario. Así, la academia tiene pendiente un extraordinario aporte a la discusión pública, revalidando las máximas de experiencia que, cada vez más, exigen de una interpretación profunda, solvente y eficaz para contrarrestar el empobrecimiento cultural del medio político al compararlo con décadas (muy) anteriores, aunque aquélla – reconozcámoslo – tiene una relación equívoca con el parlamento que tampoco logra comprenderla a cabalidad. Luego, es posible e indispensable acceder al sentido común académico para validar adecuadamente la interrelación deseada [1].
2.- Estado de Excepción Permanente El llamado socialismo del siglo XXI se expresa y realiza a través de un (sub) sistema político que, por accidentado que fuese su desenvolvimiento, no deja de serlo tras convenir, por su arbitrariedad e, incluso, temeridad de los productos o resultados, la realización misma de un Estado de Excepción Permanente. Las demandas y expectativas, planteamientos y acontecimientos, (sobre) saturan al (sub) sistema y es dado distinguir entre aquellos insumos reales que el poder establecido muy frecuentemente posterga, acumulándolos explosivamente, y los artificiales que le sirven para un juego perverso de supervivencia, ganados para el eufemismo y la manipulación mediática. La clásica noción de crisis, entendida como la menor posibilidad de los recursos y las oportunidades disponibles para responder a los problemas planteados, está clara y francamente desbordada. Tratamos de la inédita catástrofe humanitaria, la morbosa represión selectiva y generalizada, la censura y el bloqueo informativo, unidas a todo un proyecto continental como el del Foro de Sao Paulo. En buena medida, existe una simulación de la polémica pública que corre pareja a su creciente desespeciaización. Valga señalar una correspondencia de casos que así lo ilustran, por no mencionar las redes digitales, pues, hoy, no hay equivalentes a los viejos medios impresos que desarrollaban sendas secciones en materia política, económica, cultural o deportiva y, compareciendo los sucesos a la primera plana, daba ocasión para pulsar la opinión de los más entendidos; o, invocando un ejemplo cercano al interés general, sin mencionar la propia crónica parlamentaria, ahora escasa, las celebérrimas y concurridas páginas rojas abrían las puertas a los artículos y a las entrevistas de penalistas y criminólogos con los que estuvo familiarizada la opinión pública, dándole una mayor hondura a la discusión que los expertos no solían monopolizar en torno a la inseguridad personal y al delito [2].
3.- (Ultra) rentismo político El (sub) sistema político moldea y es moldeado por otros (sub) sistemas que lo confluyen, sirviéndoles de un inadvertido soporte, pues, tendemos a privilegiar únicamente la escena y el escenario sensacionalistas del poder. Por lo que respecta al ámbito cultural, siendo profusa la literatura al respecto, el rentismo o, en propiedad, rentismo político constituye una herencia para la cual no se asoman alternativas de supervivencia [3]; la anomia negativa, sostenida sin aparentes límites, conduce inexorablemente a la anarquía y disolución social [4]; el monopolio mediático directo de la dictadura, con las nefastas consecuencias generadas, puede dar paso a una influencia indirecta para cuando ella salga, garantizando una prolongación de la consabida prédica [5]. Valga la acotación, ilustrando la calidad del debate, quizá no tenga parangón en el mundo la (cotizada) programación de las televisoras estatales orientadas a la descalificación e intimidación moral de la dirigencia opositora, fundada en la información suministrada por los servicios de (contra) inteligencia. La más importante y doble paradoja, la tenemos en el ámbito económico, pues, el régimen ha hecho el contramilagro de quebrar a la potencia petrolera que fuimos y, a la vez, realizar un rentismo sin la suficiente renta para sostenerlo, radicalizando el populismo, así como – pregonando el anticapitalismo – denunciaba a una sociedad consumista huérfana de bienes para consumir. Sabido los resultados dolosos y fatales de su desempeño macroeconómico, ocultando y alterando las cifras, fuesen o no sensibles a la opinión pública, jamás hubo discusión pública alguna, con las honrosas excepciones del caso, en torno a la propuesta del socialismo, del socialismo bolivariano o rentístico [6]. Debemos sumar el inmenso deterioro del hábitat, de la calidad de vida y el violentado derecho a la vida misma, fruto de la represión sistemática, de la delincuencia descaradamente impune y extralimitada, como a la precariedad evidente de la salud y de los servicios que están llamados a garantizarla, no sin considerar el poderoso impacto psicológico de las migraciones externa e interna. Todavía operan los restos de la antigua representación o imaginario social asociado a las bondades petroleras que no terminan de ceder a las de una patentemente incumplida promesa revolucionaria, en constante tránsito de la conocida narrativa cubana de los ’60 del ‘XX, bajo el asedio y la resistencia anti-imperialista, algo propio de la guerra fría, y la que reporta un decidido pensamiento mágico-religioso, orientado a nuestra “tribalización” que contrasta y choca con las aspiraciones a la modernidad [7].
