La declinación del César
Escrito por Enrique Ochoa Antich   
Lunes, 17 de Octubre de 2011 06:42

altLos hay y no son pocos, pero tampoco son numerosísimos los ejemplos de madurez en este oficio apasionado y apasionante que es la política. El poder, la ambición de poder, es una de las pulsiones más íntimas de la condición humana. Así como la legítima aspiración de hacer historia para bien de todos que es en fin de cuentas la "ultima ratio" de la vocación de quienes hemos entregado la vida toda al ejercicio de los asuntos públicos: la política.

Ahora que vemos a muchos desbarrancarse por los abismos de la vanidad más inútil, que sin dolientes ni pertinencia ninguna pretenden inscribir sus nombres como competidores (¿competidores?) en las elecciones primarias de febrero, piensa uno en la frase aquélla (¿fue Guzmán quien la pronunció?): ¡Qué bruta es la gente inteligente! Si alguien podía aspirar a esa candidatura presidencial de la Venezuela democrática era César Pérez Vivas. Tiene, como sabemos, la cultura y la preparación necesarias.

Viene de un largo oficio público como dirigente de su partido, el socialcristiano Copei, y como parlamentario y gobernador. Y en algún momento calculó, como me lo dijo en repetidas ocasiones, que las circunstancias internas de algunos de los partidos principales de la oposición le permitían alcanzar su cometido.

Pero lo más importante: en él su aspiración no se cocinaba en su propia salsa, en el menjurje pestilente del egocentrismo y del narcisismo, sino que tenía una motivación, gente que demandaba la presencia de su nombre en las elecciones primarias: sus compañeros de partido que con centenares de miles de votos en sus alforjas podían acariciar la idea de que uno de los suyos los representara en la contienda; y sus paisanos del Táchira a quienes él ha representado y defendido con gallardía y honor frente a la más feroz acometida de una autocracia de inspiración fascista y comunista que por naturaleza tiene en el centralismo la piedra angular de su proyecto. Así que, incluso para perder (para ganar perdiendo, digamos), la precandidatura de César Pérez Vivas tenía sentido.

Pero acabamos de ser testigos de un gesto no tan usual de responsabilidad que otros, muchos otros deberían imitar: con sentido de historia, mirando hacia adelante, empinándose sobre sí mismo, y privilegiando los intereses generales de la unidad, la democracia y la nación por encima de cierta pequeñez humana que todos llevamos dentro: el demonio de la vanidad, César Pérez Vivas ha declinado su precandidatura presidencial para las primarias de febrero. Y algo más: al hacerlo, ha subrayado que en adelante su actuación política se somete, como tiene que ser, a la voluntad colectiva del partido político al cual pertenece, Copei. Con Manuel Rosales podría repetir: "Es la hora de la patria".

Así que desde estas líneas quería saludar el proceder de César. Buen ejemplo para muchos.

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@EOchoaAntich

TC


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