Sorpréndanme, por favor
Escrito por Ramón Guillermo Aveledo | @aveledounidad   
Miércoles, 04 de Junio de 2025 00:00

altEl domingo 25 de mayo terminó sin sorpresas, quiero ser sorprendido ahora.

Todo fue según lo previsto del poder. Una minoría eligió la Asamblea Nacional que deberá instalarse constitucionalmente el 5 de enero. También los gobernadores y consejos legislativos, incluido en la zona en reclamación del territorio Esequibo, originalidad de dudosa seriedad. El resultado fue más o menos el previsible. Enorme abstención, demasiada para maquillarla estadísticamente, abrumadora mayoría de los cargos para el PSUV, espacio residual para las marcas más o menos satélites y presencia minoritaria de la coalición opositora democrática que se atrevió a nadar contra la corriente con su participación en una elección aún con mayores restricciones y desigualdades que la de julio de 2024. 

De septiembre de 2010 en adelante: devaluar el voto como instrumento de cambio en manos de la ciudadanía y dividir la oposición, han sido líneas consistentes, aplicadas desde el poder cada vez con menos pudor, han contado con la colaboración, casi siempre involuntaria de acciones y omisiones los responsables de propiciar un cambio democrático. 

Así como hasta julio del año pasado el país fue entusiasmándose con el voto y la posibilidad de cambio, después ha sido todo lo contrario, precisamente a consecuencia de aquella frustración y los eventos que la siguieron. Aquí la habilidad del poder fue asordinar el proceso. La de la oposición mayoritaria, jefeada por los emergentes de ayer, regresar a la abstención como arma de lucha. 
Pero, como siempre, la vida continúa. Lo importante es qué viene ahora. En un país cuya crisis ancha, larga y profunda, aunque mute, sigue. ¿Qué harán los actores políticos con esos resultados? 

Canta triunfo el gobierno.  Pero si en vez de ver la realidad de un país muy descontento, los que mandan se creen la versión oficial de que encarnan al pueblo, seguirán metidos, y con ellos el país, en un abajadero cada vez más riesgoso. 

La historia no se repite, claro, pero hay que leerla para comprenderla y aprender de ella. El 17 de octubre de 1945, el oficialismo tenía todos los diputados menos uno, casi todos los concejales y legisladores de Venezuela y ponía a todos presidentes de estado, como llamaban a los gobernadores. En el trienio, AD ganó todas las elecciones con el 80% de los votos, de verdad. Y la revolución se quedó en trienio. La dura experiencia dictatorial fue escuela para el liderazgo que hizo posibles los entendimientos básicos que dieron a Venezuela libertad y estabilidad. 

Canta también victoria esa oposición, que eco del sentimiento social de hastío, llamó a la abstención como “protesta activa”. El logro reclamado deberá ahora pasar por la prueba de la realidad y convertirse en avances para no quedarse en mera renovación del pagaré. 

Finalmente, está la oposición “cuesta arriba”, la valiente que desafió a la mayoría social decepcionada, al poder y al vendaval de insultos “amigos”, con las consignas “Venezuela es la razón” y “Aquí no se rinde nadie”. Ahora, con menos poder y en un ecosistema que seguirá hostil, una dirección que mire, piense y conduzca a largo plazo, tendrá que dar sentido a la política escogida desde la Asamblea Nacional con el trabajo de sus diputados y en el territorio con organización y activismo. Sentido para la gente, con una agenda de la vida real que coloque en el debate público los temas que padece la mayoría. 



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