Airbus con jacuzzi
Escrito por Fernando Luis Egaña   
Lunes, 29 de Agosto de 2011 10:24

altEl ya otrora déspota libio, Muammar Kadafi, se llenaba la boca de retórica revolucionaria pero viajaba en un Airbus con jacuzzi. Así suelen ser los sátrapas...en todas partes. Y es que Kadafi se vendía como un modesto beduino que moraba en carpas del desierto, algo así como la encarnación viviente del socialismo tribal de la llamada "revolución verde"... Pero que va, eso era para los medios y las galerías, porque en verdad Kadafi era un billonario-depredador que se daba la gran vida a costa de la riqueza petrolera y de la esclavitud política del pueblo libio.

Y no sólo él sino su numerosa prole, o la dinastía kadafista cuyos estrepitosos desmanes contribuyeron a la caída final de una de las satrapías más longevas del mundo. Cuando esos regímenes se terminan de descomponer, entonces es imposible que la podredumbre siga permaneciendo oculta o por lo menos minimizada.

Ahora se está sabiendo, por ejemplo, que el señor Kadaffi tenía para su uso personal a dos aviones Airbus valorados en cerca de 100 millones de dólares cada uno, auténticos palacios alados con griferías bañadas en oro y hasta un cómodo jacuzzi para el solaz del mandamás. Curioso que a los sátrapas les encante un Airbus...

El "Simón Bolívar de Libia", como le llamaba el presidente venezolano, estaba en las antípodas del desprendimiento de nuestro Libertador, porque su muy malhabida fortuna personal se estima en varios miles de millones de dólares, y si se le agrega la fortuna familiar de sus vástagos y otros parientes cercanos, la misma se acrecienta de forma considerable.

Pero el latrocinio descarado de las arcas libias no era, ni mucho menos, el único mal de esta tiranía nor-africana. El terror endógeno en que fundaba su control despótico y el contubernio con el terrorismo internacional, matizado en los últimos años por su viraje pro-occidental, también caracterizaron su férreo dominio del poder.

Del nacionalismo panarábigo del los primeros tiempos, apenas quedaba un recuerdo brumoso y no tanto en Libia o en el Medio Oriente, como en ámbitos distantes tipo la "revolución bolivarista", donde hasta ayer se le rendía culto en los altares oficiales. Sin ir muy lejos, el embajador del gobierno venezolano en Tripoli parecía tan kadafista como el delfín predilecto, Saif Al Arab.

Con frecuencia las auto-denominadas "revoluciones nacionalistas" terminan degeneradas en satrapías continuistas y hasta dinásticas, con delirantes manifestaciones de culto a la personalidad, con niveles colosales de corrupción y canibalización de los recursos nacionales, y con la disposición efectiva de proceder por las malas o las peores para mantener sus privilegios.

Y claro, todo ello envuelto por una habilidosa maquinaria de propaganda, doméstica y foránea, que no se cansa de proclamar grandes ideales de redención social, de sacrificio revolucionario y de abnegación testimonial, mientras las botijas buchonas financian Airbuses con jacuzzis y otras amenidades. Y no sólo en Libia...

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