4.- Desvalvulado (sub) sistema Al sesgo conveniente o interesado de los insumos, unimos la constante violación de las mínimas reglas del (sub) sistema político; vale decir, de la Constitución de la República y de las leyes que, a lo sumo, acostumbra a reinterpretar – cual órgano constituyente o legislativo – el aparato judicial del régimen, obstaculizando, tergiversando o impidiendo la debida interacción de los actores representativos. Sobrando las evidencias, a la competencia desleal al interior del (sub) sistema, por una parte, patente con la mediatización del Consejo Nacional Electoral (CNE) que ha sido capaz de perfeccionar los comicios (plebiscitarios) semi-competitivos hasta hacerlos nada competitivos, se une, por otra, la disparatada tesis del “desacato” de la Asamblea Nacional, cerrando las válvulas institucionales al procesamiento de las demandas; o, alterando el régimen presupuestario, los recursos materiales disponibles quedan bajo el completo arbitrio de una dictadura, por lo demás, patrimonialista. Hay experiencias políticas perdidas que, incluso, permiten tropezar por siempre con la misma piedra, contribuyendo algunos sectores de la oposición a una pérdida o confusión de la memoria, valga apuntar, la que no hemos cultivado tradicionalmente por décadas. Las más elementales referencias políticas saben de un extravío inaceptable, en sintonía con una crisis de los partidos y gremios, como agencias de (de) socialización política [8]. Crecientemente escasos los materiales, distorsionados y agotados los simbólicos, los recursos institucionales, aquellos que hacen que las autoridades – o los aspirantes a serlo – se movilicen y decidan sobre los objetivos más amplios, apenas se mantienen en pie desvalvulizando al (sub) sistema, enfatizando la crisis existencial del Estado devenido Estado Criminal. Éste, no sólo testifica la inexorable descomposición del poder político, estimulando decididamente las migraciones, sino que pierde el control interno del territorio, abandonando los históricos reclamos, como el del Esequibo, sino que lo subasta a los intereses geopolíticos también extra-continentales, vaciado de sentido la pregonada integridad territorial [9].
5.- (Sub) sistema (para) político El (sub) sistema político remite al Estado (de Excepción Permanente); es decir, a las instituciones, actores y procesos, juzgados por su legitimidad de origen, desempeño, simbólico y resultados. En las actuales circunstancias, por múltiples que sean las instancias políticas y sociales, por su papel y peso específico, nos lleva – de un lado – a la Asamblea Nacional, electa en diciembre de 2015, pretendidamente desconocida por la dictadura que ha ordenado a su minoría parlamentaria reincorporarse, aunque violente la Constitución, y – del otro – a la Fuerza Armada Nacional (FAN), realizadora de la denominada militaridad y del Estado Cuartel [10]. Quizá de mayor interés, el (sub) sistema parapolítico versa en torno a las instituciones actores, situaciones y procesos al interior de los partidos políticos y entidades de la sociedad civil organizada realmente decisivos [11], o que pudieran serlo, de la oposición y de la dictadura. Naturalmente, ambas expresiones no son todo lo compactas y blindadamente unitarias, marcadas por tendencias que pueden degenerar en roscas y mafias, aunque el ejercicio mismo del poder impone la unidad por la inicial vía del presupuesto público y, está por verse, ante las consabidas sanciones individuales de carácter internacional que afectan a sus miembros, fueren o no visiblemente prominentes. En todo caso, oposición y dictadura comparten el embrujo de la política como espectáculo, frecuentemente denominada antipolítica que determinó el ascenso de Chávez Fría, originada en la supuesta separación del destino personal respecto al colectivo para una población que, después, supo de la dramática conjunción bajo el signo de la catástrofe humanitaria, arrepentida del desinterés que suscitó la vida política de acuerdo a los prejuicios dominantes, e ilusionada por la inagotable renta petrolera. A la postre, en el transcurso de la presente centuria, produjo la decapitación de la llamada clase política experimentada e ilustrada, a favor de otra improvisada y, si cabe el término, post-moderna, que bien puede contrastarse mediante la paciente lectura de los Diarios de Debates del Congreso de la República de antaño y de la Asamblea Nacional de hogaño [12].
6.- Mínima racionalidad La dinámica del (sub sistema) político del socialismo del siglo XXI, por sus intenciones, pretensiones y hechos, cuenta con una mínima racionalidad o explicación, aunque supongamos del cumplimiento de ciclos completamente absurdos, que los son para un sistema abierto, mas no para los cerrados que aspiran a su lento o repentino reemplazo. En medio de una vorágine de pareceres, opiniones o interpretaciones, recurrentemente superficiales, tendemos a creer que la dislocación institucional está subordinada al azar y, por ello, apreciamos o valoramos los llamados al caro ejercicio de la sensatez que no es otro que el del sentido común o, mejor, sentido común académico [13]. Conjugando el discurso oficial, sectores de la oposición nos dicen polarizados política y socialmente, aun luciendo obvia la existencia de una inmensa mayoría cívica, pacífica y desarmada frente a la ínfima minoría en el poder, pero extraordinariamente armada e inescrupulosa que dejó suficiente testimonios represivo en 2014 y 2017. Por encima de las coartadas discursivas, corre insobornable la realidad que se manifiesta con la galopante desinstitucionalización de la política y de lo político, la lumpemproletarización del país que apuesta por una anarquía o disolución social que diga justificar la violencia y el inmovilismo ciudadano derivado de un sistemático terrorismo psicológico. De concebirlo como un legítimo dispositivo para el consenso y la transición, hemos insistido que el parlamento ha de ser más parlamento para darle sentido y orientación al esfuerzo compartido de oposición. No obstante, cumplido un importante papel, la Asamblea Nacional se ha caracterizado por la falta de profundidad de muchos de sus debates, por no citar sus omisiones, demostrada por el Orden del Día de los meses que corren, amén de la arbitraria adopción de decisiones que la comprometen con sendos diálogos en Oslo, Barbados y sus derivados, antecedidos por República Dominicana, o designaciones inconsultas respecto a las fuerzas o corrientes que la integran.
