Conocimiento, desarrollo y bienestar |
Escrito por Luis Fuenmayor | X: @LFuenmayorToro |
Lunes, 22 de Mayo de 2023 00:00 |
técnicos y científicos cada vez más complejos, que son en definitiva los que le han permitido construir el mundo que hoy conocemos, mejorar permanentemente sus condiciones de vida, enfrentar exitosamente los daños colaterales que sus actividades productivas y otras generan y alcanzar la astronómica cifra de casi 9 mil millones de personas sobre la tierra. Los confundidos señalan que hay que enterrar un conocimiento que, entre otras cosas graves, ha convertido nuestros océanos en basureros, lo cual es una exageración manipuladora, pues bastaría ir a las hermosas playas de Margarita, Morrocoy, Mochima, para no mencionar otros numerosísimos lugares del mundo, para darse cuenta que la expresión es por lo menos muy desafortunada. Los mares y océanos, como las tierras, han sido utilizados por los seres humanos desde siempre, como sitios de obtención de alimentos y disposición final de muchos desechos creados por sus acciones, entre ellas las productivas. Los seres vivos en general, aunque no con la misma intensidad, contaminan el ambiente, pero la diferencia con los humanos estriba en que éstos lo saben y pueden, precisamente utilizando el conocimiento científico y tecnológico, enfrentar esa contaminación en forma exitosa y terminar por limpiar los océanos y reparar los graves daños ecológicos en otros sitios. Decir esto pareciera innecesario, pero ante gente muy ideologizada, ignorante y fanática, uno a veces tiene que defender lo que normalmente no tendría qué defenderse. Como no defender el conocimiento que acabó con la poliomielitis en el mundo, mediante vacunas creadas en los “detestables” países desarrollados; el conocimiento que creó las vacunas contra el sarampión, tétanos, difteria, tosferina, rubeola, meningitis, con el beneficio consiguiente de la humanidad, entre ella la venezolana; como no celebrar las ciencias que ayudaron a erradicar en Venezuela la malaria, la bilharzia y otras enfermedades infectocontagiosas, durante el “odioso” pasado cuartorrepublicano, y que hoy se ha permitido muy revolucionariamente que retornen, y que maten a nuestros compatriotas más pobres, los supuestos beneficiarios de este proceso. Aplaudo el desarrollo científico y tecnológico que permitió la construcción de grandes represas en Guayana, para que los venezolanos dispusieran de esa “nimiedad” que llaman electricidad. Que le permitió a China construir y lanzar dos satélites artificiales en Venezuela, para iniciar así el control de nuestras comunicaciones. El saber científico que le permite fabricar a la “temible” industria químico farmacéutica mundial, los antiparasitarios que contribuyen a que nuestros niños no sufran de anquilostomiasis, oxiuriasis, ascaridiasis, teniasis, filariasis y estrongiloidiasis, medicamentos que bien podríamos estar produciendo, en lugar de comprándolos en India. El conocimiento científico es ése mismo que manejan China, Rusia, EEUU, Irán, Europa, Japón, Cuba, ambas Coreas y muchos más, y que no tiene la culpa de lo que con él hagan los capitalistas, socialistas u otros, pero con el que se enfrentó acertadamente el efecto destructor de la capa de ozono producido por los gases usados en los equipos de enfriamiento: neveras, congeladores y aires acondicionados, sustituyéndolos por compuestos sin este efecto nocivo. Con el que se enfrenta a los insecticidas químicos contaminantes de nuestros suelos, aguas y alimentos, mediante los insecticidas biológicos. Conocimiento que puede resolver la contaminación del Lago de Maracaibo, del de Valencia, del río Guaire, no generadas precisamente por la ciencia “burguesa”, y que finalmente nos permita bañarnos en todos ellos, como Chávez quería. Que enfrente las talas de grandes áreas boscosas en nuestra Amazonía, y la contaminación con mercurio, producida por la desaforada explotación del oro en Guayana, permitida también revolucionariamente por el gobierno cívico-militar… policial (Dios nos coja confesados) de Maduro.
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