Manadas, rebaños y recuas
Escrito por Andrés Moreno Arreche   
Miércoles, 12 de Agosto de 2009 09:51

altRecién termino de leer el interesante y esclarecedor artículo de Unai Amenábar (“¿Sociedad o manada?”) publicado en El Universal de hoy 12 de agosto, y una angustia se apoderó de mi: ¿Qué tal si El Innombrable locatario de Miraflores, ni siquiera nos trata como manadas, sino como... ? Porque, vamos a ser sinceros: El héroe del Museo Militar nos ha resultado un mandón como el que más. Manda en el país como quien dispone de los bienes y los semovientes humanos de una encomienda del Siglo XVII... Manda al exterior camionadas de dólares con la ligereza del irresponsable y la misma impronta extravagante como conduce su programa televisivo semanal... Manda batallones de soldados a la frontera como si se tratase de ‘soldaditos-de-plástico’ sobre un escenario de juego... Como sostiene mi hijo, “manda más que alternador de Caterpillar”, que a su saber y entender, es la pieza más duradera de los artilugios mecánicos de esa marca. No me consta.


Lo que sí me consta es que estamos peor que si fuésemos una manada gobernada por un macho alfa, porque las manadas son una agrupación de personas o animales donde predomina una jerarquía de poder, asentada en el líder o jefe del grupo, y me temo que ni eso somos para él. Para que predomine una jerarquía sobre otra se presupone la existencia, la pluralidad de éstas, y ‘eso’ no lo acepta El Prócer de Sabaneta. El quiere UN partido, mas no la pluralidad de organizaciones políticas con ideas y filosofías diferentes;  aspira UN medio impreso, no la diversidad de periódicos; desea veamos UN mensaje por la TV, así sea el mismo mensaje por ‘su’ cadena de televisoras, y sueña con que las 730 emisoras radiales AM y FM del país transmitan, a UNA voz su mensaje diario y en cadena. Visto así el país, ahí no hay manada alguna, aunque sí un macho alfa que intenta imponerse a dentelladas.


¿Será que nos quiere convertir en rebaño? Por ahí va el arreo, ya que él asume al país como un conjunto de personas que se mueven gregariamente o se dejan dirigir en sus opiniones y gustos, tal como si los 26 millones de habitantes de este país fuésemos una inmensa congregación de fieles devotos y conversos, o un hato gigantesco de semovientes humanos. Y es que no me quedan dudas: Chacumbele cree, ciegamente, que Venezuela es un rebaño al que controla con sus perros de ojos lindos, que sabanea con sus sabuesos de 4 letras, y que castiga con sus pastoras oxigenadas y una dócil manada de canis lupus que aúllan con el rabo entre las piernas cada vez que él les ladra desde el Palacio de Misia Jacinta. 


Y ni eso, un rebaño, somos para él. En el fondo oscuro e inextricable de su ausente corazón, somos una recua de mulas que él pretende conducir en reata, como tropilla de un mismo pelo rojo-rojito, por el despeñadero de una robolución que ya mostró, impúdica y grosera, las pústulas del autoritarismo comunistoide. Una recua, como aquellas que el Benemérito Juan Vicente condujo por los parajes andinos en su juventud, fuerte, sana y obediente, capaces de regresar por sí solas al redil de la montaña si quedasen escoteras, sin la dirección adecuada... ¡Y sin largar la carga!  


Pero lo que hace trascendente a cualquiera de las tres definiciones de país no es que él las asuma y se las crea, sino que nosotros las creamos y nos asumamos así. Ahí está el detalle.


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