7.- Oportunidades ganadas y perdidas Prolongada la coyuntura política, en la medida que es menos parlamento, la gana la dictadura y la pierde la Asamblea Nacional. Porque ésta no ha discutido suficiente y convincentemente a su interior, afectando su fuerza pedagógica, y tampoco ha rendido cuenta la dirigencia promotora de los diálogos en cuestión, sacrificando una necesarísima coherencia y hondura del compromiso común que la ciudadanía le reclama con terquedad. Valga el ejemplo, por una parte, respecto a la invocación del artículo 233 constitucional y de la reinserción en el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), que tardaron semanas y meses en asumirse, finalmente, sin dar ocasión a la discusión, faltando al Reglamento Interior y de Debates. Ciertamente, se impuso a la postre la razón dando holgadas oportunidades para un ataque despiadado, sobre todo en las redes digitales, contra ambas iniciativas, suponiéndolas y asumiéndolas como un ataque al mismo Juan Guaidó. Por supuesto, irremediablemente aceptadas y aprobadas, pronto callaron los polemistas de la banalidad, quedando pendiente la estigmatización de aquellos que promueven la aplicación del artículo 187, numeral 11 constitucional y del principio universal de la Responsabilidad de Proteger (R2P), gracias al interesado desorden de una controversia que permite las más disímiles maniobras que, además, violentan el propio Estatuto para la Transición. Y, por otra, en relación a las herramientas parlamentarias en desuso, por el acento puesto en proyectos de leyes menos urgentes que no significa subestimar su importancia, como la Orgánica del Sistema Eléctrico, u ordinarias como la de Semillas, con sacrificio de las más urgidas, a nuestro modesto juicio, planteadas con suficiente antelación, como la de Defensa de las Inmunidades Parlamentarias o la de Defensa de la Autonomía Universitaria, padecemos las consecuencias de no prever medidas para lo que estaba suficientemente anunciado en ambos campos. En el peor de los casos, ha sido nuestra prédica, la sola consideración de los proyectos de marras, u otros pendientes, actualiza el diagnóstico de los problemas, moviliza a la ciudadanía, le concede banderas novedosas y facilita el consenso para echar el piso jurídico a una futura transición democrática.
8.- De los límites sistémicos Los resultados o productos de cada ciclo de interminable y desgastante repetición, se traducen en percepciones cada vez más confusas e, incorporadas las variables externas, en sesgos, tensiones y sobretensiones, peligrosamente extralimitadas. Por la sola repetición, tratamos de un propósito deliberado y permanente del poder establecido que agudiza la violencia hasta amenazar o intentar crear las condiciones para el chantaje con una guerra civil o internacional, tentación ésta nada descartable [14]. Planteadas las soluciones fatales por un poder chantajista, nos atrapa un importante dilema, pues, de un lado, apostando a las meras habilidades políticas, predecible, la gradualidad significa para el sector de la oposición que la defiende a todo trance, garantizar la paz, sufragar a todo evento, e incurrir en el electoralismo o plebiscitación [15]. Empero, los resultados de la consulta popular del 16 de julio de 2017, pautando un camino, fueron burlados por aquellos partidos opositores, por sí mismos o por interpuestos, que concurrieron a los comicios regionales, municipales y, más tarde, presidenciales, juramentándose – además – los escasamente elegidos ante la fraudulenta constituyente de la cual insistentemente renegaron durante la campaña electoral, cuando la promesa y el anuncio tempranos fueron de un triunfo irresistible, masivo y arrollador. Del otro, procurando la ruptura inmediata, también de impredecibles consecuencias, la protesta abierta, decidida, sostenida y programática, labrada por el coraje, es la opción apropiada ante un régimen que nunca retrocede en sus propósitos. De sólidos antecedentes históricos [16], aunque superior por su alcance, ritmo e intensidad, la protesta escenificada en 2014, sin dudas, fue la que abrió las puertas de la victoria opositora en los comicios parlamentarios al año siguiente, notariada, por cierto, una contundente condición mayoritaria que negaban los partidos que concurrieron al diálogo de Miraflores, paradójicamente beneficiados por las urnas electrónicas, error irrepetible de la dictadura que incurrió en un extraordinario y visible fraude con la tal constituyente en 2017; y la protesta de 2017, con semejantes características, todavía busca el cauce adecuado, aunque – tempranamente – los diálogos para abortar, como en efecto sucedió, el proceso revocatorio del mandato presidencial, y los posteriores de Santo Domingo y Oslo, no logran desactivar el descontento de la ciudadanía que ha ganado una dignidad y una identidad en sintonía con el momento histórico, por lo demás, varias veces postergado.
