¡No mates a mi papá, por favor!
Escrito por Jesús Fernando González Cazorla   
Lunes, 09 de Noviembre de 2009 07:02

altExordio: Ya estoy cansado de que se me agüen los ojos cada vez que oigo el clamor y el dolor de madres, padres, hijos, hermanos, ante el asesinato vil y despiadado que ha desatado la delincuencia nacional en contra de los que tuvimos la mala suerte de vivir, en esta época, en este país. Estoy conmocionado con la muerte de la jovencita Nayivi, una estudiante de la Unellez-Barinas, hija de un comerciante árabe ampliamente conocido por esta sociedad como «Simón» quien como inmigrante llegó a Venezuela hace más de 30 años y que con un pitico recorría las calles de Barinas gritando «zapatero» para remendar los calzados de todos. Nos consta como con mucho esfuerzo logró construir un negocio frente a los bloques de la Palacios Fajardo de esta ciudad de Barinas donde continuaba con su oficio de zapatero y vendía electrodomésticos para honestamente vivir.

Simón conformó una linda familia, se casó con una venezolana y tuvo un grupo de lindos hijos a los que les inculcó valores y los encaminó por la vía del estudio para que superaran los embates de la vida por los que él pasó. Hace pocos días su negocio, donde también funciona su hogar, fue blanco del vil ataque de dos delincuentes, uno de ellos sometió a Simón y se lo llevó hacia el piso superior mientras otro mantuvo a su hija amenazada con un arma de fuego en la planta baja. Al parecer Simón ante la impotencia de enfrentarse a perder lo que con tanto sacrificio había construido pues hizo resistencia en contra del delincuente que lo escoltaba y éste desesperado llamó la atención del otro para que lo auxiliara pidiéndole que lo matara. Su joven hija quien se encontraba en el piso inferior bañada en lágrimas ante la crisis, le gritó al delincuente «No mates a mi papá, por favor» pero el delincuente hizo caso omiso y se decidió a subir a auxiliar a su compañero por lo que la joven trató de impedirlo resultando en que despiadadamente y sin consideración alguna este desalmado le propinara varios disparos en su inocente humanidad. Simón al oír los disparos olvidó al otro delincuente y bajó a ver qué sucedía mientras los malhechores huían por las detonaciones. Al llegar al piso de abajo pudo notar como su pequeña hija, su esperanza, yacía en el piso en un charco de sangre aún con vida, al acercársele pudo sólo escuchar sus últimas palabras cuando entre lágrimas le preguntaba, ¿Papá, estás bien?, para luego fenecer en sus brazos entre el dolor y la desesperación de Simón que no tuvo otra alternativa que ahogarse en el llanto ante aquel drama. ¡Dios mío! No hay razón, me niego a aceptar que vivimos en una sociedad de monstruos, que hayan seres que puedan crecer siendo tan animales.

Yo puedo justificar que hayan delincuentes que por la crisis en la que han hundido a este país tengan la necesidad de robar para sobrevivir, pero no entiendo cómo es que no valoren su vida y mucho menos la de los demás. Definitivamente el problema se escapa de nuestras manos y creo que nuestro sistema jurídico y judicial tiene mucha culpa en ello, 30 años de prisión no me parecen a mí suficientes para castigar un despiadado crimen como éste, el castigo hacia estos animales no puede ser tan leve, esto obliga a que debemos empezar a pensar en penas de mayor incidencia, estoy seguro que si Simón tuviera la espada de la justicia en sus manos y le tocara juzgar a este indeseable no tuviera otra condena que no fuera su muerte. Claro, ante Dios sería un pecado quitarle la vida a otro ser por las razones que sean pero lo que sí nuestra sociedad debiera asegurarse es que un monstruo como éste no vuelva a convertirse en una amenaza para nadie más y por ello debería pasar el resto de su perra vida así, como un animal, encerrado en una jaula hasta que Dios quiera. No pueden ser 30 años el castigo máximo, debemos hacer los cambios jurídicos para elevarlos indefinidamente porque un desalmado como éste no tiene vida para pagar el dolor de una familia que vivirá marcada por el resto de sus días en el más profundo lamento. No tienen excusas. ¡Basta ya! Tenemos que unirnos todos para salir de ésto.


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