En Venezuela las cifras por asesinatos crecen de manera alarmante. Vivimos en un permanente sobresalto en donde lo que destaca es una sociedad enferma victima de la violencia; si alarmantes son las estadísticas semanales que abarrotan hospitales y las morgues de la republica, peor aún, son las formas en que se llevan a cabo verdaderas ejecuciones que desnudan una cruel realidad: En medio de nosotros existen personas con un nivel de odio tan grande que pueden llevar a cabo episodios espantosos como el que pasamos a relatarles.
Hace aproximadamente una semana asesinaron a un agricultor duaqueño. Un campesino que fue a la ciudad a buscar la oportunidad que no le brindaron en el campo. Sabíamos que cuidaba una hacienda en un Municipio de Carabobo próximo a los límites con el estado Yaracuy. Un gran trabajador que soñaba con darle mejor calidad de vida a su familia, jamás abjuró de su suerte sino que sobreponiéndose a las dificultades diarias trataba de encontrar bienestar para ellos.

Unos delincuentes penetraron la propiedad. Lo sometieron con violencia y al estos intentar violar a sus menores hijas, se colocó como escudo para que los aberrados no lograran perpetrar el hecho. Fue zarandeado con tubazos de todos los calibres, ya agonizante recibió un golpe en la cabeza con pesado bloque, murió suplicando que no les forzaran a sus niñas. Se ensañaron con el cuerpo del occiso como inducidos por lo peor de las bajas pasiones; todo en presencia de unas inocentes que vieron el suplicio de su padre en la mala hora en donde reina la oscuridad infinita. Quisieron hacerle a él lo que pretendían con las niñas, sólo que el ladrido de unos perros logró asustarlos. Un detalle espeluznante como guinda del pastel: Son unos jóvenes de apenas catorce años y que según el parte policial, no es la primera vez que actúan de esa manera.  

¿Dios mío en que infierno vivimos? Es una verdadera tristeza que estas cosas ocurran. Que semejantes engendros existan en nuestra sociedad y que anden por las calles con la complicidad de tribunales en donde se dicta cualquier cosa menos justicia. Son tan grotescas las historias que la relatada de manera aquí es simplemente una nuevo episodio de nuestras miserias como nación. Descomposición en donde existen múltiples factores, desde  un gobierno nacional que jamás ha planteado enfrentar de manera contundente a la inseguridad personal, siendo su ausencia en la lucha uno de los motivos preponderantes para que el malandro se siente en  su reino. Asimismo, la descomposición de la familia y su alejamiento de los principios cristianos hacen que todo esto junto con los problemas sociales confluya en hacer el delincuente de hoy.

Si no enfrentamos esto el delito terminará por liquidarnos a todos. Es algo que va más allá del duro enfrentamiento entre las dos visiones de país, estas pueden seguir luchando por el poder mientras el verdadero amo de la republica, es decir la delincuencia construye su santuario dorado ante la atónita mirada de sus victimas.       

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