De una breve nota cinematográfica sobre la inmigración |
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj |
Lunes, 10 de Marzo de 2025 07:55 |
Empero, hemos logrado algunas horas de obscuridad para evocar el título de una vieja compilación cinematográfica de Juan Nuño. Por supuesto, suscitado el interés por las películas nominadas al Oscar, accedimos a una pequeña muestra. Por cierto, extrañamos aquellos tiempos en los que acudíamos a las salas más concurridas de exhibición de los filmes candidateados, interesándonos al mismo tiempo por los ciclos que hábil y oportunamente abría la Cinemateca Nacional en torno a los grandes clásicos de Hollywood. Por afinidad de géneros, directores o actores, la programación alternativa también contaba con un foro al final de la función bajo la responsabilidad de uno o dos críticos especializados, cosa que ocurría menos en las otras referencias citadinas, como La Previsora o Centro Plaza, y su repertorio también europeo y, a veces, latinoamericano. Recientemente, “Flow” de Gints Zilbalodis (se dice, convertido en una suerte de héroe nacional en su natal Letonia), se hizo acreedora del Oscar como la mejor animación y con sobrada razón, pues, es una obra maestra del silencio aterrador de la palabra que se pronuncia, compensado por el otro lenguaje: el de la naturaleza; y la admirable narración fue sostenida hasta bien avanzada la obra, aunque aflojó con el descenso de las aguas para fortuna del gato resignadamente acuífero y sus amigos de circunstancias. Término aceptado por la Real Academia de la Lengua Española que, por cierto, alguna diferencia tiene con los académicos que premian el espectáculo fílmico, el biopic de Bob Dylan es, a nuestro modo de ver, un musical, un desfile de éxitos, un mosaico que se hace tedioso, pero no una película, una articulada película que desperdició la ocasión de tener escenarios y situaciones que hablasen y explicase al cantautor, como la otrora ciudad de Nueva York y la cita con Luther King en Washington (mejor trabajada en “Forrest Gump” de Robert Zemeckis, 1994); siendo tan pedante Dylan, en “Un completo desconocido” de James Mangold, el protagonista, Chalamet, parece más arrogante, por lo que puede decirse que Bob fue quien interpretó a Timothée. Un largo video de dos autorizados críticos, hicieron leña de “El brutalista” de Brady Corbet, por lo que la comenzamos a ver predispuestos, pero a medida que avanzaba nos convencimos de una extraordinaria pieza que muy bien requirió de las tres horas y media de proyección con un manejo estupendo del drama y un guión que fluyó convincentemente, como el de Corbet y Mona Fastvold. Diferente a lo concluido por el par de críticos en cuestión, la arquitectura estuvo presente hasta en algunos detalles del film, como la modificación intentada en la ejecución del proyecto para ahorrar recursos. No obstante, hay una realidad que conmueve profundamente: la del inmigrante. Permítannos esta breve nota, porque tenemos en mente a la diáspora – un término amable – venezolana que más sufre, y lo ocurrido por László Tóth, el protagonista magníficamente representado por Adrien Brody, en tiempos en los que no estaba avanzado el derecho migratorio, siendo menores las oportunidades de contar con abogados diestros y mayores los prejuicios étnicos y religiosos, inevitablemente nos interpelan en torno a los paisanos más empobrecidos y al fenómeno llamado seguritización. Pudo ser una cinta que se conformase con desnudar los excesos de un típico mulimillonario que despreciara al judío y al negro, pero rápidamente avanzó del estereotipo que incluye al que se hace del católico, a una denuncia de la trágica experiencia del inmigrante extremadamente pobre, humillado, perdido que, a pesar de la suerte que corrió al reconocérsele como un profesional de la arquitectura y de contar con posibilidades de buen ingreso, o de recuperar a su esposa (lo hizo muy bien Felicity Jones como una Erzsébet Tóth de temple y sensualidad), sufrió hasta de una violación del ricachón en una escena inesperada: un peliculón.
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