La extinción del agua potable
Escrito por Santiago Quintero   
Lunes, 12 de Septiembre de 2011 07:33

altPrimero se acabará el agua potable que el petróleo. Y sin embargo, nadie parece darse cuenta de ello. Da la impresión que el problema es tan colosal, que el ser humano de nuestra contemporaneidad por estar tan cerca de él, sufre de lo que Nathan Hagens ha denominado disonancia cognoscitiva. El ruido que produce el problema es tan gigantesco, que nuestras conciencias adoptan la sordera como mecanismo de defensa e ignoran el inminente colapso de nuestra civilización por falta de agua .Y nadie parece estar medianamente lejos para advertirnos con la voz de alarma de su inminente advenimiento.

Se ha dicho que nuestra civilización es la del petróleo y la energía barata. Otros aducen que los términos industrial, nuclear, informático o tecnológico le sientan mejor. Para mí esos son los apellidos de la civilización dependiendo del hecho puntual con el cual queramos casarla .Su nombre real es civilización del agua. Ella nos ha estado acompañando desde el principio de la sociedad humana. Su encuentro, nos permitió vivir tras su rastro durante más de dos millones de años. Cuando la vegetación cambió, luego del advenimiento de las glaciaciones y con ellas el ciclo climático, se formaron amplios acuíferos que alimentaron una nutrida red de aguas subterráneas que potenciaron la prosperidad de las gramíneas en las praderas, con el consecuente aprovechamiento nuestro a través del advenimiento de la agricultura. Así, con el retiro de las grandes masas de hielo, se llenó la tierra de manantiales y valles, en donde cultivamos el trigo, el maíz, el arroz y la cebada .Los hombres de trigo son los europeos, los hombres de maíz los americanos, los hombres de arroz los asiáticos. De esa manera, bajo la "sombra" de una gramínea, dejamos de ser nómadas para ser agricultores. Así la "primogenitura", el protagonismo, pasa del "nómada" Esaú al "sedentario" Jacob. Del cazador al agricultor, quien posibilitaría la prosperidad de la agricultura, con ella la produccion de alimentos y con esta el superávit para crear el comercio en las ciudades.A lo largo del camino desde el vientre africano del cual provenimos todos, hasta la era "sabermétrica" donde todo lo cuantificamos hasta la calidad, el agua ha sido el cordón umbilical que nos dió vida. Todo lo hicimos posible bajo el amparo del agua. Todos somos hombres de agua.

Las grandes civilizaciones, un momento antes de caer, lo hicieron por la falta de agua. Esta es la parte de la historia que no se cuenta. No se cuenta que el indebido uso de los recursos naturales, esos que llamamos renovables, se tradujo en la falta de agua sin la cual la ciudad no era posible. Y en consecuencia, colapsaron las civilizaciones que dejaron de contar con ella.

El agua nos fija un límite para construir, una cota para crecer. Nos indica que los recursos son finitos y que el más valioso de ellos, el agua, es mucho más importante que los combustibles fósiles que aceleraron el crecimiento o el oro que permitió la consolidación de los estados nacionales y el sistema financiero internacional. Podemos sobrevivir al agotamiento del petróleo sustituyéndolo por energías alternativas. El agua no tiene sustituto. Es la base de nuestra vida, de nuestra civilización, de nuestra economía .La real moneda que nos permite vivir. Cuando las generaciones futuras lean sobre nuestras preocupaciones del presente, se preguntarán ¿En que estaban pensando?

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