Un país con canas
Escrito por Ignacio Ávalos Gutiérrez   
Miércoles, 20 de Julio de 2011 05:18

altDesde la economía se habla de las consecuencias sobre el patrón general de desarrollo y, más particularmente, sobre el ahorro, la inversión y el consumo


I.

Hace más de dos siglos Malthus apretó el botón de las alarmas y advirtió sobre el peligro de que la población creciera a mayor velocidad que la producción de alimentos, aunque al mismo tiempo dejaba la "buena noticia" de que las hambrunas, las enfermedades y las guerras se encargarían, siempre, de reponer el orden y el equilibrio, roto por la desmesura en los nacimientos. Este clérigo inglés se convirtió, así pues, en el ideólogo del control de la natalidad, inspirador remoto de la píldora y el condón.

Sin embargo, tantos años después de que dijo lo que dijo, el planeta muestra una fisonomía muy distinta desde el punto de vista demográfico, gracias, claro, a la eficacia en el control de la natalidad, pero también en el control de la mortalidad, y esto último, dicho sea de paso, aunque la ciencia ocupada en la tarea de prolongar la vida no ha desplegado todo su potencial, si bien algo ya asoma por los lados de la biotecnología. Así las cosas, el envejecimiento de la sociedad se ha convertido, entonces, en un asunto crucial del siglo XXI, incluso para los países hoy en día más jóvenes.

II.

En efecto, varios estudios, elaborados por diferentes organismos, todos a la mano gracias a Internet, coinciden en señalar en que para el año 2050 en el planeta habrá más personas mayores de 60 años que menores de 15 y habrá solamente 4 personas en edad laboral por cada persona jubilada, en comparación con los 12 de 1950 y los 9 de 2000. El impacto de estos números es significativo en distintos ámbitos.

Así, desde la economía se habla de las consecuencias sobre el patrón general de desarrollo y, más particularmente, sobre el ahorro, la inversión y el consumo, los mercados de trabajo, las pensiones, los impuestos y la llamada cohesión inter-generacional.

En la esfera social, de sus consecuencias en los esquemas y propósitos de los sistemas de salud, en la organización y composición familiar, en la vivienda, así como en el sistema educativo. Se habla, en fin, de cambios de fondo en casi todos los órdenes de la vida colectiva, inclusive, desde luego, en el político,-9 en la concepción y uso del tiempo libre, en la cultura y paremos de contar, cambios cuyo embrión ya está a la vista en varias partes.

III.

Tendencias similares a las anteriores asoman en Venezuela. Entre nosotros los números que anticipan el futuro cercano sugieren el surgimiento de un país canoso, en virtud de un proceso que se viene dando de manera mucho más acelerada que el que tuvo lugar en otros países, sobre todos los europeos, el cual nos pone en la urgencia de iniciar un conjunto de transformaciones radicales en el modelo social.

El mes que viene, según lo comunica el Instituto Nacional de Estadísticas, andaremos de censo.

Por catorceava vez la sociedad tomará para sí la tarea de contarse y describirse, a resultas de lo cual sabrá cuál es la envergadura del trabajo que tendrá que realizar, considerando que pronto, tal vez en tres décadas, dejaremos de ser ese país de de jóvenes que hasta ahora venimos diciendo que somos, para convertirnos en un país maduro, de pelo entrecano, con todo lo que ello implica. He aquí un tema en el que resultaría imperdonable no pensar desde ahora.

Harina de otro costal

Aparentemente, quedó cerrado, aunque de mala manera, el penúltimo capítulo de nuestra tragedia carcelaria. El de Rodeo fue un episodio doloroso y vergonzoso que habla muy mal del país y deja, de nuevo, hasta volverse reiteración fastidiosa, la evidencia de que el Estado venezolano no existe en lo que respecta a poner orden en la vida social.

Cierto, en este ámbito la ausencia del Estado tiene, además, otras muy diversas caras, expresadas en los cuerpos de seguridad privada, en las casas y los negocios amurallados, en el desmadre en las cifras de asesinatos y secuestros, el asalto a las camioneticas, la violencia en las escuelas, la impunidad debida a la incompetencia policial y al desvarío de los tribunales, en fin. Pero, más allá de esto, la ausencia del Estado tiene, sobre todo, rostro de miedo. Nuestro Estado es un espejismo: no logra que vivamos libres de temor. De bien poco nos sirve, entonces, el Estado que tenemos.

Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla

EN/OyN


blog comments powered by Disqus
 
OpinionyNoticias.com no se hace responsable por las aseveraciones que realicen nuestros columnistas en los artículos de opinión.
Estos conceptos son de la exclusiva responsabilidad del autor.


Videos



Banner
opiniónynoticias.com