De una previsión elemental y urgente
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 01 de Abril de 2024 00:00

altIncontables son los agujeros de distintas dimensiones, en nuestras metrópolis del deterioro.

Tanquillas, asfalto, postes, pavimento, semáforos, cableado, tuberías, etc., registran con exactitud las huellas de la desidia oficial.

Lo peor es que suelen generar importantes accidentes personales, sin que aparezca algún responsable administrativo, civil o penal, si fuere el caso. Por decir lo menos, pueden ocasionar y ocasionan, una caída con fractura de pie del peatón, o la torcedura de chasis del vehículo, afectando igual y dramáticamente el bolsillo.

Peor todavía, los funcionarios correspondientes tardan o no reparan jamás los desperfectos, pero tampoco indican la amenaza que representan. E, irremediable, espontánea y anónimamente, la ciudadanía debe alertar sobre la existencia de un peligro real e inminente para las personas y sus bienes.

Vale decir, señalan el desperfecto a través de cualesquiera y vistosos desperdicios sólidos que tengan cerca, como un trozo de madera que sostienen una bandera hecha de plástico que igualmente destroza el viento, o algún artefacto de dimensiones llamativas que sobresalga del hueco.  Destrozadas las rejillas de acero de una tanquilla que da hacia el estacionamiento de un local comercial, por ejemplo, la gente optó por el juego de cauchos tomado de un basurero aledaño para ajustarlo y evitar que otro y otros tengan que lamentar un accidente. 

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Al diccionario de la Real Academia no le ha sido suficiente el verbo “señalar”, empleando otro que creímos un anglicismo, resultando una respetabilísima expresión de raíces latinas para todo lo que concierne a la vialidad: “señalizar”.  Harto consabido que, ni siquiera, la más modesta localidad venezolana cuenta con las indispensables señales de tránsito, como un cartel o el rayado del asfalto. No obstante, empobrecida la ciudadanía que tributa religiosamente,  en contraste con el Estado despilfarrador, por lo menos, esperaría de éste que señale o señalice rápida, diligente y oportunamente las precariedades o atrocidades del sistema vial para evitar una desgracia personal y personalísima de los inocentes transeúntes, viandantes,  pateadores, conductores y afines que tiene derecho a hacerlo con seguridad y confianza: si no pueden reparar, en el largo mientras tanto, agradeceríamos que alerten sobre las amenazas que significa el sólo tránsito del territorio nacional.

Claro, no somos tan cándidos como para suponer que el oficialismo confesará y asumirá sus más visibles fracasos, porque – dirá – habituados los peatones, esa responsabilidad se ha disuelto de lo tan obvia que es. Nada difícil suponer la ocurrencia de una propaganda dizque electoral que promueva el continuismo, prometiendo la remodelación de lugares al mismo tiempo que advierta de sus riesgos: total, también se dirá, esa suerte de propaganda de advertencia, a los meses, quedará derruida y olvidada. 

Luego, seguimos entrampados frente a un régimen tan irresponsable que jura marchar sobre ruedas. Superarlo significa resolver también los problemas más cotidianos, como esto de andar por la calle.

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