En agosto nos vemos y otras resurrecciones
Escrito por Alirio Pérez Lo Presti | X: @perezlopresti   
Martes, 19 de Marzo de 2024 00:00

altVolver a García Márquez es siempre reconfortante.

A veces, retomo alguno de sus reportajes u ojeo una de sus obras y me divierto. Es casi imposible que no aparezca su nombre en una conversación que gire en torno a la literatura. Incluso la leyenda en relación con lo que pasó mientras escribía Cien años de soledad resuena tanto como la obra, así como su conceptuación de la literatura. Es que el colombiano conquistó el siglo XX con su excepcional legado y sigue sumando en lo que va del XXI. Lo que nunca imaginé de Gabriel García Márquez es que iba a sorprenderme con un texto póstumo, el cual agradezco que se haya publicado, porque la calidad de estas páginas no debía quedar por fuera de la historia de la literatura. 

Por una paradoja que sólo va de la mano con lo demencial (en su sentido literario y no literal), Ana Magdalena Bach tal vez sea el más “garciamarquiano” de todos los personajes del escritor y su entrada al universo del arte sigue a pie juntillas la fórmula que preconizaba el premio Nobel: “Tratar de cautivar al lector desde el primer párrafo”, que justo se desarrolla de esta manera: “Volvió a la isla el viernes 16 de agosto en el transbordador de las tres de la tarde. Llevaba pantalones vaqueros, camisa de cuadros escoceses, zapatos sencillos de tacón bajo y sin medias, una sombrilla de raso, su bolso de mano y como único equipaje un maletín de playa. En la fila de taxis del muelle fue directa a un modelo viejo carcomido por el salitre. El chofer la recibió con un saludo de amigo y la llevó dando tumbos a través del pueblo indigente, con casas de bahareque, techos de palma amarga y calles de arena ardiente frente a un mar en llamas. Tuvo que hacer cabriolas para sortear los cerdos impávidos y a los niños desnudos que lo burlaban con pases de torero.” Después de acá no podemos dejar de leer sin detenernos hasta el final. 

Ese comienzo es la marca de lo que va a ocurrir y en una orientación propia de quien tiene mucho oficio, cada palabra es artífice de lo más elevado del arte. En la novela En agosto nos vemos, así como ocurre en la totalidad de la obra del colombiano, lo poético y el arte de la narrativa van sumando para hacernos este regalo que no esperábamos. El caribe no sólo se nos presenta de la manera descarnada que tanto conocemos, sino que la atmósfera de lo violento acompaña un erotismo desbordante. Todo esto hace de ese lugar único y mejor por muchas razones, entre las cuales está el hecho de que parte de nuestra experiencia vital ocurrió en esos escenarios que son el nicho de la creatividad de este autor. 

Tiene la obra tres elementos clásicos propios de García Márquez: Un comienzo que atrapa, una historia que fascina y un final absoluto. En esta ocasión, el comienzo y el final son de esperar si consideramos la totalidad de la obra del autor. La sorpresa está en la historia en sí, que además de ser totalmente inesperada, tiene elementos transgresores a rabiar que la hacen única dentro de la suma de sus escritos e incluso supera en cuanto a historia a alguno que otro de sus muy conocidos libros. En agosto nos vemos es una novela cuya trama es difícil de imaginar por quien no haya tenido referencias directas del libro y que llega a tener elementos de brutalidad que la hacen inédita en el universo “garciamarquiano”. Es sin dudas y por lejos la obra de mayor contenido erótico del escritor y ese erotismo, que va de la mano con la búsqueda azarosa del placer y la sexualidad fugaz y anónima, hacen que la propuesta sea disruptiva y original. 

Un buen comienzo, una buena historia, un excelente final y una manera de contarla que la hace ligera de leer y fácil de entender nos induce a que las personas a quienes les gusta la literatura se lancen de cabeza en estas páginas fascinantes de personajes que son la encarnación de lo mejor y lo peor de lo humano. A la par, como tantas veces nos lo asomó en vida, hay temas que para García Márquez eran de importancia capital, como por ejemplo el amor.

En García Márquez ocurre que cuando trata el tema de lo amatorio pasen varios fenómenos. Puede que nos recree la idea de un amor hiper idealizado, como ocurre en el cuento El rastro de tu sangre en la nieve, que sin dudas se trata de una historia de amor. También puede que desarrolle lo amatorio como en El amor en los tiempos del cólera, en donde pareciera que hay varias maneras de amar. También puede ocurrir como en Cien años de soledad, donde la aparición del único amor de toda la novela pone fin a la estirpe. En el caso de En agosto nos vemos, el trato del mismo tema es muy diferente y se conjuga el realismo mágico y los amoríos desvariados con el pragmatismo al cual tienden los vínculos entre los hombres y las mujeres. En esta novela trata de manera diferente el mismo asunto. Lo trata de forma tan distinta que abre otra vertiente al argumento de lo que representa el amor y por supuesto, el desamor. 

Todo esto habla de la gran capacidad del autor de trabajar sobre un mismo tópico de diferentes formas. Tantas como historias de amor contadas. Para el arte literario, se ha sumado un nuevo aporte. ¡Qué fortuna que no se haya perdido este libro y que maravilla haber podido disfrutarlo!

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