9.- La perspectiva de los contrastes Convengamos, en las vísperas de esta centuria, los venezolanos creyeron ciegamente en la promesa y el compromiso que se dijo histórico de la fórmula presidencial triunfante, a objeto de solventar los problemas que entendieron como los más acuciantes, algunos muy llamativos, como el de la corrupción, otros traspapelados, como el modelo y la estrategia de desarrollo, bajo el imperio de los generalizados estigmas antipuntofijistas. Voceros del – por entonces – nuevo oficialismo, enunciaron algunas materias que, huelga comentar, hoy están cuentan con una infinita y calamitosa gravedad, como la económica y fiscal, puntualizando sobre el agotamiento de la tesorería, deuda externa, aparato productivo, desempleo, administración de justicia, inseguridad personal e “infierno carcelario” [17]. Por entonces, los grandes retos radicaban en un estancamiento de la modernización, cuyo modelo estaba agotado; los perjuicios del rentismo político, colocando el acento en la conciliación de las élites y el petróleo; la creciente desinstitucionalización política, trillando el camino de la ingobernabiidad; o los riesgos de la ilegitimidad, poniendo en trance la hegemonía de determinados sectores sociales [18]. Demasiado patente, hoy hemos retrocedido a la barbarie, pretendida la militarización de la sociedad que va quedando, acaso, nostálgica de un siglo XX cada vez más remoto; quebrada la potencia petrolera que fuimos, la misma constitucionalización de PDVSA, antes emblemática en el concierto de las transnacionales, sólo corrobora una ficción de las realidades; la anarquía social, la diáspora y la tiranía, explican una situación otrora inimaginable para las generaciones más antiguas; sólo los intereses geopolíticos extra-continentales, explican y sostienen a la dictadura socialista que, desde el período de su hábil enmascaramiento democrático, invocó y concursó en nombre de la multipolaridad, deseando alejarnos de los valores occidentales. Sin embargo, algo más que la nostalgia, ha sobrevivido una básica cultura a favor de la libertad, a pesar de los sistemáticos ataques recibidos, que explica suficientemente la posibilidad de una inminente transición democrática. La construcción de un Estado Criminal, facilitadas las relaciones delictivas de una sociedad encaminada a la mera supervivencia, la delación mutua y la campal ignorancia, no puede levantarse en el voluntarismo guevarista que hemos importado desde la dictadura habanera, porque son tan visibles, extravagantes y sórdidos los estilo de vida y las riquezas mal habidas de los prohombres del régimen, objetados e individualmente sancionados en el ámbito foráneo, siendo muy numerosos los candidatos a la Corte Penal Internacional. Situación que es incomparable a las denuncias de antaño, en torno a los casos más sonados de corrupción administrativa, que no es superable - hogaño – con un sencillo llamado a la gobernanza y a la gobernabilidad.
10.- Responsabilidad histórica Cometeríamos un error de suponer que lo hoy ocurrido, en un plano, lleva a la simple continuidad del capítulo frustrado de la Venezuela que despidió la anterior centuria, procurando hallar o evitar un diferente modelo y estrategia de desarrollo, en la eterna búsqueda de una democracia de avanzada, por ejemplo [19]. Sufrimos los episodios propios de una dictadura del socialismo del siglo XXI, además, ultrarrentista y parasitada por potencias extranjeras, empleadora de una narrativa extemporánea que, faltando poco, vistos los repetidos Planes de la Patria inconstitucionalmente impuestos, tiene por ilusión la de contar con un artefacto nuclear, como Corea del Norte, o extremar las penurias de la población, como Cuba, para erguirse como potencia (militar) y mantenerse en pie a través del chantaje en las encrespadas aguas internacionales que exigen de timoneles más aptos. En otro plano, a la actual coyuntura debe responder un liderazgo político y social cónsono con los desafíos contemporáneos, esencialmente de ruptura con las viejas nociones y prácticas del oficio que tampoco se agota en la llamada video-política, por citar un caso. Más de las veces, sus maniobras y tácticas, interesadamente o no, parecen propios de un normal desenvolvimiento democrático, afín a las manipulaciones y al oportunismo de partidos – además – manifiesta e interiormente antidemocráticos, prolongando la vida útil de una dictadura que las estimula y facilita. Luego, aceptada la complejidad de la coyuntura, lejos de caricaturizarla, debe entenderse como un pivote para afrontar los desafíos de una literal salvación de la República que exige más de la política moderna que de la denominada post-modernidad. Salvación y reconstrucción éticamente exigente, en correspondencia con la inmensa responsabilidad histórica que reporta.
11.- Superación de un dilema En consecuencia, toda coyuntura lleva una carga histórica que ha de sintetizar, traducida a una postura ética que jamás podrá restarle una respuesta práctica e inmediata que hable de su eficacia, y la actual apunta a la urgida salida del régimen , al papel de la oposición representada en la Asamblea Nacional y a la reinserción en el TIAR, azotados por el asedio terminal a las universidades públicas y autónomas, adelantándonos al problema presupuestario. Multiplicados los episodios, es necesario superar el dilema de la gradualidad y la ruptura, a favor de ésta haciendo caso del mandato de electorado en 2015, renovado mediante la consulta popular de 2017. Nadie, en su sano juicio, puede negar la posibilidad de las negociaciones con la dictadura, pero se ha creído en la validez de todo diálogo incondicional que, en lugar de acordar los términos de la rápida salida del régimen, reiteradamente le ha concedido una tregua para cobrar una mayor fuerza e ímpetus en momentos de franca debilidad y desmoralización. Angostas las calles y autopistas para la masiva, pacífica y espontánea protesta de reivindicación ciudadana, con claras intenciones programáticas, no hay posibilidad alguna de convivencia o cohabitación con el régimen que la ha reprimido criminalmente, por lo que el reto del liderazgo opositor está en esforzarse por una irremediable solución peligrosa o arriesgada, considerando que, en todo caso, aun entendiéndose, no escapa de la persecución desleal de la contraparte negociadora, según lo juzgue conveniente por su consecutivo chantaje, estimulando el colaboracionismo; hace mal en tratar de capitalizar o monopolizar el descontento generalizado, dispuesto a transarse por unos comicios que auguren un porcentaje disminuido de curules para imponerse al interior de la oposición misma; y, cohesionada socialmente la población, como no ocurre en otras latitudes, descartada la ilusa polarización que rindió ciertos dividendos políticos en años anteriores, estamos lejos de una guerra civil en su más exacta dimensión. Recurriendo al sentido común académico, es necesario reparar en los procesos universales de diálogo que ha dado término a gravísimos conflictos en Centroamérica o en Europa Oriental, pues, concebido e implementado transparentemente el dispositivo, fueron varios los requisitos que lo hicieron viables, definitivamente ausentes por lo que respecta a Venezuela, en relación al nombramiento de mediadores imparciales, de reconocido prestigio internacional; la representatividad real de las partes negociadoras, sujetas a una rendición de cuentas; o la publicidad del proceso y de sus parámetros, reñida con la confidencialidad de los aparentemente súbito encuentros celebrados acá. Por lo demás, estamos obligados a conformar una Comisión de la Verdad, distantes de las caprichosas y reiteradas manipulaciones del régimen, desde 2002, ensayando con mecanismos que la simulan, pues, siendo conservador, al menos, el informe de Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, apunta al establecimiento de las responsabilidades del caso. Acotemos, por muy estudiada que haya sido la materia, tales procesos universales ocupan muy poco espacio en la opinión pública venezolana, incluido a los especialistas que muy antes concurrían también a la tribuna, afianzándose la percepción, idea o conceptualización del diálogo según el interés de la partes que lo concursan y definen.
