Del patrimonio anti-ciudadano
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 18 de Marzo de 2024 00:00

altPor muchísimos años, tuvimos grandes piezas artísticas en los espacios públicos que soportaron muy bien la intemperie,

porque recibían los necesarios y oportunos cuidados del Estado que las auspiciaba. Algunas, como el “Abra solar” de Alejandro Otero, en Plaza Venezuela, cuenta ya con una intervención complementaria y atesanal de alambre para evitó el pillaje de las mafias del aluminio que devastaron la ciudad, aunque presumimos la literal desaparición y el olvido de obras enteras con varias de las remodelaciones o remiendos urbanos del presente siglo. 

Recordamos el justificado celo de Diana López, por entonces, eficaz y comprometida directora de Cultura de la Alcaldía de Chacao, respecto a las obras expuestas a cielo abierto, pertenecientes a la municipalidad. Llegará también el tiempo para hacer un completo balance del patrimonio pictórico y escultural de la nación, bajo la guarda y custodia de todas las instituciones oficiales.

Situación contraria a la pieza de Rafael Barrios expuesta en el este de la ciudad capital, comentada anteriormente, hacia el oeste encontramos la ruindad de otra que, en plena vía pública, parece obvio que está bajo la responsabilidad de la municipalidad de Libertador, del gobierno del Distrito Capital, del ministerio de Cultura, o de cualesquiera de las instancias cambiantes del Estado. Quienes gobiernan, son gente del PSUV, o, al menos, lo hace Nicolás Maduro en su nombre, aunque después pueda decirse que la escultura es responsabilidad de la comuna o del consejo comunal.

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Desde Plaza Bonalde hasta Gato Negro, pasando por Plaza Sucre, transitamos un bulevar que está copado por los agentes del hormigueante comercio informal, o supuestamente informal. A lo lejos divisamos a Barrios, previendo encontrarnos con una columna de cubos, si mal no recordamos, rosada, que se hallaba en Parque Central, pero conseguimos y fotografiamos otra referencia: literalmente cubos superpuestos de marrón asediado por el óxido, cuales heces sordas, en lugar de los cubos de láminas moduladas que le extienden una mejor emboscada a la luz tropical. 

Al oeste de la aún más deteriorada metrópoli, constatamos la displicencia, negligencia y completo olvido de la obra que es propiedad pública, sin que distinguiéramos alguna placa alusiva. Quizá desaparezca, y nadie la extrañará por el enorme descuido, estorbo, y, perdonen, hasta fetidez visual que pudiera provocar. Al concluir esta nota, nos viene a la memoria un busto de Mauro Pérez Pumar que finalmente desapareció entre la densa buhonería ubicada por las inmediaciones del otrora cine Ayacucho, bajando por la esquina de La Bolsa, en el temido centro histórico de Caracas.  

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