“Ducha” de apagones, “hediondez” a ineficiencia |
Escrito por Jesús Torrealba |
Lunes, 26 de Octubre de 2009 01:38 |
A principios del presente siglo, cuando recién se iniciaba el primero de todos los gobiernos que hasta ahora ha presidido Hugo Chávez, un equipo de arquitectos y urbanistas revolucionarios levantaron un conjunto de propuestas, criterios y consignas realmente interesantes: “Los barrios no son un problema”
decían, “los barrios son la solución que la gente fue capaz de construir, una expresión concreta de los poderes creadores del pueblo”. Para esos profesionales revolucionarios construir “justicia social” en la ciudad no era llevarse a los pobres a sembrar tapiramos en el Eje Orinoco-Apure, ni recluirlos en ghettos extraurbanos (las mal llamadas “ciudades socialistas”) sino “homologar la calidad de vida de los habitantes de los barrios con la que disfrutan los habitantes de los espacios urbanos convencionales”. Para ello planteaban la necesidad de construir las obras de vialidad interna que hicieran posible el acceso de los servicios públicos esenciales a todos los rincones del barrio, la construcción de la vialidad externa que conectara al barrio con los centros de empleo y de servicios en la ciudad formal, la realización de las obras de ingeniería necesarias (muros de contención, pantallas atirantadas, saneamiento y embaucamiento de quebradas, etc.) que convirtieran en manejable el riesgo geológico e hidráulico que presentan estos terrenos, la dotación de redes de aguas blancas y aguas servidas en óptimas condiciones, para evitar que fugas deterioren la estabilidad de los terrenos, y finalmente la sustitución de las viviendas en condición de riesgo por viviendas seguras y decentes, así como dotar a todos los demás habitantes de los barrios de materiales, recursos financieros y asesoría técnica para optimizar sus residencias. Todo este proceso, que estimaban debía realizarse con la participación protagónica de las comunidades contemplada en el artículo 184 de la Constitución, fue llamado “Proyectos de Habilitación Física de Barrios”. Demás esta decir que ninguna de estas bellas ideas fue realizada. La líder del equipo de profesionales y técnicos revolucionarios que concibieron y desarrollaron estas ideas fue botada de su cargo, y se enteró de ello cuando leyó la Gaceta Oficial. Los valiosos equipos humanos fueron desmantelados. Todo el poder en el sector vivienda fue entregado a un militar ignorantón que hoy es procesado por presunta corrupción. La única comunidad que pudo llegar por lo menos hasta la mitad su proceso de habilitación de barrio fue Catuche, y para ello tuvo que demandar al Estado ante la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo. Poco después de dictar sentencia a favor del pueblo y contra el Estado, este Tribunal (el segundo en importancia en el país, después del Tribunal Supremo de Justicia) fue asaltado por brigadas de la Disip y del Cicpc, y sus magistrados fueron destituidos ilegalmente. Toda esta historia es el antecedente inmediato de los apagones, las sequías, la proliferación de basura, el agravado caos del tráfico y el imperio del sicariato que hoy vivimos todos los venezolanos. En efecto, en lugar de “homologar”, es decir, ELEVAR la calidad de vida de los habitantes de los barrios con la calidad de vida que disfrutaban los habitantes de la ciudad formal, en estos diez años se ha producido lo contrario: se ha “homologado” , es decir, DETERIORADO, DISMINUIDO, la calidad de vida de los habitantes de la cuadrícula urbana de la ciudad hasta hacerla igual de terrible que la que experimentan los compatriotas de los barrios mas deprimidos y segregados. ¿Ejemplos? Sáquelos usted de su propia vida: En el pasado, los habitantes de los barrios mas alejados del centro urbano podían tener a veces tuberías en sus casas, pero no tenían agua en las tuberías. Hoy la sed agrede a todo el país. En el pasado, a los habitantes de los barrios se les dañaban con frecuencia los electrodomésticos, como consecuencia de fallas en el voltaje que a su vez eran producto de conexiones ilegales, técnicamente deficientes. Hoy los apagones y las caídas de voltaje generan daños en todos los hogares del país. En el pasado, la vialidad en los barrios estaba destrozada, mientras en la cuadrícula urbana avenidas y autopistas presentaban huecos y fallas de borde, pero al menos existían. Hoy todo el país es víctima de puentes que se caen, avenidas obstruidas y autopistas convertidas en campos de caza para el hampa que se desplaza sobre dos o cuatro ruedas. En el pasado, algunos barrios eran focos de inseguridad extrema. Hoy en toda la ciudad, en todo el país, hampa y sicariato son las dos caras de una misma medalla: la medalla de oro de la inseguridad, que sin discusión alguna se ha ganado la presente “administración”… Que nadie se engañe: Esta “igualación por abajo” no tiene nada que ver con la búsqueda de justicia social. Muy por el contrario: la destrucción de la calidad de vida que habían logrado aquellos sectores del pueblo que, con estudio, esfuerzo y trabajo habían logrado convertirse en “clase media”, objetivamente lo que ha hecho es ampliar y profundizar la injusticia, y hacerla por cierto más difícil de resolver. En vez de avanzar en el camino de la habilitación de los barrios, Venezuela ha retrocedido. Los espacios urbanos se han “ranchificado”. La frontera marginal se ha ampliado, y nos ha tragado a todos. ¿Y el gobierno? Bueno, que podemos decir: Ahí vimos al Presidente, proponiéndonos que -frente al problema de la falta de agua- tomemos “duchas socialistas”, de sólo tres minutos de duración. “Yo hice la prueba, me bañe en tres minutos y no salí hediondo”, afirmó el mandatario. Ninguno de sus asesores le dijo al Presidente que en los barrios nadie se puede bañar tres minutos, ni minuto y medio, porque nunca hay agua. Ningún asesor le dijo lo que pasa en la Maternidad Concepción Palacios, o en el mismísimo Hospital Militar, donde tampoco nadie se puede dar el lujo de una ducha de un minuto, porque “agua no hay”. Su gobierno, señor Presidente, aunque se bañe tres minutos o tres horas, siempre queda “hediondo”: Hediondo a ineficiencia, hediondo a incumplimiento, hediondo a fracaso. Con tanto dinero, con tanto poder, con tanta gente como la que alguna vez tuvo, Presidente, y verlo a usted ahora haciendo chistes malos con la necesidad del pueblo, da dolor por el Soberano, y da pena ajena por usted. Venezuela debe y puede ser un gran país, oloroso a éxito y no hediondo a fracaso. Pero hace falta cambiar de rumbo. |
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