Betancourt y "La cuarta"
Escrito por Ramón Guillermo Aveledo | @aveledounidad   
Miércoles, 08 de Octubre de 2025 00:00

altEn días pasados fue el aniversario de la muerte de Rómulo Betancourt, uno de los grandes venezolanos del siglo XX.

Pasados ya cuarenta y cuatro años de recuerdos tan vivos, pienso en cómo vuela el tiempo y cuánto ha cambiado Venezuela.

El 21 de septiembre de 1981 lo vi en Nueva York, tras el discurso de Luis Herrera en la ONU. Fue con el Presidente esa noche al Yankee Stadium. Disfrutaron el encuentro, conversaron y rieron. Se simpatizaban mutuamente, aunque pertenecían a partidos distintos y competidores, pero que habían sabido ser socios leales en la coalición de gobierno presidida por Betancourt entre 1959 y 1964, fruto del Pacto de Puntofijo de 1958, acuerdo de gobernabilidad que sustentó el inicio de los cuarenta años de estabilidad y alternancia democrática, con la constitución hasta ahora más duradera y menos irrespetada, con predominio de la paz y la democracia como marco para un progreso en todos los órdenes que alcanzó a todas las regiones del país.

¿Fue un tiempo perfecto? Desde luego que no, porque la perfección no existe. Tampoco he estado de acuerdo con que “éramos felices y no lo sabíamos”, la razón es obvia. Si hubiéramos sido “felices” el país no habría cometido la elección de 1998, cuyas consecuencias todavía padecemos sin haber atinado con el conjuro del maleficio. Pero veamos las cosas en perspectiva histórica, mirando a lo alto sí, con los pies bien puestos en la tierra venezolana. En educación, salud, vivienda, agua potable y electrificación, vialidad, infraestructura y servicios, política petrolera y manejo de esa industria, medio ambiente, apreciando su alcance para la mayoría de los venezolanos, los logros de esos cuarenta años son incomparables con cualquier otro tiempo anterior y evidentemente, posterior. En La 4ª República, la virtud y el pecado lo demuestro con un balance objetivo, no imparcial, objetivo. La economía no era el fuerte de aquellos líderes de visión y patriotismo innegables, pero los defendía la prudencia y la capacidad de rodearse casi siempre bien y saber escuchar, porque estaban conscientes de no ser infalibles, a pesar de que la adulación, la vieja y criollísima “jaladera de mecate” les cortejara para que se creyeran lo contrario. Desarrollaron también, en general, una política internacional para la paz, la cooperación y la promoción de la democracia, sensata combinación de principios e intereses nacionales.

Betancourt, el principal fundador de ese sistema en trío con Rafael Caldera y a su manera con Jóvito Villalba, se esmeró en conocer y comprender a Venezuela profundamente, en organizar un partido que la interpretara. Aparte de su obra gubernamental y política, de su inteligencia y su cultura hay evidencia abundante. Leyó y escribió mucho. Libros, artículos, documentos y una copiosa correspondencia que la Fundación que lleva su nombre se esmera en dejar para la Historia de Venezuela.

Con la serenidad del tiempo transcurrido, además de todo lo dicho ¿qué rescato especialmente de Rómulo Betancourt?

Su honrada convicción democrática, su civilidad respetuosa de la institución militar, su afán de gobernar para todos y su capacidad para aprender de la experiencia, rectificar errores y actuar en consecuencia.

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