Recuperar la luz |
Escrito por Douglas C. Ramírez Vera | @AccHumGremial |
Viernes, 28 de Febrero de 2025 00:00 |
Lin Yutang, 10 octubre de 1895 - 26 de marzo de 1976
¿Cuál es el costo de reconstruir el sistema eléctrico venezolano? El servicio eléctrico es esencial para el desarrollo de un país. Proporciona energía a hospitales, escuelas, fábricas, y hogares, mejorando la calidad de vida y fomentando la economía y la innovación. El sistema eléctrico en Venezuela ha enfrentado una crisis profunda y prolongada. El deterioro del país tiene su correlato con el deterioro del sistema eléctrico nacional. Pasamos de ser la envidia energética de América Latina en los noventa. A ser el mejor ejemplo del peor ejemplo del socialismo mundial, o de como el socialismo puede destruir un país petrolero. Jean-Paul Sartre resume la gran verdad del llamado socialismo real cuando señaló: “Ya sea que la URSS no es el país del socialismo, en cuyo caso el socialismo no existe en ningún lugar, y sin duda sería un sistema imposible: o, por el contrario, el socialismo es eso, ese monstruo abominable, ese estado policiaco, el poder de los depredadores.”[1] Reconstruir el sistema eléctrico nacional, aun en cualquier régimen, es una tarea inmensa debido a la acumulación de varios problemas que podemos señalar brevemente:
Mientras que el servicio eléctrico es vital para el desarrollo y bienestar de cualquier país, el deterioro del sistema eléctrico en Venezuela ha tenido un impacto negativo significativo en la vida de sus ciudadanos y en el desarrollo del país. Imaginar el sistema eléctrico venezolano en su esplendor de la década de 1990 es evocar un tiempo en el que la electricidad fluía de manera constante y confiable. Era un sistema que no solo iluminaba hogares, sino que también impulsaba la industria, el comercio y el desarrollo del país. Sin embargo, el deterioro acumulado a lo largo de las últimas tres décadas ha dejado al sistema en un estado crítico. Hoy, recuperar esa capacidad no es solo un desafío técnico, sino también económico. ¿Cuánto costaría devolverle a Venezuela un sistema eléctrico como el de 1990? La respuesta no es sencilla, pero intentaremos explorarla. En primer lugar, es importante entender la magnitud del deterioro. El sistema eléctrico venezolano no solo ha sufrido por la falta de mantenimiento, sino también por la obsolescencia de sus equipos, la destrucción parcial de sus redes de transmisión y distribución, y la pérdida de talento humano calificado. Las centrales hidroeléctricas, como Guri, requieren reparaciones urgentes, mientras que las plantas termoeléctricas están en gran medida fuera de servicio. Las líneas de transmisión están envejecidas y las subestaciones han sido víctimas de vandalismo y abandono. En resumen, no se trata solo de reparar, sino de reconstruir casi desde cero. Estimaciones de expertos sugieren que recuperar el sistema eléctrico venezolano podría costar entre 15.000 y 30.000 millones de dólares, dependiendo del alcance de las obras y el tiempo en el que se realicen. Esta cifra incluye no solo la rehabilitación de las centrales existentes, sino también la construcción de nuevas plantas generadoras, la modernización de las redes de transmisión y distribución, y la implementación de tecnologías más eficientes y sostenibles. Además, se necesitaría invertir en la formación de personal técnico y en la importación de equipos y repuestos, muchos de los cuales ya no se producen en el país. Uno de los mayores desafíos es la dependencia histórica de la energía hidroeléctrica. Aunque Guri sigue siendo una pieza clave, es fundamental diversificar la matriz energética para reducir la vulnerabilidad del sistema. Esto implicaría construir plantas termoeléctricas modernas, así como invertir en energías renovables, como la solar y la eólica. Sin embargo, estas opciones no son baratas. Por ejemplo, construir una planta termoeléctrica de mediana capacidad puede costar entre 500 millones y 1.000 millones de dólares, mientras que desarrollar parques solares o eólicos requiere inversiones iniciales significativas, aunque a largo plazo pueden ser más sostenibles. Otro factor crítico es la red de transmisión y distribución. Gran parte de la infraestructura existente data de la época dorada del sistema eléctrico y no ha sido actualizada en décadas. Reparar y modernizar estas redes podría costar miles de millones de dólares, especialmente si se tiene en cuenta la necesidad de ampliar su cobertura para llegar a zonas rurales y remotas que nunca han tenido acceso estable a la electricidad. Además de los costos materiales, hay que considerar el factor humano. La migración masiva de ingenieros, técnicos y especialistas en electricidad ha dejado al país con una grave escasez de talento calificado. Recuperar este capital humano requeriría no solo atraer de vuelta a los profesionales que emigraron, sino también formar a una nueva generación de técnicos y especialistas. Esto implica invertir en educación, capacitación y salarios competitivos, lo cual añadiría otro componente significativo al costo total. Sin embargo, el mayor obstáculo no es técnico ni económico, sino político y social. Para que una inversión de esta magnitud sea efectiva, se necesita un marco de gobernanza transparente y eficiente, libre de corrupción y politización. Además, se requiere un consenso nacional que priorice la reconstrucción del sistema eléctrico como una necesidad urgente para el desarrollo del país. Sin estos elementos, cualquier inversión corre el riesgo de ser malgastada o desviada. En conclusión, recuperar la capacidad eléctrica de 1990 es una tarea monumental que requeriría una inversión de entre 15.000 y 30.000 millones de dólares, además de un compromiso político y social a largo plazo. No se trata solo de reparar lo que está roto, sino de construir un sistema moderno, eficiente y sostenible que pueda soportar las demandas del siglo XXI. Aunque el costo es alto, el precio de no hacerlo es aún mayor: seguir sumidos en la oscuridad, literal y metafóricamente. Recuperar la luz no es solo una cuestión de electricidad, sino de esperanza y futuro para Venezuela. [1] Jean-Paul Sartre expresó esta frase en su artículo "Les Communistes et la Paix", publicado en la revista "Les Temps Modernes" en 1954 (https://qrcd.org/8FBJ) |
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