Del impredecible pasado
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Miércoles, 10 de Julio de 2024 00:00

altDías atrás, por fin, tuve tiempo para ir a la hemeroteca. 

Decidí revisar de nuevo algunas revistas de un claro carácter político, presumiendo haber visto Semana por vez primera a mediados o finales de los ochenta del veinte, ya que he traspapelado las notas de entonces. 

Hubo magazines de variedades que abordaban el tema político muy bien y puntualmente, al lado de otras que evolucionaban un poco más a la frivolidad y a una mayor profusión de fotografías – digamos – estándares. Empero, entre los años sesenta y setenta, a mi juicio, surgieron algunas revistas semanales o quincenales muy  significativas de corta, mediana y en algo prolongada duración, como Vea y Lea, Semana, Summa, siendo efímera Cambio por su escasa vocación comercial y un poco más extendida la militante y sectaria Reventón, entre otras. 

Esta vez, ya no es necesario el cuaderno y dinero sencillo para las fotocopias, sino la cámara del móvil celular para luego ponderar en casa los apuntes, repleta la memoria del perol electrónico. Intuyendo profundidades, es necesario leer lo indispensable y ganar tiempo clickeando, porque ya los horarios de atención al público no son los de antes; ganar tiempo, así lo exigen las tres definidas líneas de investigación que explican ahora nuestra afición por la vieja prensa.

Frente a mí, la revista Semana, fundada en febrero de 1968, con una junta directiva presidida por Blas Russo Cisneros, dueño de Yukery; Ciro Urdaneta Bravo, como jefe de redacción; encabezada la empresa editorial por Leonardo Montiel Ortega, sonoro director de Industrias del ministerio de Fomento, electo al finalizar el año como diputado por URD.  Los columnistas son Franklin E. Whaite y Aníbal Nazoa, contando con las excelentes gráficas de César Aldana B. y Heberto Villalobos, teniendo a un magnífico ilustrador como G. Tosa. 

En el período inicial, los redactores fueron René Quevedo Pachano, Moris J. Simón, Carlos Chávez, Ludovico Silva, Carmen Irene Rivero, Mario Szichman, Rafael Schwart, Gilberto Agüero y Adel Muhamad Tineo, dirigente socialcristiano, quien logra establecer un noticiero universitario en el preámbulo de la llamada renovación, alternativo frente al dominio de la versión marxista de otros medios.  Excelente impresión, tinta de buena calidad y un papel posiblemente de mediano costo, excepto la rutilante portada. 

Avanzo en la revisión, acuciosa y rápida al mismo tiempo en contraste con aquella remota vez en la que todo era novedad: naturalmente, hoy, soy otro lector. Y también otro el pasado, frecuentemente impredecible por las perspectivas que surgen y la presunta inocencia de muchos de los hechos que, en su momento,  pasaron inadvertidos.

Avanzo y va ganando mi respeto la publicación, no sólo por el reportaje central y los distintos comentarios de las más variadas expectativas dada la campaña electoral o el nombramiento del gabinete del triunfal Caldera, sino por la calidad que traslucen las reseñas actualizadas de las breves secciones de libros, cine y teatro. En esta etapa se equipara a la mejor de la revista Resumen, fundada en1973 y dirigida por Jorge Olavarría. 

Avanzo y encuentro dos papeles marcadores pequeños y amarillentos, garabateados por mí y, hablando a solas, deseo que aparezca alguna fecha: el camino a la fotocopiadora obligaba a indicar las piezas a escanear (por entonces, término desconocido), y hacer la cola en la que se confundían los más respetables investigadores y los adolescentes de bachillerato desesperados por salir pronto de la tediosa tarea. Repentinamente, apareció el otro marcador con una fecha (26/01/1981) y demás señas personales, y, aunque al suscrito se le olvidan recurrentemente situaciones, nombres de personas y calles, le emocionó recordar que ese día pasó muy temprano por la biblioteca, fracasó al intentar un material sobre las elecciones estudiantiles de enero de 1968 en la UCV, optando por ir a la antigua pista de hielo de Mucubají, otrora sede  ubicada en el Nuevo Circo de Caracas, como inmediatamente lo corroboro con Eleazar Cárdenas, el flamante jefe de los servicios hemerográficos, en etapa de jubilación, por supuesto que amigo de todos estos largos años, conocedor pormenorizado del patrimonio periodístico que sobrevive en el Foro Libertador. 

Esta emoción tan particular que me lleva a escribir en la desacostumbrada primera persona del singular, permite una curiosa y muy probable hipótesis, porque el estelar marcador permaneció aparentemente inamovible a juzgar por la ligerísima sombra proyectada en la página del tomo que no la dejó deslizarse por tanto tiempo. Vale decir, sin que existan otros ejemplares similares en la colección, por importante que haya sido como referente noticioso y de opinión, durante 43 años, nadie más abrió la revista desde que el otrora muchacho la consultó: increíble.

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