Por las viejas sendas
Escrito por Antonio Sánchez García | @sangarccs   
Lunes, 07 de Noviembre de 2011 02:04

altTras trece años de asedio sistemático y una permanente ofensiva, el régimen luce desorientado, golpeado y a la defensiva. El caudillo, inspiración y combatiente siempre en primera línea de los acontecimientos, ha debido retirarse a la retaguardia, como él mismo insiste en señalarlo. El sarcoma que padece lo ha derrumbado físicamente y las secuelas psicológicas de saberse en tanta proximidad a un fatal desenlace deben haberle minado su capacidad ofensiva. Hugo Chávez debe ser, en su intimidad, un fantasma del desconsiderado, avasallante, brutal y atropellador tropero que hace nada fuera. Está literalmente quebrado.

Carente de toda ideología, huérfano de un partido de cuadros capaz de mantener viva la llama de una revolución bochinchera y sin verdaderos objetivos estratégicos, personalista y autocrática – como bien lo ha reseñado Heinz Dieterich – el partido del presidente ha vuelto a ser una montonera de intereses contradictorios, personalistas y difusos. Articulados en torno al clásico clientelismo de Estado, las prebendas y las sinecuras que garantizan la lealtad a una personalidad ya existencialmente quebrantada e incapaz de asegurarle el futuro a sus seguidores. El poder hace aguas. Nada ni nadie podrá impedir su naufragio.

Este es el marco referencial en que hemos ingresado desde el 9 de junio pasado, cuando el mismo presidente hiciera pública la extirpación de un tumor pélvico a la que habría sido sometido en La Habana. Desde entonces y pese a por lo menos cuatro aplicaciones de quimioterapia, el agravamiento de su enfermedad, de carácter terminal, se ha hecho evidente. Chávez ha desaparecido de la escena. Sin que nadie haya podido reemplazarlo en su función carismática, especular, directora. El show dominical, misa de gloria desde la que dirigía los asuntos de Estado, llegó a su final. No tendrá reediciones. Es el clásico colapso de un sistema solar, incapaz de sostenerse a sí mismo una vez colapsado el sol que lo mantenía cohesionado. Y que se expresará en una brutal lucha de rapiña por la herencia y un enfrentamiento soterrado cada día más anarquizante entre sus factores civiles y sus factores uniformados, el radicalismo cubano y los intereses nacionales.

Es el terreno minado que pisamos. Todos los presupuestos indispensables para que el proceso electoral fluya con normalidad y sin contratiempos han sido desbaratados. No existe otra actividad política manifiesta que la desarrollada por la oposición y sus preparativos para la realización de las Primarias del 12F. La práctica desaparición de un referente contrario en la figura de un presidente al mando del sector oficialista, en lugar de favorecer la cohesión, el entendimiento y la excelencia en los pasos estratégicos y tácticos a emprender por los partidos y la sociedad civil, aflojan la necesaria unidad, despiertan las ambiciones más espurias y obnubilan el verdadero objetivo estratégico: la salida de Chávez, del chavismo y de las insólitas perversiones del régimen. Se desatan, en cambio, las refriegas intestinas por objetivos verdaderamente intrascendentes.

¿Queremos parapetar al régimen compensando la crisis con la posesión de alcaldías y gobernaciones o queremos darle un giro estratégico, en 180º a la conducción superior de la Nación de modo a servirnos de las favorables circunstancias para resolver nuestros cuellos de botellas estructurales? ¿Queremos seguir navegando en las estancadas aguas que derivaran en esta catástrofe nacional o queremos dar el salto a la modernidad que tanto nos reclaman las circunstancias históricas? ¿Queremos refundar la República o seguir moviéndonos al ritmo de las ruedas de carreta de los viejos partidos y la desgastada democracia ya obsoleta? ¿Queremos dirigir una revolución modernizadora victoriosa o administrar un cementerio?

Es una pregunta esencial. Debemos responderla.




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