La exitosa escritora de “Amantes vs Esposas” (Planeta, 2010) alerta a las mujeres que sueñan ser “amantes fijas” y propone una ética de los nuevos tiempos: la fidelidad es relevada por las aventuras casuales libres de telarañas emocionales
Ana Flor Raucci es la mujer que muchas sueñan llegar a ser. ¿Por qué? A sus 20 era tan hermosa que representó a Venezuela en el Miss Mundo, luego se casó dos veces y padeció infidelidades como otras tantas féminas latinoamericanas. Superados los cuarenta, edad en la cual muchas divorciadas se entregan a las telenovelas (o series de Sony Television) y a los carbohidratos con igual devoción, Ana decidió explorar el sexo abierto como un sendero para comprender la psiquis masculina y utilizarla como espejo para desnudar la mente femenina. El balance de estas relaciones furtivas lo convirtió en una trilogía de libros “escritos con mucho cuidado” y empaquetados bajo un discurso de irreverencia muy entretenida, pero en realidad son Obras de ética de los nuevos tiempos que vivimos, donde Raucci juega y se burla de sí misma, exhibiendo esa inteligencia fresca y auténtica que sólo los sobrevivientes pueden mostrar.
— ¿Cuál es tu cruzada oculta en estos libros irreverentes sobre relaciones de pareja y sexualidad? — Quizá es denunciar esa doble moral de los que van por la vida exhibiendo una imagen de lo que no son. Un poco mostrar que a tu alrededor la gente es igual o peor que tú y que la infidelidad está en todos los rincones. Es clave que las mujeres cambien esa actitud de creerse la mujer decente y buena, que todas las demás son malas. En realidad todas somos buenas y malas, todas tenemos nuestras miserias. Hay que superar esa educación que traemos de padres, religión y sociedad que no combina con nuestra personalidad, con lo que vamos viviendo. La vida es como un abanico, la mitad está conformada por las cosas que deseas, te esfuerzas y consigues, mientras la otra es lo fortuito que te cae en la vida, sean alegrías o enfermedades. En ese abanico, entre lo que deseas y lo que no esperabas se enreda tu vida y contra eso luchas.
— ¿De verdad sueñas con esa lotería del hombre-40% que “viven las tentaciones como un soplo visual dulce y pasajero”? Aseguras que “son una raza con un linaje lleno de solidaridad, respeto, lealtad, fidelidad…” Durante todo el libro nos muestras, con eventos y datos, que no existen, pero cierras la obra con ese relato idílico con el sirio que te enamora y eleva, ¿en qué quedamos? — Por lo general no quiero que mis libros terminen con un mensaje de desesperanza hacia la mujer. El sirio existió, pero lo adorné un poco, pues esa aventura duró cuatro días. A mí me costó mucho cerrar este libro, pues es complejo asumir el desengaño, que el hombre-40% no existe, y que quizá sólo estamos hablando de un 15% de hombres fieles, de esos que soñamos todas. Pero no quiero enfatizar eso en el libro, pues las mujeres terminarían en lesbianas o solteronas (risas). Las divorciadas tenemos unas soledades gigantescas, pero también las casadas, yo la tenía igual y algunas amigas casadas tienen mi misma soledad, sólo que yo puedo divertirme cuando quiero, y ellas no.
— Citas a Einstein quién aseguraba que en sus días era más difícil desintegrar un prejuicio que un átomo, a tu juicio ¿cuáles serían los más dañinos, los que deberían ser triturados o superados? — El de la mujer decente, ese que refuerza que los hombres no quieren a una hembra que la haya tocado todo el mundo. Eso es mentira, los hombres no están pendientes de esas tonterías, y forman a su hija con una educación sexual más alta, más abierta. El papá de antes le decía “estudia por si tu marido te deja”, ahora la motiva a ser exitosa, que haga postgrado y pelee su puesto. Pero este hombre no es igual de abierto con su esposa, se mantiene su núcleo machista allí, en su relación. Desde el otro lado, hay algunas mujeres que deciden ser fieles y pretenden, por esto, que sus maridos lo sean, pero como lo acabo de afirmar en radio, su esposo podría decirles “esa es tu decisión, no me involucres a mí en eso” (le indico que ella es la asesora que necesito en mi casa y, entre risas, Ana Flor indicó que ese día le ofrecieron ser ministra de la familia). Yo pienso que el matrimonio va a funcionar mejor si tanto hombre como mujer se dan su propio espacio, no pregunten nada y no asumen que su pareja es propiedad privada por haberse casado. Hay que superar eso de “no me contestaste el teléfono”, dejar de indagar con quién comiste, dónde estuviste, pues si estás en ese nivel ya te estropeaste, vives con la desconfianza puesta en tu pareja. En una buena relación cada uno debe poder, escondido claro, ya que escondido es que es sabroso, darse ese recreo para superar los problemas contigo, con la casa y los niños. Entonces me doy una revolcadita en la oficina, con un tipo que me gusta y con el que no pretendo vivir, ese día llego alegre a la casa y seguro las cosas mejoran. Todo matrimonio debe tener un recreo, sino se cae en la rutina.
