Un Nobel a la Libertad
Escrito por Antonio Sánchez García | @sangarccs   
Jueves, 07 de Octubre de 2010 14:18

altA los demócratas venezolanos no puede menos que alegrarnos profundamente que esta vez el Nobel haya recaído no sólo en uno de nuestros más grandes novelistas sino también en uno de nuestros más fervorosos defensores.


Los tiempos han cambiado desde que en 1971 se le concediera el Nobel de literatura a Pablo Neruda y 11 años después a Gabriel García Márquez: en 1990 se le concedería a uno de los lúcidos y rigurosos pensadores en lengua hispanoamericana, Octavio Paz, y hace unas horas al más comprometido defensor de la libertad y la democracia en América Latina: Mario Vargas Llosa. En ambos se repara, tácitamente, la grave falta de no habérselo otorgado a quien permanecerá en la historia de la literatura por sobre modas y avatares como uno de los más imaginativos, puros y egregios escritores de nuestra lengua: Jorge Luis Borges.

Hasta Octavio Paz, quien indagara de la manera más brillante y acuciosa en la naturaleza del ser mexicano, sus taras y virtudes y, por extensión, en las del caudillismo latinoamericano, considerado por él como una de las más profundas causas de la inestabilidad y el consiguiente retraso en nuestra región,  una de las condiciones secretas para tener opción al premio era el comulgar con lo que las buenas conciencias de la burguesía europea consideraba “ser social y políticamente comprometido”. Dicho en cristiano: ser de izquierdas.  Esa alcabala ideológica, alimentada por los ancestrales prejuicios de una intelligentzia europea que traslada la realización de sus utopías a los pobres de la tierra – Asia, África y sobre todo América Latina, su hija natural - mientras los destierra policialmente de las suyas,  le cerró el pasó a Borges y se los abrió de par en par a un adorador de Stalin y a un venerador de Fidel Castro. Asuntos, por cierto, absolutamente ajenos al indiscutible talento y a los más que merecidos valores literarios de dos de nuestros más prodigiosos escritores, si bien mácula indeleble de quienes ante la opción de apostar por la libertad, decidieron por el avasallamiento.

A los demócratas venezolanos no puede menos que alegrarnos profundamente que esta vez el Nobel haya recaído no sólo en uno de nuestros más grandes novelistas sino también en uno de nuestros más fervorosos defensores.  Y para quien la suerte de Venezuela se ha convertido en la de toda nuestra región, exactamente como hace doscientos años.  El destino de América Latina, escribió en su último artículo, expresando en él su alegría por la victoria estratégica de la Unidad Democrática en los comicios del pasado 26 de septiembre,  se está jugando en Venezuela. No son sólo palabras. No ha trepidado un instante en venir en auxilio de los demócratas venezolanos, poniendo su vida en juego. Y en un acto de alta responsabilidad intelectual, aceptó el desafío del caudillo a visitarlo en Miraflores para sostener con él un duelo verbal. Un hecho que se hubiera podido convertir en un acontecimiento de significación universal si la cobardía del presidente de la república no se hubiera interpuesto en su propio camino.

Durante los últimos dos años ha venido a nuestro país en dos ocasiones: a recibir el Doctorado Honoris Causa que le confiriera la Universidad Simón Bolívar y a participar de los eventos celebratorios del 25 aniversario de CEDICE. En ambas ocasiones dejó una estela de respeto, admiración y amistad. Su preocupación por nuestro destino, como lo atestiguan sus artículos y la permanente comunicación que mantiene con nuestro país, lo convierte en una de las personalidades más entrañables para quienes hemos decidido jugar nuestras vidas por un futuro de paz, reconciliación y prosperidad para nuestra atribulada Patria. Vargas Llosa, amén de ser un personaje universal, es un latinoamericano ilustre y, por ende, un venezolano entrañable. En Vargas Llosa, la Academia Sueca reconoce las luchas por la libertad de todo un continente. Ya era hora.


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