Del discurso parlamentario y Domingo Irwin
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Miércoles, 14 de Agosto de 2024 00:05

altUna tarde de 2005, entramos a la librería Macondo del Centro Comercial Chacaíto en la búsqueda de un título de vieja data

que nos faltaba del autor más publicitado en década y tanta sobre la cuestión militar. Desde principios de siglo, nos había interesado la materia;  sobre todo, a raíz de la irrepetido y peculiar debate parlamentario del proyecto de Ley Orgánica de la Fuerza Armada que nos dejó inconformes.

El título de marras, no lo conseguimos. Sin embargo, atento, el librero, Pedro Pérez, proveniente de los mejores tiempos del pasillo de Ingeniería de la Universidad Central de Venezuela,  nos enseñó la obra de un autor que no conocíamos, comentándola con sobriedad. Y, con Domingo Irwin, el autor, descubrimos la otra perspectiva de un problemario exigente e innovador para la centuria que todavía sorprende a propios y extraños. 

Por entonces, comenzamos a conocer la escuela de reflexión creada por Irwin de acreditados y  talentosos discípulos.  Además, en un país de empobrecido mercado editorial, agotaban sus mejores esfuerzos por publicar sus más rigurosos trabajos de investigación.

Ocupando una curul de la Asamblea Nacional electa en 2010, tanto o más riesgosa, difícil y peligrosa para la oposición que la de 2015, reglamentariamente nos destinaron a la Comisión Permanente de Cultura, iniciando nuestras labores con la lidia de una propuesta legal del oficialismo que no obstó para ventilar los asuntos castrenses. En efecto, muy controlados los debates en la cámara por la mayoría gubernamental, impidiendo tocar los temas más sensibles para la opinión pública, se vio obligada a procesar las copiosas solicitudes de crédito adicional y a admitir a uno o dos oradores de la bancada contraria a los dos o tres de los miraflorinos que abrían y cerraban la discusión; acotemos, en ocasiones, no dejaban intervenir a la oposición, o en otras,  ésta no lo hacía quizá hastiada de repetir los argumentos y el rechazo, posiblemente reservados los más destacados oradores de la primera hora para los mejores y estelares temas que nunca llegaron,  por lo que optamos por participar también con el tema militar en la rutina crediticia. 

Un día de 2013, surgió Irwin en la Asamblea Nacional contribuyendo  con nuestros alegatos para esa otra perspectiva tan necesaria y, faltando poco,  contrastante con la que se hizo hábito por más de cincuenta, cien y más años de parlamento.  Vale decir, con toda la modestia el mundo lo afirmamos, comenzó a variar el discurso asambleario sobre lo civil y lo militar respecto a las posturas tradicionales, afianzándose un poco más después de 2016 y que no terminó de hacerse una estable doctrinaria parlamentaria, comprendida y compartida por otras individualidades y bancadas, por un motivo fundamental e ineludible: la supervivencia de la oposición democrática y de la propia institución parlamentaria impidió la más pausada revisión de las antiguas posturas conceptuales y esquemas de análisis, privilegiado el tratamiento de las circunstancias específicas e inmediatas derivadas del absurdo desacato que esgrimió el oficialismo; acotemos, el suscrito compartió el panel con dos académicos asociados al ideario irwiniano al comenzar el período constitucional en un foro abierto realizado en el llamado Museo Boliviano, bajo la responsabilidad de la Dirección de Investigaciones de la Asamblea, ejemplificando así el camino que ya tomaba la difusión de la tesis.

Presumimos que avanzaba 2014, cuando nos contactaron los doctores José Alberto Olivar y Luis Buttó y, aceptando la invitación, convinimos en una conversación que fue larga y grata en la Universidad Católica Andrés Bello. Por ellos, supimos de la entusiasta reacción que tuvo el doctor Irwin al saber que sus tesis las pincelábamos en el hemiciclo, expuestas en apenas cinco minutos reglamentariamente establecidos de oportunidades que teníamos que cazar para intervenir, por cierto, con un Orden del Día que se conocía sólo al iniciarse las sesiones. 

Lamentablemente, no hubo ocasión para conocer y compartir ideas personalmente con Domingo, fallecido mes y tanto antes de la reunión de la Católica, pero – como un tributo espontáneo a su  memoria – establecimos una importante y fructífera relación de trabajo entre parlamento y universidad, a propósito del desarrollo de temas como el de las relaciones civiles y militares, el Esequibo, y la defensa del aula superior en Venezuela. E, incluso, el salón Francisco de Miranda del Palacio Federal Legislativo fue escenario para la presentación del libro sobre el Estado Cuartel que presentamos junto al diputado Edgar Zambrano, por entonces, presidente de la Comisión Permanente de Defensa, y ayudamos a abrir canales con los medios de comunicación para el valioso grupo académico.

Normalizada la vida institucional del país, podrá calibrarse mejor el aporte del viejo Domingo al discurso parlamentario que necesariamente ha de completar su renovación, por lo menos, respecto al ámbito castrense.  Convengamos, el liderazgo democrático ha de actualizarse con urgencia.

La reciente y merecida designación del doctor Olivar como individuo de número de la Academia Nacional de la Historia es una demostración de la valía de un maestro como el doctor Irwin. A diez años de su fallecimiento, lo recordamos con respeto y admiración.

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