— Esa manera tuya, tan natural, de enfocar los “cachos” me recuerda a ciertas novelas de Milan Kundera, donde los esposos tienen un amante, en otra ciudad, al que ven dos veces al año. Pero hay un prejuicio que tenemos tatuado y es que si hubo un cacho entonces ya no me quiere, todo se terminó ¿hay que pasarse ese interruptor? — Por supuesto, si no lo haces empiezan las persecuciones y, finalmente, todo se viene abajo. Ayer hablaba de dos famosas y sobre cómo manejaron sus cachos. Sandra Bullock se divorció en un mes; mientras que Hillary Clinton, con el cacho más publicitado de la historia, le dio la vuelta y quizá sea hasta presidenta de los Estados Unidos con su marido al lado. Y en el fondo es pura hipocresía, pues la Bullock igual se anda besos en cualquier cantidad de películas (risas).
— El costo de oportunidad de ser amante fija, de elegir a uno y descartar muchas opciones, es altísimo, ¿alguna vez fuiste una de éstas? — ¡No! Nunca fui amante fija de nadie. Me parece absurdo que la amante fija sea fiel a un hombre casado, a pesar de ser una mujer libre, pues usualmente son viudas o divorciadas. Ellas no salen para ninguna parte y sólo esperan a que él venga. Mientras, tipo le es infiel con la esposa y con otras.
— Insisto, qué consejos le darías a un mujer que decidió ser amante fija — Que lo disfrute, que no se involucre con todas sus emociones y aprenda a manejar el enamoramiento, que no piense, nunca, que él se va a divorciar. Que lo asuma como sus cinco días al mes de romance, porque más de eso se pone fastidioso. Eso es bonito, porque son raticos.
— ¿El modelo mono-hombre-viejo verde también aplica a las mujeres? Tú cuentas en el libro que te fuiste con un “muñecote” de 1.94 mts. — ¡Pero fue un día! (risas). Al final escribo “ya está” fue esa noche y al otro día. El chamo me llamó a la semana, pero ya yo no tenía nada que hablar con él. Yo tengo un hijo de 30 y otro de 23, entonces que haría yo hablando siete días de la semana con un chamo y además dándome aquel traqueteo (risas). A algunas les gustan los muchachos jóvenes, pero a mí no.
— Visto así, un tipo de 70 años al cual le gustan las jovencitas de 20 y se acuesta con una distinta cada semana, entonces ¿él no sería un “viejo verde”? — El viejo verde es el adinerado que se rodea de niñas, mientras que al anciano que le gustan las jóvenes, pero no tiene plata a ese no le hace caso nadie, ni las moscas.
— Tú afirmas atinadamente que este es “un mundo moderno con mentes viejas”, ¿cómo has ido haciendo tu transición personal de mujer-conservadora-casada a esta Ana Flor que escribe estos tratados de supervivencia sexual? — Ese cambio lo empecé después de mis divorcios, pues yo tenía una mente antigua, aunque no del tipo religioso que ve el pecado por todas partes. Como no soy celosa, nunca revisé una cartera o un teléfono celular, pues me gusta que me respeten mi espacio, como yo respeto el de los demás. Al divorciarme es que me doy cuenta que me estaban pegando los cachos, y luego me doy cuenta que todos lo hacen (risas). Por eso indico que las mujeres no pueden hacer un drama tan espantoso de una cosa tan ridícula. Hasta los 44 años nunca había sido infiel y mi primer tipo casado lo tuve a los 47 años. Ahora me gustan más los casados, son más cariñosos.