12.- Del dispositivo de consenso y transición Suficientemente advertidos, República Dominicana y Noruega, tejieron un itinerario que cuestiona el papel de la Asamblea Nacional, obligada instancia para todo consenso que debe partir de la oposición misma, conformada naturalmente por diferentes corrientes políticas, para garantizar una adecuada transición democrática. En el primer caso, se dio un debate que permitió plantear claramente las objeciones hechas al encuentro en la isla caribeña, como no se dio en el segundo, respecto a la cita europea y sus derivados, subrayando que, en ambos, a pesar de la obvia relevancia política del asunto, no ha habido la correspondiente y deseable evaluación o rendición de cuenta, tratándose – por lo demás – de un cuerpo colegiado que ha asumido funciones de gobierno provisional, a través de su presidente, seguro objeto de estudio de los constitucionalistas que esperan por un desenlace. La conformación de la agenda de discusión, en lo que va de año, cada vez más ganada para la amplitud, generalización o abstracción de los temas que lleva a una limitación de los oradores, sacrificando los asuntos más específicos y puntuales, permite esbozar la dinámica de una Asamblea Nacional reducida al hemiciclo de trabajo los días martes de sesión ordinaria, pues, el resto de la sede legislativa está bajo absoluto control de una unidad militar que, en última instancia, responde al Comandante en Jefe, permitiendo igualmente la agresión física y el secuestro de los diputados por grupos paramilitares afectos al régimen. El Orden del Día, inconsulto, dibuja una dinámica parlamentaria necesaria de corregir, por las propuestas de Acuerdo que apenas se conocen al plantearlas en la tribuna, las aplazables iniciativas legislativas que dejan de lado otras más urgidas, la designación sorpresiva de funcionarios en el exterior con la sola conformidad de los cuatro partidos dominantes, o la arbitraria limitación de los oradores, por lo que, en resguardo del mínimo de racionalidad deseable, fuerza a una consideración del derecho parlamentario, faltando poco, asumido como una disciplina de ningún valor para los cultores de un conveniente (hiper) realismo político. Inevitable, el parlamento ha cumplido un papel fundamental de articulación opositora, concibiendo un Estatuto para la Transición, aunque abusivamente emparentado con el Frente Amplio, restándole la debida acreditación institucional. La sola reincorporación anunciada de los diputados del oficialismo, quienes abandonaron sus funciones por más de dos años y contravienen en numerosos casos el artículo 191 constitucional, sin que la cámara los hubiese calificado, como deberá hacerlo, plantea una difícil coyuntura que lesionará el irreductible pluralismo del cuerpo a favor de posturas sectarias y prefabricadas, indeseables para la propia transición.
13.- De los episodios exponenciales El planteamiento mismo de la reinserción venezolana del TIAR, corrobora las observaciones hechas al parlamento que tardó nueve semanas para su definitiva aprobación, sin que diera ocasión para el ejercicio pedagógico de una discusión necesaria, pues, prosperó toda suerte de cuestionamientos, frecuentemente baladíes, en las redes sociales, asumiéndolo como un ataque al liderazgo emergente de Juan Guaidó, o versionándolo como una guerra convencional de proporciones apocalípticas. Por la presencia de grupos terroristas y de fuerzas regulares extranjeras en el país, comprobado el uso desproporcionado de la fuerza por una dictadura irritada por el más mínimo gesto de disidencia, no podemos solos y, además, desde 2012, en la intemperie, Venezuela es ajena a todo mecanismo colectivo de seguridad hemisférica. Repleto también de consecuencias, tardando veinte años en lanzar el dardo definitivo, el régimen ha ordenado un plazo de seis meses para que las universidades públicas y autónomas realicen sus elecciones bajo la égida del Consejo Nacional de Universidades (CNU), ampliando interesadamente las comunidades universitarias, aunque autoridades, gremios docentes y estudiantiles, con honrosas excepciones, escurrieron el caso por mucho tiempo, muy a pesar de la medida que, tarde o temprano, se impondría en clara violación del artículo 109 constitucional y de la Ley de Universidades. La sola aproximación a las universidades como potencial movimiento o fuerza social, explica la paciente operación judicial que ha culminado con el fallo de la Sala Constitucional del ilegítimo Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de fecha 27/08/2019, avecinadas a una coyuntura peligrosa que también pudiera extraordinariamente aportar a la salida del régimen. Frecuentemente, solemos subestimar las oportunidades que se ofrecen, por ejemplo, con el cercano período establecido por la Constitución para la presentación y discusión del Proyecto de Ley de Presupuesto Público, so pretexto de la doctrina jurisprudencial que se dio a sí misma la dictadura, confiándolo caprichosamente a la tal constituyente. Por sensacionalistas que sean algunos eventos, la oposición no debe abandonar la denuncia en torno a la violación de las normas constitucionales y legales que rigen la materia, dándole densidad de banderas a una movilización en reclamo tanto de las cifras reales de la economía, como del destino privilegiado que acuerde el régimen a los escasos recursos disponibles en detrimento de amplísimos sectores capaces de ejercer la llamada contraloría social a las presuntas inversiones hechas o que están por hacerse, favoreciendo la adquisición de armamentos: igualmente, concluimos, hay límites sistémicos en la dimensión parapolítica de las entidades que concursan en el escenario político y social.
