Tomar los medios y apagar al pueblo |
Escrito por Santiago Quintero |
Jueves, 30 de Julio de 2009 08:17 |
![]() que forma parte indiscutible del corazón de la cultura venezolana, esa misma cultura a la que le secuestraron el Ateneo de Caracas, el esfuerzo más notable y más exitoso en la promoción cultural de nuestro país y sus valores. ¿Por qué se golpea así a la nacionalidad? “¿Qué hace aquí colgada de un látigo la palabra amor?”, como dijera el poeta Rafael Cadenas. ¿Cuál es el amor que se le profesa al pueblo cuando se le secuestran los espacios de su libertad, de su elección? Pareciera que la libertad de expresión, la libertad de pensamiento, la libertad de elección, la libertad privada en democracia que se traduce en su propiedad privada, en su trabajo, en un estudio sin adoctrinamientos, atentaran contra la pretensión del pensamiento único y totalitario. Y es verdad. Nada es tan irreconciliable con la libertad que el totalitarismo aunque se disfrace de pueblo y revolución para engañarlo. La radio es la “voz del pueblo”. Se dice que la voz del pueblo es la voz de dios. Resulta ser ahora que la legítima radio es ilegal. Entonces también es ilegal la voz del legítimo pueblo, y en consecuencia la voz del legítimo Dios. Cuando tantas cosas legítimas son ilegales, cuando hasta el mismísimo legítimo pueblo es ilegal, lo que se reconoce como legal se llena de todas las sospechas. Porque la legalidad sin legitimidad es un cascarón vacío. Y cuando el pueblo salga del sopor y de su adormecimiento, y se dé cuenta que lo gobierna un cascarón legal vacío de lo legítimo, entonces irá tras ese cascarón y lo romperá. Romperá de nuevo las cadenas como dice su Himno Nacional y revertirá todo aquello que se haya creado para sojuzgarlo. La radio es la garganta del pueblo, es el medio a través del cual expresa públicamente su protesta, su idiosincrasia. La radio es el medio protagónico del pueblo, porque habla con el pueblo y como el pueblo. Cuando la radio habla, el pueblo se escucha a sí mismo. Pretender encadenar la conciencia del pueblo por la megalómana, paranoica y egocéntrica pretensión del poder de escucharse a sí mismo y no la voz del pueblo que es la voz de Dios, es pretender esclavizar a un país libre que romperá al unísono las cadenas que lo agobian por voluntad del imperio absoluto de la tiranía totalitaria que se pretende crear tras el chantaje al pueblo y sus medios. En medio de todo ello, el poder, cual Robespierre redivivo, pretende el monopolio de todas las virtudes para guillotinar con el terror la libertad que hace doscientos años proclamaron nuestros verdaderos libertadores, y no estas caricaturas bizarras que han usufructuado en su nombre el sudor del pueblo en un trabajo de siglos. También en nombre de Cristo, el poder absoluto ha aniquilado vidas y conciencias. Ocurrió cuando se llamó Inquisición y se quemaba, se enjuiciaba, se torturaba a todo aquél que buscara una luz de verdad. Ocurrió cuando el infame Robespierre utilizó como quiso la palabra revolución para vestir con galas su supuesta e incorruptible virtud con la sangre de Francia. Pero Robespierre se equivocó. Como se equivocó Mussolini. Como se equivocó Stalin. Como se equivocan todos los tiranos cuando se asoman a la tribuna del pueblo para marearlo con un discurso de odio y dolor. El pueblo quiere su libertad. Tarde o temprano irá por ella. Porque así nació su conciencia de pueblo, luchando por su libertad. Ahora, cuando llora su paulatina pérdida, llegará el momento en que se le acaben las lágrimas y arda el dolor que lleva silente por dentro. Aún hay tiempo para la rectificación. Aún hay tiempo para releer la historia y aprender de sus sabias lecciones. Paren las guillotinas y permitan la radio libre, la televisión libre, la prensa libre. La revolución es como Saturno, termina devorándose a sus hijos. Si devoran hoy la libertad, la tendrán que vomitar luego porque es indigerible, no se puede tragar sin envenenamiento. Bájense del sueño de Hitler, de Mussolini, de Stalin y Robespierre. El pueblo ama su libertad y volverá a luchar por ella, no se la traguen porque la irá a buscar en sus estómagos. Entonces cuando eso ocurra, ya será tarde para el tirano, porque el pueblo recordará las gestas que le vieron nacer. Y el recuerdo del pueblo, es el recuerdo de Dios. Jamás olvida. Aún hay tiempo para el perdón. Rectifiquen, paren la escalada del odio y la exclusión. Porque si no lo hacen, las granadas que preparan les estallarán en las propias manos. Duele el fratricidio entre hermanos e hijos de una misma patria. Devuélvanle al Libertador su tranquilidad, vuelvan a escuchar su sabia palabra y dejen de perseguir al pueblo en su ambición de poder. Aprendan de la historia, porque si no lo hacen, irremediablemente se repetirá. Porque ése es el destino del pueblo. Esa es la vocación de la libertad. |
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