De las oquedades urbanas |
Escrito por Luis Barragán | @luisbarraganj |
Lunes, 14 de Noviembre de 2022 00:00 |
No hay ciudad, pueblo y caserío que no exhiba un número importante de cráteres en los espacios públicos a los que, simplemente, ha de acostumbrarse debido a la militante negligencia oficial. En nada puede sorprendernos, por ejemplo, los millones de kilómetros pavimentados de la veintena inicial de años de la democracia representativa establecida luego de 1958, frente al proceso inverso de estas dos décadas y tanto de destrucción de la vialidad. Autopistas, carreteras, avenidas, calles y callejuelas, están agujereadas, empozan aguas putrefactas, acumulan la basura, y representan un riesgo permanente para la integridad personal y la de los bienes de una ciudadanía que, no faltaba más, está agobiada por toda suerte de impuestos, añadido los de guerra, pues, no puede calificarse de otra manera la constante matraca de las autoridades en cualquier ámbito, yendo más allá de las consabidas alcabalas. Ningún funcionario público se hace responsable de los accidentes que pueden provocar esas oquedades que se suponen son de su competencia, convertida la administración pública en la Fuenteovejuna de estos tiempos. Luce tan disparatada la realidad generada por el régimen que nos convierte a todos en comendadores, delincuenciando a todo ciudadano que ose formular y diligenciar la más modesta queja y solicitud de enmienda. Entre varios de los huecos más importantes que hemos visto en la gran metrópoli, descubrimos uno que, por la vegetación, tiene un largo tiempo de cavado por la indiferencia gubernamental y los pésimos remiendos que alguna lejana vez le hicieron. Ubicado en una principal arteria vial de El Paraíso, cerca de la muy conocida Iglesia de la Coromoto, tiene en su seno un basural compactado por las lluvias y el lodo, y la referida y copiosa vegetación que sirve de advertencia para todo peatón y vehículo automotor, acaso, merecedor de una placa conmemorativa. Es más importante, por ejemplo, la colocación y el funcionamiento de los carros aparentemente informales que ofertan hamburguesas, cachapas, etc., en las adyacencias, configurando una “calle del hambre” más, en desleal competencia y guerra contra el comercio formal, el de los locales largamente establecidos. Importancia alguna tiene tapar el cráter y evitar que se reproduzca gracias a la incuria, desidia, dejadez, abandono del Estado. Así de sencillo. |
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