NOTAS [1] EASTON, refiriéndose a la vida política de acuerdo al sentido común, nos remite al “tema central de un problema político [centrado] tanto [en] el tipo de medida política que está en juego, como [en] los medios usados para influir en ella”. Vid. EASTON, David (1953) “Política moderna. Un estudio sobre la situación de la ciencia política”, Editorial Letras, México, 1968: 132. Cfr. BARRAGÁN J., Luis (2017) “De la construcción parlamentaria del sentido común”, Revista Electrónica de Investigación y Asesoría Jurídica, Asamblea Nacional, Caracas, nr. 8; disponible, en: http://www.estudiosconstitucionales.com/REDIAJ/209-247.pdf [2] El asunto nos lleva a la dimensión social de las representaciones sociales. Vid. CASADO G., Elisa. “La teoría de las representaciones sociales”; en: CASADO, Elisa – CALONGE, Sary (2001) “Conocimiento social y sentido común”, Fondo Editorial de la Facultad de Humanidades y Educación, UCV, Caracas: 57 – 105. [3] Hay una lógica rentista que se traduce en la actual pugna de subsistencia y predominio de las mafias organizadas para capturar las divisas petroleras y realizar las de otras fuentes de origen delictivo, e, incluso, internacional. Entendemos por rentismo político, “la vertebración de los procesos sociales y políticos [que] pasa por acuerdos fundamentales en torno a cómo distribuir una renta – generada por pocos – definir prioridades, establecer objetivos, estimar el grado de acceso de los diversos sectores sociales a la misma”. Vid. SALAMANCA, Luis (1997) “Crisis de la modernización y crisis de la democracia en Venezuela”, UCV – ILDIS, Caracas: 91.- Luego, inferimos, el paradigma ya no tiene por actores a partidos políticos, gremios sociales, u otras expresiones organizadas de la sociedad, sino al crimen organizado que, variado, accede o intenta acceder al poder establecido, adquiriendo otros significados y consecuencias con la quiebra de la propia industria petrolera. [4] El mito político asociado a la renta, en un país que se jura infinitamente rico, orienta al fanatismo y, en definitiva, al vacío de liderazgo. Luce interesante revisar: ROMERO, Aníbal (1997) “Disolución social y pronóstico político”, Panapo, Caracas: 199-218. [5] Consideremos la adquisición de antiguos y poderosos conglomerados por compradores de una identidad desconocida por la opinión pública, abiertamente favorables a la dictadura. CAÑIZÁLEZ cree que tratamos de una compra preventiva: “Si bien hay inversiones, algunas de ellas por montos considerables […] la finalidad no es comercial. Quienes compran medios de comunicación en la Venezuela chavista se están blindando para cuando ya no estén en el poder”. Vid. CAÑIZÁLEZ, Andrés. “Los medios de comunicación social en Venezuela. El siglo XX como ícono de su desarrollo empresarial”; en: SPIRITTO, Fernando –STRAKA, Tomás [Coordinadores] (2019) “La economía venezolana en el siglo XX. Perspectiva sectorial”, IEPFT –KAS, Caracas: 327. [6] Entre propios y extraños, nunca hubo el interés cierto de arriesgar una polémica sobre la materia, acaso, es nuestra hipótesis, por las carencias teóricas, doctrinarias o ideológicas del liderazgo dominante. A modo de ilustración, GUERRA, conocedor del marxismo, ha reiterado un cuestionamiento del socialismo asumiendo una relativa perspectiva liberal hasta intentar el desmontaje de su carácter bolivariano, a juzgar el último de sus títulos, síntesis de los precedentes. Vid. GUERRA, José (2019) “El mito del socialismo bolivariano. Crónica de un fracaso que arruinó a Venezuela”, Dahbar Editores, Caracas. Poca o ninguna atención se le dispensó al ministro GIORDANI, quien – confesamente – admitió la anomalía de “encontrarnos ante la situación de un tipo de socialismo rentístico mientras duren los requerimientos de ese medio de producción no producido como es el petróleo”, a la espera de un Modelo Productivo Socialista que “será de un mediano plazo, sólo que para llegar allí se requiere recorrer un cierto trecho que debe comenzar desde ahora mismo”. Cfr. . GIORDANI C., Jorge A. (2009) “La transición venezolana al socialismo”, Vadell Hermanos, Caracas – Valencia: 83, 86. Nada nuevo, siguiendo a OLIVEROS y ÁLVAREZ: “ … Durante la bonanza petrolera, el chavismo logró construir un modelo que, sostenido por la expansión constante del gasto público, consiguió apoyo en amplios sectores de la sociedad”, siendo su “marca de fábrica”, aunque “desde finales de 2012, junto con la caída de los precios petroleros muestra que ese modelo caducó, llegó a su fin”. Cfr. OLIVEROS, Asdrúbal – ÁLVAREZ, Carlos Miguel. “Venezuela: un balance del socialismo del siglo XXI”; en: SPIRITTO, Fernando [Coordinador] (2017) “La nueva economía venezolana. Propuestas ante el colapso del socialismo rentista”, Editorial Alfa, Caracas: 86. Por consiguiente, la tercera paradoja, una suerte de ultraísmo rentista explica al socialismo que intenta sobrevivir sociológicamente del eco de los antiguos esplendores de la renta. [7] Entendida la