El libro goza de buena salud
Escrito por Dr. Abraham Gómez | X: @fabrahamgr   
Miércoles, 23 de Abril de 2025 07:38

altDesde su irrupción, para irradiar saberes, el libro ha recibido y soportado duros embates.

En algunos tramos epocales con más fuerzas y contundencia que en otros; pero los intentos para hacerlo desaparecer, para extinguirlo no tuvieron recato ayer; tampoco han cesado hoy, no se crea.

Los cambios sociales son inevitables.

La edad de piedra no se acabó porque se agotaran las piedras, sino por la propensión de los seres humanos a buscar su superación.

Se había llegado a pensar que, con la aparición vertiginosa e irrefrenable de las distintas plataformas digitales, con las complejidades que dimanan desde la Red de redes, con la contundencia e incesante uso comunicacional a través de Internet los libros llevarían la tendencia a desaparecer; y no ha resultado de esa manera. ¡Albricias…!

Los libros se alojaron, con bastante habilidad, en los medios impresos; se conjuntaron con la radio. Hicieron síntesis con la televisión.

Hoy el libro consigue cohabitar con Internet en una elogiada asociación simbiótica de valiosa transmisión de cultura.

Analicemos, además, lo siguiente, que abona – permanentemente- en favor de los libros.

Se ha admitido en tanto un  hecho natural y legítimo, suficientemente reconocido, que  la educación ha  constituido, a lo largo de la historia de la humanidad,  el elemento clave para solventar las anomias sociales (la ausencia de un cuerpo de normas que gobiernen las relaciones entre las diversas funciones de los seres humanos) ; precisamente, allí es donde actúa la educación en sus tres grandes dimensiones:  ya como instrumento para la transmisión de contenidos curriculares, dentro una formalidad programática escolarizante;  también la educación en su función facilitadora de socialización, en fluido  intercambio de comportamientos y de ideas; asimismo, la educación  que diseña nuestra personalidad, a partir de la fijación y cultivo  de valores éticos-morales, religiosos, disciplinarios, de responsabilidad y respeto.

Estos tres componentes han tenido su mejor apoyo en el libro, como vector que transversaliza las dimensiones desplegadas en los distintos procesos de enseñanza-aprendizaje.

Cuando leemos – de manera devocional y consuetudinaria- obras literarias conseguimos ensanchar, nutrir y desarrollar nuestra constelación vocabular en el dominio de la lengua (del idioma) que es de suma importancia en un mundo como el que estamos viviendo; porque en la medida en que una persona adquiera la capacidad y fortaleza de hacerse comprender a través de la palabra será menos susceptible de manipulación.

(Hoy, en el Día del Libro y del Idioma)

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