¿Qué esperan nuestros pacientes? |
Escrito por Teodoro J. Martínez |
Viernes, 04 de Marzo de 2011 11:11 |
![]() La salud del ser humano es una compleja y caótica amalgama de aspectos físicos, psíquicos y sociales, en continua interacción, que permanecen en un inestable equilibrio. La vulnerabilidad de cada factor es diferente para cada individuo, por lo que la alteración de dicho equilibrio, la enfermedad, se manifiesta de manera distinta en cada persona. Los sistemas de salud nacen como respuesta a las necesidades y expectativas de los individuos de la sociedad en la que surgen. La Organización Mundial de la Salud (OMS) los define como un conjunto de instituciones, personas y acciones cuyo principal objetivo es promover, restaurar o mantener la salud. A lo largo del pasado siglo, los sistemas sanitarios positivistas han mejorado paulatinamente la respuesta a las necesidades de salud de los enfermos, a expensas de marginar el resto de aspectos de esta visión global de la salud. Las necesidades del enfermo, sin embargo, no sólo se quedan en su aspecto biológico. Es necesario protegerlo de las consecuencias económicas que la mala salud tiene sobre cualquier persona. Las políticas de seguridad social, la cobertura en caso de enfermedad o de circunstancias no patológicos que mermen su capacidad de trabajo, como el embarazo, parto y crianza, constituyen un aspecto inseparable de las políticas sanitarias. En este punto es especialmente vulnerable la mujer, la cual es puesta con frecuencia en la disyuntiva entre trabajo y crianza. Por una parte, ha de gestar, alimentar y criar a los retoños que necesita para su futuro la sociedad, y, por otra, debe adaptarse a roles laborales y productivos concebidos para seres asexuados e infértiles. Las sociedades que hacen optar a sus mujeres entre vida laboral y crianza, en lugar de conciliarlas, son insanas desde su misma concepción, y atacan imprudentemente la raíz de su propia supervivencia. Un tercer aspecto clave que el usuario exige es la eficiencia en la utilización de los servicios con que, gracias a sus impuestos, se financian. La OMS, en su último informe de Salud del Mundo en 2010, advierte de que un 40% del presupuesto de cada país invertido en salud se pierde por la ineficiencia del sistema. Los profetas del apocalipsis de la sanidad pública obvian en su argumentario esta profunda sima del gasto sanitario, ocultando los costes que suponen el inmenso aparato burocrático, la ineficiencia en las compras de suministros y tecnología, la descoordinación entre niveles asistenciales, la escasa inversión en formación, la politización y escasa profesionalización de sus gestores, o la vampirización que los intereses comerciales privados ejercen sobre casi la totalidad del sistema. No es cuestión de gastar menos, sino de hacerlo bien y eficientemente. |
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