Crisis de la modernidad en Venezuela: Del proyecto ilustrado al colapso rentista
Escrito por Douglas C. Ramírez Vera | @AccHumGremial   
Miércoles, 25 de Junio de 2025 00:00

altEl modernismo, como proyecto filosófico y político, prometió a Venezuela progreso, racionalidad y emancipación a través del Estado-nación y la explotación petrolera.

Inspirado en los ideales ilustrados de la modernidad, que en principio lo financió la renta petrolera, llevó al modelo venezolano (1958-1998) a buscar transformar al país en una sociedad industrializada y democrática. Sin embargo, su implementación incompleta y las contradicciones internas de la modernidad —como la alienación, la burocratización y la desigualdad— derivaron en una crisis multidimensional.

En este ensayo se analiza cómo Venezuela transitó de un modernismo tecnocrático a un anti-modernismo populista (encarnado en el chavismo) y, finalmente, a una fragmentación posmoderna, donde conviven la desinstitucionalización, la economía rentista y la pérdida de relatos colectivos. A través de ejemplos históricos y teóricos —como la crítica de Nietzsche al racionalismo, la "ley de hierro de la oligarquía" de Robert Michels y el escepticismo posmoderno de Lyotard—, se explora por qué el país es un caso paradigmático del fracaso de la modernidad en América Latina. La tesis central es que Venezuela encapsula las tensiones irresueltas entre la promesa ilustrada y su colapso en autoritarismo y caos social.

 

I. El proyecto modernista venezolano: Promesas y contradicciones

La Venezuela del siglo XX abrazó el modernismo bajo el lema de "sembrar el petróleo", replicando el ideal ilustrado de progreso técnico y movilidad social. Durante la democracia civil (1958–1998), se crearon instituciones como PDVSA y el Banco Central, se expandió la educación pública y se promovió la industrialización. Este modelo se sustentaba en tres pilares:

  1. Fe en la razón técnica: La planificación estatal y la tecnocracia eran vistas como motores del desarrollo.
  2. Secularización: Separación entre Iglesia y Estado, con énfasis en la educación laica.
  3. Individualismo jurídico: Promoción de derechos ciudadanos formales.

Sin embargo, el proyecto modernizador falló en sus fundamentos:

  • Economía rentista: La dependencia del petróleo (90% de las exportaciones) inhibió la diversificación productiva, generando una "cultura del subsidio".
  • Instituciones débiles: La corrupción y el clientelismo minaron la eficacia estatal. La burocracia se volvió "deshumanizada y opaca".
  • Exclusión social: El crecimiento económico no redujo la desigualdad. Para 1998, el 60% de la población vivía en pobreza (datos del INE), lo que deslegitimó el modelo.

Estas contradicciones reflejan los "efectos negativos del modernismo", la racionalización excesiva y la mercantilización de la vida generaron desarraigo y crisis de sentido, preparando el terreno para una reacción antimoderna.

 

II. El anti-modernismo chavista: Crítica y regresión

El chavismo emergió en 1999 como una reacción antimoderna frente a las fallas del proyecto liberal. Su discurso combinó:

  • Rechazo al liberalismo: Crítica a la democracia representativa ("partidocracia") y al capitalismo global ("imperialismo").
  • Mito fundacional: Exaltación de Bolívar como símbolo de unidad orgánica, replicando la nostalgia antimoderna por el orden tradicional.
  • Hiperconcentración del poder: Uso de herramientas modernas (leyes habilitantes, control de medios, fortalecimiento de mecanismos clientelares, control electrónico como la plataforma Patria) para fines autoritarios.

No obstante, el chavismo profundizó las contradicciones:

  • Nomenclatura rentista: Como advierte Michels, una élite capturó el Estado, administrando el petróleo como "botín político". Ejemplo: la creación de empresas mixtas opacas.
  • Desinstitucionalización: Sustitución de normas por decisiones discrecionales. Entre 1999 y 2023, el Tribunal Supremo de Justicia emitió 45.000 sentencias sin contradicción (ONG Provea).
  • Economía híbrida: Discursos anti-capitalistas con prácticas extractivistas

Este anti-modernismo "simbólico" pero moderno en sus métodos, exacerbó la crisis, llevando al país a una etapa posmoderna.

 

III. Posmodernidad y fragmentación: La Venezuela actual

La crisis actual (2013–presente) refleja rasgos posmodernos:

  1. Fin de los "grandes relatos": El discurso del progreso se sustituyó por micropolíticas identitarias (comunas, colectivos). Como Lyotard lo anticipó: la incredulidad hacia metarrelatos como "desarrollo" o "democracia".
  2. Economía simbólica: Dolarización informal (80% de las transacciones, según Ecoanalítica) y trueque remplazaron al sistema financiero.
  3. Fragmentación social: La diáspora (+8 millones de venezolanos) y la emergencia de redes paralelas muestran una sociedad desarticulada.

En este escenario, donde conviven modernidad fallida (infraestructura colapsada), anti-modernismo (discursos mesiánicos) y posmodernidad (pluralismo caótico), ilustra el agotamiento de un ciclo histórico.

IV.  Conclusión:

En resumen, se puede decir que la realidad de Venezuela encapsula el agotamiento de la modernidad: un país que, tras confiar en la razón y el petróleo, colapsó en autoritarismo, desigualdad y caos posmoderno. El caso venezolano advierte sobre los riesgos de modernizaciones incompletas y la “fetichización” de la renta. Para reconstruirse, el país necesita superar tanto el utopismo tecnocrático como el anti-modernismo nostálgico, buscando un modelo que combine instituciones sólidas, pluralismo y justicia social. Como enseñan las críticas de Nietzsche y Foucault, la emancipación requiere más que progreso material: exige democratizar el poder y resignificar el contrato social.

Venezuela encapsula las tensiones irresueltas de la modernidad: un país que, tras confiar en la razón y el petróleo, colapsó en autoritarismo y fragmentación. El caso demuestra que:

  1. El modernismo sin instituciones sólidas deriva en regresión. La tecnocracia petrolera no construyó ciudadanía.
  2. El anti-modernismo populista reproduce los males que critica. El chavismo usó el Estado para centralizar el poder.
  3. La posmodernidad no es emancipación, sino caos adaptativo. La economía informal y la diáspora son síntomas de un país sin rumbo.

Para reconstruirse, Venezuela debe evitar tanto el utopismo tecnocrático como el anti-modernismo nostálgico. Como enseñan Foucault y Derrida, la emancipación requiere democratizar el poder y aceptar el pluralismo, pero con instituciones que garanticen derechos.

El petróleo ya no basta: el futuro exige reinvención política y económica.

 


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