El derecho humano al libre desarrollo de la personalidad
Escrito por William Anseume | X: @WilliamAnseumeB   
Viernes, 28 de Septiembre de 2018 00:00

altEntre las múltiples protecciones ciudadanas que brinda la Declaración Universal de los Derechos Humanos, tan pisoteados en la Venezuela actual como la Constitución

y toda legalidad o pacto nacional e internacional que no tenga que ver con el regalo petrolero a algunos comprados países caribeños, se encuentra una, registrada en el artículo 22, que se aprecia como de soslayo y tiende, por tanto, a dejarse injustamente de lado; posee repercusiones a la vez económicas, sociales y psicológicas. Se trata de la “seguridad social” del individuo que debe ser garantizada por el “esfuerzo nacional y la cooperación internacional”, para lograr “la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad”. 

Tanto la dignidad como el libre desarrollo de la personalidad están altamente comprometidos en nuestro país, ante la más ignorante de las miradas desde el poder totalitario. 

La dignidad resquebrajada se puede constatar a diario en las calles, cualesquiera, de cualquier región: humillantes colas para todo, ante la escasez, las regulaciones y todo tipo de límites que se le imponen al individuo. Colas bajo el sol y la lluvia, colas de gente de edad tercera, a veces enferma, adolorida, envejecida, que redobla la calamidad humana que a diario se sufre. También puede cotejarse en la búsqueda de alimentos en las bolsas de desperdicios que se colocan en la calle, a la espera del camión colector; en los hospitales donde se ruega atención que no puede ser brindada, porque la protección que debe garantizar el estado en ese sentido no existe o resulta altamente precaria, a pesar de los lucidísimos barcos chinos que puedan acercarse a nuestras costas con alguna echonería. La dignidad queda en rezago cuando tiene la familia que depender de una bolsa impuesta para comer cada mes, con un sueldo mínimo que no cubre lo mínimo para la vida y con una bonificación para alimentación que no alcanza a diario para caramelo siquiera. ¿Dignidad cuando tienes que demostrar tu fidelidad a un partido, y al régimen, blandiendo un carnet de la patria para consumir algo, para acceder a algunos “beneficios” que otorga la dictadura como un descuento en la gasolina? La vulneración a la dignidad ciudadana es una de las constantes en las violaciones recurrentes a nuestros Derechos Humanos, sin duda. 

¿Cómo se desarrolla así la personalidad de alguien, con semejantes límites? ¿Cómo puede expresarse y consolidarse la persona si hasta la alimentación le viene condicionada e impuesta? ¿Puede acaso el ciudadano, así, elegir la ropa que desea ponerse, los grupos a los que afiliarse, las lecturas que quiera hacer, los lugares adónde ir, los viajes que desea hacer, los sorbos y bocados por ingerir, los carros o casas que le venga en gana usar, o donde se quiere ubicar? ¡No!

Esta situación incide enormemente en la diáspora de los jóvenes venezolanos por el mundo, en busca de un aliciente que les permita, verdaderamente, expresarse con libertad, desde su personalidad, de tal manera que el trabajo productivo le brinde la posibilidad cierta, en esos países, de disfrutar lo que en el nuestro se les niega de plano: ser como quieren ser, vivir como desean vivir, darle sentido a su vida. 

Es ésta una de las mayores deudas que en Venezuela tenemos con el desarrollo de la personalidad, negada por el régimen impositivo y limitativo del cual debemos, como obligación, salir cuanto antes, aunque parezca lejano ese deseo, registrado en más del 80% de nuestra población. Súmese a la violación de los Derechos Humanos en Venezuela este aspecto tal vez intangible, como no sea en la cifra de los millones de ciudadanos, en su mayoría jóvenes deseosos de desarrollar su personalidad, que huyen de la imposibilidad de ser en un país que los expulsa inclementemente, cuando no los ahoga. Las instituciones vinculadas a la protección de estos derechos en el mundo y aquellos países, a los que felicitamos grandemente, que buenamente ejercen la denuncia de la violación constatada de esas indecorosas acciones contra los ciudadanos venezolanos, deben colocar éste como otro de los atropellos. No es ligero el planteamiento, porque la afectación al individuo, por la imposibilidad de desarrollar su personalidad, es considerable. 

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