modernidad, como una aspiración a mejores niveles de servicios públicos, educación, trabajo digno, ocio y entretenimiento, seguridad y garantías alimentarias. Vid. PERERA, Miguel Ángel (2012) “Venezuela ¿nación o tribu? La herencia de Chávez”, Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico, UCV, Caracas: 286. ELLNER, por cierto, se quejaba del análisis político centrado por mucho tiempo en las personalidades, estilos e instituciones políticas a “expensas del conflicto socioeconómico y otros asuntos fundamentales”. Cfr. ELLNER, Steve (2011) “El fenómeno Chávez: sus orígenes e impacto”, Fondo Editorial Tropykos – Centro Nacional de Libro, Caracas: 177. Sostenemos que el (sub) sistema político del socialismo del siglo XXI ha implosionado en términos socioeconómicos y su supervivencia ha de depender de la eficacia del movimiento chavista como expresión de un culto a la personalidad de significativos y torpes desarrollos. Cfr. SÁNCHEZ, Pablo Sergio. “Bolívar vive, la lucha sigue. La religión política bolivariana del movimiento chavista”; en: BUTTO, Luis Alberto – OLIVAR, José Alberto [Directores] (2018) “Entre el ardid y la epopeya”, Negro Sobre Blanco, Caracas: 151-176. [8] Curiosamente, los radicales de ayer, incluso, otrora simpatizantes o literalmente alzados en armas, en el ejercicio del poder, fustigan y descalifican a los que hoy estereotipan como opositores radicales, por muy pacíficos que sean en su desempeño y exigencias cívicas, traduciéndose en una “cultura conservadora forjada desde la derrota [que] ha permeado con mucha fuerza el ambiente político”, tiñendo de insensatez el debate público. Vid. BLANCO, Carlos (2017) “Síndrome del ex radical”; en: E Nacional, Caracas, 27/09. [9] En su conocido ejercicio de imaginación, HERRERA LUQUE supuso que la desintegración territorial venezolana obraría, además, por cuenta de las fuerzas conjuradas del fascismo internacional. En nuestro ejercicio de realidad, el presente habla de una conspiración alentada por el Foro de Sao Paulo. Vid. HERRERA LUQUE, Francisco (1992) “1998”, Grijalbo Mondadori, Caracas. [10] OLIVAR, por una parte, observa el pacto de redistribución interna del poder establecido, por lo demás, nada casual, coincidente con un año de numerosas, consecutivas y espontáneas protestas, como 2014, protocolizado a través del discurso pronunciado por el general Vladimir Padrino López en la Asamblea Nacional. Y es que, tampoco casual, ocupa todavía el ministerio de la Defensa. Éste, al hacer uso de la tribuna parlamentaria, advirtió que el llamado a desconocer a Maduro Moros equivaldría a una ofensa y afrenta a la corporación castrense, destacando el uso de la hipérbole para “transmitir a los adeptos la sensación de estar enfrentando una situación que exige grandes sacrificios equiparables a las glorias del pasado remoto”. Y, por la otra, puede aseverarse que la militaridad constituye una exacerbación de la herencia cultural, pues, procurando militarizar a la sociedad, su nota distintiva, “es axiomátca la visión patrimonialista y clientelar que esboza la almiranta Meléndez, al atribuir al poder militar, la condición no de custodios, sino de regentes del aparato estatal”. Vid. OLIVAR, José Alberto. “El discurso de orden del 5 de Julio de 2014, la FANB toma la tribuna”; en: BUTTÓ, Luis Alberto – OLIVAR, José Alberto [Coordinadores] (2016) “El Estado Cuartel en Venezuela: Radiografía de un proyecto autoritario”, Negro Sobre Blanco, Caracas: 153; y ---------- “La militaridad, prospecto ideológico del Estado Cuartel en Venezuela” en: BUTTÓ – OLIVAR [Directores] “Entre el ardid …”: 269. [11] EASTON alude a los “sistemas políticos internos de grupos y subgrupos […] para la vida política de la unidad”. Vid. EASTON, David (1965) “Esquema para el análisis político”, Amorrurto Editores, Buenos, Aires, 1973: 82. [12] Partiendo de una novela que cubre varios períodos históricos del país, TORRES es una tentación para especular sobre el presente venezolano, su vida y liderazgo político: “Mi hermano fue un fin de raza. Un personaje que cabalgó en la transición del país rural al país urbano. Yo no, yo fui decididamente un muchacho urbano, un televidente, un profesional de la democracia, un posible agente del desarrollo que se auguraba a la caída de Pérez Jiménez. En fin, mis mitos fueron otros”. Vid. TORRES, Ana Teresa (1999) “Los últimos espectadores del Acorazado Potemkin”, Monte Ávila Editores Latinoamericana, Caracas: 86. [13] Importa citar dos recientes y complementarios artículos de opinión: PÉREZ MORALES, Ovidio (2019) “Lógica del socialismo del siglo XXI”, en: El Nacional, Caracas, 12/09; y HERRERA, José Rafael (2019) “El efecto Burnout”, idem. [14] Siguiendo a EASTON, podemos incurrir en la ingenuidad de pensar confiadamente que “sólo fundándose el conocimiento de lo ocurrido o de la situación actual con respecto a la demanda o apoyo, podían dar aquellas [autoridades] una respuesta que reajuste, modifique corrija decisiones