Un genuino demócrata
Escrito por Ricardo Ciliberto Bustillos   
Lunes, 30 de Septiembre de 2024 00:00

altA comienzos de la tarde de aquel lunes 28 de septiembre en el Doctor’s Hospital en la ciudad de Nueva York,

aparte de la alteración de la consabida discreción y compostura que por lo general caracterizan a un centro médico, cundió una enorme tristeza: Había fallecido uno de los venezolanos más importantes del siglo XX a causa de un derrame cerebral.

Corría el año 1981. Gobernaba para ese entonces el Dr. Luis Herrera Campíns, destacado dirigente socialcristiano, quien días antes lo había invitado al Yankees Stadium para presenciar un juego de béisbol, deporte del que era un verdadero fanático. Cosa que a nadie sorprendería pues ya era natural y cotidiano, más allá de la diatriba y confrontación de criterios, el buen trato, la amistad y el respeto mutuo entre los dirigentes del país.

Rómulo Betancourt forma parte de esos personajes históricos que continúan y seguirán dando ejemplo de grandeza, rectitud y de asombrosas hazañas en procura de la democracia y libertad de los pueblos. Su vida fue una constante lucha por instaurar, precisamente, un régimen político donde el militarismo, la conculcación de las libertades, el defalco a las arcas públicas, la persecución y el exilio no tuviesen más cabida en esta sufrida patria.

Se empeñó con ahínco en que los venezolanos tuviésemos altos niveles de educación y desarrollo. En la primera oportunidad que fuera presidente de la república en 1945, desarrolló toda una actividad que permitió ejercer el derecho al sufragio a todos los venezolanos mayores de 18 años, supieran o no leer y escribir, para elegir directamente el primer mandatario nacional, asunto impensable enaquellos turbulentos tiempos. En el plano económico y social tuvo también resonantes éxitos.

Rómulo Betancourt, como se ha dicho, fue un gran ideólogo, organizador y estadista. Ramón J. Velásquez, expresidente de la república, destacado intelectual e historiador, lo enfatizó en memorables comentarios. En este orden, Betancourt dio mucha importancia a los fundamentos ideológicos y a las tesis políticas, económicas y sociales de lo que podría entenderse como la social-democracia vernácula. Además, insistió en que la actividad política estuviese basada en una férrea organización de partidos con miras a enterrar aquella inveterada costumbre de practicarla mediante cuartelazos, caudillos y madrugonazos. A eso dedicó grandes jornadas y desvelos hasta llegar a la conformación de esa gran alianza de clases llamada Acción Democrática, por desgracia hoy venida a menos.

Como estadista, su obsesión por establecer la democracia, no solo en Venezuela sino en toda Latinoamérica, es archi conocida. Dedicó grandes páginas y enjundiosos estudios sobre estos temas que, a pesar del tiempo, continúan sirviendo de guía y faro, sobre todo, para no dejarnos confundir y mucho menos engañar por supuestos mesías, promotores del populismo, la demagogia y el personalismo.

Tuvimos algunas ocasiones de conversar. Lo conocí cuando apenas era un niño en Puerto Rico. Mi padre exiliado, iba frecuentemente a visitarlo en su casa en Breñas. Igual hacía Betancourt en la nuestra. Ya adulto, intercambiamos algunas palabras en actos muy propios del partido y en algunas cordiales reuniones particulares y familiares.

Vaya mi admiración, aprecio y respeto por este genuino demócrata. Se nos fue con apenas 73 años de edad. Toda una vida dedicada afanosamente en construir una verdadera república y en hacernos auténticos ciudadanos.

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