— Mientras en un capítulo invitas a usar a los hombres, a fluir levantando chicos en bares como lo hacen los hombres con las mujeres, en otro afirmas que “la mayoría de nosotras las mujeres solteras o divorciadas nos hemos convertido en una especie de comparsa de putas gratuitas, y se la estamos poniendo cada vez más fácil a los hombres”, por un lado promueves el goce y por el otro te quejas… — No es que me quejo, sino que me da tristeza ver como ellos están aprovechándose de esa situación de mercado, donde hay pocos solteros heterosexuales a la mano y ellos te recalcan que si te pones difícil, pues siempre tienes dos o tres niñas esperándolos.
— Mujeres divorciadas, con apartamento heredado pero sin un centavo, sugieres ahorrar, ¿Qué más se puede hacer? Es que en ese capítulo del libro reflejas problemas que están en la calle y a que veces las mujeres los llevan solas y sin saber cómo superarlo — A mí me tocó vivir eso, lo vengo recalcando desde mi primer libro, es importante tener una cuenta de ahorros salvavidas, hay que establecerse y tener opciones laborales aunque tu matrimonio vaya muy bien, pues eso puede cambiar en cualquier momento. La mujer no puede perderse a sí misma y sólo vivir a través de los ojos del hombre. Tiene que proyectarse a sí misma más allá del hombre y los hijos, porque la familia también crece, se va y te quedas sola, sin hijos y sin un mapa de vida. Tienen que ser individuo, compaginarse con el maridos y sus hijos y aprender a darse gustos, no sólo ropa o dulcitos, sino en su vida sexual. — Le dedicas un capítulo a la necesidad de buscar un buen abogado, ¿desangraste a tus maridos en los divorcios? — Para nada, mis divorcios son del tipo “dónde firmo” y si me van a dar, que lo hagan, pero yo no reclamé. Pero claro, luego caes en cuenta que tú pensabas que estabas casada con el mejor hombre de la vida, a mí no me van a hacer esto, él no se va a enredar con la secretaria, él va a volver… Pero no volvió; que no me iba a dejar en la calle, y lo hizo…Y luego no pudo manejar su rabia cuando me convertí en escritora y se vio ridiculizado en el libro, por eso es clave asesorarse muy bien y estar preparadas, no depender del amor que se siente por ese hombre. — Tú eres lapidaria y mala, lo digo por esta frase que sueltas en el libro, “los pocos hombres fieles es porque tienen problemas de erección” — (Risas) Es que tengo que atormentarlos y te digo una cosa, la cantidad de hombres con eyaculación precoz es inmensa y luego se la tiran de galanes.
— ¿Cómo no disfrazarse de tumba deseos con una rutina de vida de dos horas de cola para regresar a casa? — Es muy difícil, por eso el matrimonio es complejo de llevar. Hay que atender a los hijos y si no los tienes, entonces bajar al perro. Y luego hay que pagar esto o aquello y de pronto no tienes como cubrirlo. El nido de amor se va transformando en un nido de responsabilidades y hábitos. Los dos se acoplan hasta el punto de cada uno tener un par de chancletas horrorosas tiradas por la casa…Pero entonces estás en la oficina y llega una nueva secretaria con un perfume distinto al de tu mujer, con un escote, y el hombre se dice: “que ganas de revolcarme con ésta” y es así, hay que hacerlo para que retornes sin estrés a la casa. A mí me pasó, iba al supermercado con mis chamos y de pronto un tipo muy guapo se queda mirándome y en seguida una piensa como madre, “este carajo que hace mirándome”. Al hombre, al contrario, se le infla el ego, mientras la mujer se asusta.
Sobre la autora Ana Flor Raucci nació en Ciudad Bolívar. En 1976 compitió por el Miss Venezuela y quedó como segunda finalista. Eluz Peraza renunció al cetro a las 24 horas para casarse por civil, lo cual alteró las posiciones. Ana Flor fue llamada a participar en el Miss Mundo reemplazando a Judith Castillo, bautizada como Reina de Venezuela. Raucci ha publicado obras exitosas: “Soy la versión XP Heterosexual”, “Felizmente divorciada” y “Ni bruta ni cabrona, sea infiel y disfrútelo” que le han reportado miles de fanáticos en México y España, a la par que la inquina de sus ex maridos, retratados en esas ácidas obras debido a sus continuas infidelidades. Ana Flor es decoradora de interiores (“con esto me gano la vida”) y sus pasiones son la escritura y compartir con sus hijos. Sus próximas apuestas editoriales van lejos de las relaciones de pareja, está terminando una comedia y planifica un libro en el cual quiere reflexionar sobre porqué siempre terminan ganando los malos, como el caso de Fidel Castro.
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