anteriores, inclusive la abstención de tomar una decisión”. Vid. Easton, D. “Esquema …”:177. Siéndolo básicamente, el (sub) sistema político del socialismo del siglo XXI atenta contra sí mismo, buscando cerrarse cada vez más y segregar cualesquiera disidencias. Por ello, le concedemos una mayor relevancia a su dimensión parapolítica, pues, inevitable, prosigue la conflictividad escondida en una retórica revolucionaria, no sin generar una cierta inflación verbal que toma distancia de las realidades insoslayables. Significa validar las preguntas formuladas por EASTON sobre la naturaleza real de las influencias que el (sub) sistema recibe y procesa, su operacionalidad, la experiencia acumulada para administrar las tensiones, las modalidades de retroalimentación, las expectativas modernizadoras y democráticas, la misma capacidad del sistema para sobrevivir. Cfr. EASTON, David. “Categorías para el análisis sistémico de la política”; en: EASTON, David [Compilador] (1966) “Enfoques sobre teoría política”, Amorrurtu Editoes, Buenos Aires, 1973: 231. [15] Observa SALAMANCA que, frente a las elecciones democráticas convencionales, las autoridades temporales y sustituibles, se ha impuesto el carácter plebiscitario, “concebidas por la clase gobernante como un medio de aclamación y ratificación de mano de un líder personalista y mesiánico”. Vid. SALAMANCA, Luis (2012) “¿Por qué vota la gente?”, Editorial Alfa, Carcas: 174. [16] Indica SALAMANCA que la protesta deviene movimiento social, más allá de lo sintomático, adquiriendo un carácter programático en lo político y social, expresando el sentimiento colectivo por el cambio, alcanzando niveles determinados de organización y permanencia, concediendo una identidad, para llenar un vacío. Vid. SALAMANCA, Luis (2011) “Protesta contra la tiranía: El nacimiento del movimiento ciudadano en Venezuela entre 1935 y 1937”, UCV, Caracas: 53 s., 355 s., 364. [17] Vid. GARCÍA PONCE, Guillermo (1999) “El doble legado y sus consecuencias”, en: El Universal, Caracas, 16/03. Integrante del departamento, el autor de marras suscribió – años antes - un estudio, a nuestro juicio, simplista, reiterativo y también panfletario, afianzado más por la crónica circunstancial que por un esfuerzo de mayor aliento histórico. Respecto a la opinión mayoritaria del pueblo, lo funmental fue que “Chávez arriesgó su vida y su carrera contra un enemigo común: un gobierno corrompido, culpable del deterioro de sus condiciones de vida, de la pobreza, el desempleo y el hambre”, confirmando el mesiansmo del barinés. Cfr. Departamento de Investigación de la Actualidad Política (1994) “Las nuevas tendencias políticas el venezolano”, Fondo Editorial Venezolano, Caracas: 93, 102. Un rápido vistazo a las décadas de los ’80 y `90 del ´XX, advertirá una multiplicación e intensificación de la discusión pública generada, a modo de ilustración, por los sectores académicos, comisiones como la presidencial para la Reforma del Estado o la parlamentaria para la Reforma Constitucional, entre otras iniciativas de poderosos sectores de la economía privada, conocidos como los grupos Roraima y Santa Lucía. Además del consabido grupo de los Notables, afianzados más por el veredicto moral, los de un inconfundible origen en la izquierda marxista de los ’60, indiferentes a los debates que provocó la derrota política y militar no aceptada y, mucho menos, asimilada, persistió una perspectiva anacrónica para el análisis que fue más terquedad o fijación, dibujada por el protagonista de la novela de TORRES: “ – No importa. Debemos verla de nuevo. Es indispensable para nuestra seguridad interior saber que el acorazado Potemkin existe”. Cfr. TORRES, A. T. Op. Cit.: 292. [18] Apelando a SALAMANCA, concluía que lo vivido era “la desorientación y la desintegración social producto del estancamiento de la vía venezolana a la modernización […] sin que haya podido dar con una en forma consistente”. Vid. SALAMANCA, L. “Crisis de la …”: 255. [19] Llama la atención que, al iniciarse el mandato de Chávez Frías, SALAMANCA advirtiera que los “apoyos se pierden por decisiones equivocadas, por un lenguaje desproporcionado y por no satisfacer las expectativas creadas”, además del juego de los factores de poder. Observados los superpoderes presidenciales y la formación militar del barinés, creyó que podía “deshilacharse” la trama de apoyos, para asegurar la existencia de condiciones democráticas para hacer una revolución. Cfr. SALAMANCA, Luis (1999) “Los peligros de Chavez”, en: El Universal, Caracas, 27/03. Luego, entendemos, aplazados ilimitadamente los problemas fundamentales, las formas se impusieron por encima del fondo, centrándose en el abuso discursivo del poder, la supuesta responsabilidad de terceros en el reiterado fracaso gubernamental y la enfermiza inflación de las expectativas para la definitiva militarización de la política y de los propios acontecimientos públicos.
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