Jugando a la candelita
Escrito por Antonio José Monagas | X: @ajmonagas   
Viernes, 07 de Octubre de 2011 01:45

altDesde que el actual régimen confundió la visión de país con la cual convenció al electorado en 1998, las cosas vinieron de mal en peor. Todo comenzó a enrarecerse. Donde ponía su atención, se agravaban los problemas. De pronto, el país vio truncada sus posibilidades de expansión y desarrollo. Comenzaron a extraviarse resultados de esfuerzos dirigidos a alcanzar objetivos sociales y económicos. Igualmente culturales. Aunque también el desastre cundió el ámbito de la industria pesada y del sector productivo privado.
Los estamentos estratégicos sobre los cuales se apoyaba el crecimiento nacional, dejaron de funcionar como palanca de transformación del país. De esta manera, la electricidad, la telefonía, el petróleo, el cemento, el hierro, el aluminio y la bauxita, fueron objeto de insidiosos ataques que terminaron en desarraigar las correspondientes industrias de sus nichos naturales. Por consiguiente, los índices de productividad y desarrollo económico, además de otros relacionados con la concepción y praxis de la democracia, cayeron a niveles de vergüenza. Al extremo que mediciones de países con atraso relativo, frente a los que Venezuela adelantaba con marcado margen de ventaja, superaron las realidades que hoy la agobian en casi todos sus escenarios. Y por supuesto, sin exceptuar lo que constituye la castración de libertades fundamentales y derechos esenciales que hoy afectan la gestión pública que llevan altos funcionarios sin sentido de las responsabilidades propias del trabajo administrativo y operativo.

A manera de contraparte y para justificar la indolencia que domina el discurrir oficialista ante la gama de problemas que azota al país, estos funcionarios en cargos estratégicos, aunque advenedizos políticamente y genuflexos moralmente como en efecto son, han recurrido a maniobras y artimañas sólo para mantener en expectativas a una población que sigue creyendo en “cuentos de camino o de revolución bolivariana”.

En consecuencia, estos conspicuos administradores del poder vertical juegan con las esperanzas de un pueblo que anhela resolver sus problemas locales, regionales y nacionales. De modo que los argumentos que una vez validaron los criterios de desarrollo económico y social, se convirtieron en un rosario de quejas toda vez que las mentiras del régimen fueron acumulándose y menguando necesidades que se hicieron calamitosas ante la gravedad de sus implicaciones.

El presidente Chávez adoptó últimamente un comportamiento público que desmerece a quien se atreve a preguntar sobre su estado de salud llamándolas consideraciones “morbosas, groseras e inhumanas”. Cuando más morbosas y groseras son sus apreciaciones sobre el devenir nacional. La destemplanza con la cual refirió la disputa con Guyana Esequiba, como si se tratara de un problema que debe revisarse desde afuera y no desde la óptica nacional, es demostrativo del carácter lacónico con el cual observa al país. El desconocimiento ante los preceptos constitucionales, como los fallos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, refleja el grado de desgano con el cual pretende adelantar su socialismo del siglo XXI. Por tanto, el país cayó en una condición de morosidad que lo coloca entre los países más remolones del mundo.

Toda esta grave situación pone en entredicho la funcionalidad del país desde una perspectiva geopolítica lo que ha conducido a que los venezolanos comiencen a ser cuestionados y mal vistos en países, incluso vecinos. Así se ha creado una desconfianza que afecta no sólo al venezolano visto desde afuera, sino lo que percibe desde su propia realidad. Y todo sucede, porque el régimen le dio por estar evadiendo responsabilidades. Asumir la actitud del “por allá fumea” O sea, se redujo a estar “jugando a la candelita”.


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