Día del Colaboracionismo Indígena
Escrito por Ángel Rafael Lombardi Boscán | X: @lombardiboscan   
Lunes, 17 de Octubre de 2011 04:08

altEl pasado es una reinvención engañosa de carácter permanente y que tiene como lente deformador principal a los entes políticos que prevalecen en un presente dado.

Es más, la historia, el pasado, siempre sucumbe a la mirada interesada e ideologizada de quienes acomodan los recuerdos a su propia lógica y defensa partidista. En suma, la historia se convierte en ficción, en un invento con carta de identidad propia tendiente a suplantar los hechos en sí.

Hoy con Chávez el 12 de Octubre es “Día de la Resistencia Indígena”, y a las tres carabelas se les destruye dentro de una plaza emblemática caraqueña y sobre sus restos se alza nada más y nada menos que el “Leander”, buque insignia de Francisco de Miranda en su intento militar por invadir el país en 1806. Que una cosa no tenga nada que ver con la otra: poco importa. La imposición de un pasado se hace así, a lo bravo, teniendo la capacidad por desmontar las versiones al uso y en ser capaz de proponer otras.

Muchos ingenuos hoy asumen que con el “proceso” nuestros indígenas están mucho mejor que antes, y la verdad es que basta con visitarles para desmentir ésta suposición. Siguen postrados desde una nimiedad vergonzosa, camuflajeados por una retorica salvacionista sin efectos prácticos, salvo una que otra excepción.

Cuando éste gobierno fenezca, como le ocurre a todo asunto humano, y venga otro, de seguro que le cambiará el nombre a la “celebración” del 12 de Octubre de 1492. Es probable que lo rebauticen como “Día del Colaboracionismo Indígena”, una secuela de éste proceso un tanto obnubilado por su dirección opuesta: la resistencia. Y es que así como hubo pueblos americanos que resistieron militarmente al conquistador español, también los hubo, y en demasía por cierto, quienes gustoso les ofrecieron pertrechos, y sobre todo, soldados, para acabar con sus enemigos más execrables, que precisamente y valga la acotación, no fueron en un primer momento la debilucha avanzada de Colón, Pánfilo de Narváez, Pedro de Alvarado, Hernán Cortés y Francisco Pizarro.

Sino como entender la desigual contienda que recogen las crónicas entre los centenares hombres de Cortes y los millares que formaban parte del aguerrido Imperio Azteca, enseñoreado éste a todo lo largo y ancho de la geografía mesoamericana. Y muchas veces las respuestas en la historia son mucho más sencillas que la maraña de explicaciones supersticiosas y fantasiosas tan de gusto para las mayorías.

Lo cierto del caso es que Cortés y sus aliados, de manera muy especial el pueblo tlaxcalteca, organizaron una coalición hispano-indígena para acabar con el Imperio dominante por ese entonces, el de los Aztecas. Así tenemos que la enemistad entre los propios indígenas creó las condiciones para que muchos de ellos fueran colaboracionistas hacia los españoles. En el caso venezolano es fácil intuir que los pacíficos Arawuacos se hayan puestos más que contentos cuando sus terribles y odiados enemigos, los Caribes, fueron sometidos a sangre y fuego por parte de los españoles. Y ni hablar de la india “Malinche”, amante e intérprete de Hernán Cortés, colaboradora entusiasta de los recién llegados. Así tenemos que en la historia hay que relativizarlo todo, y las distintas versiones o etiquetas al uso no tanto dependen de los hechos en sí, sino de las modas políticos/ideológicas de turno.


DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTORICOS DE LUZ


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