Los consejos de Bachelet |
Escrito por Fernando Paulsen |
Martes, 30 de Junio de 2009 09:45 |
Barack Obama, el martes 23, hablaba a los periodistas de su país acreditados en la Casa Blanca sobre los temas del día: Irán, la nueva ley antitabaco y un choque del Metro de Washington DC. Un reportero preguntó por las estimaciones económicas de la crisis y el alarmante déficit fiscal. El presidente respondió con una comparación inédita. A veces buscamos ejemplos en los lugares equivocados, dijo. "Miren el caso de Chile, cuando tuvieron excedentes supieron qué hacer con ellos. Nosotros, cuando los tuvimos, los dilapidamos". El relato anterior podría suponer que cuando la Presidenta Michelle Bachelet y Obama se reunieron a puertas cerradas en la Casa Blanca, dos horas más tarde, las referencias a Chile, su estrategia anticíclica y su robustez financiera abundaron en el diálogo. Pero no fue así. Más que de Chile, Obama y Bachelet hablaron de Paraguay, de El Salvador, de los proyectos de EE.UU. de tratados de libre comercio con Panamá y Colombia. De las formas de establecer puentes con los países alejados de la amistad estadounidense, Bolivia y Venezuela; del rumbo de Unasur, de cómo hacer creíble la voluntad norteamericana de darle importancia a América Latina. Un ejemplo de este tono de "tú a tú" -como lo calificó uno de los asistentes a la cita- fue la valoración que Obama hizo de la institucionalidad chilena y su influencia en la región. En este contexto el Presidente de EE.UU. habló de la llegada de Mauricio Funes a la Presidencia de El Salvador, y sobre las vicisitudes de Fernando Lugo en Paraguay. Obama solicitó a Chile que abriera rutas de institucionalización en esos países, que necesitarían asesoría en las reformas de instituciones clave del aparato público, desde el servicio de Impuestos Internos, Contraloría, legislación económica, regulación de mercados y otras reformas. El mandatario consultaba a Chile sobre cómo veía la Presidenta la posibilidad de adquirir un papel protagónico al respecto. Otro tema que se conversó con él, pero que se extendió más al día siguiente con el Vicepresidente Joseph Biden, era la relación de amor y odio que el Departamento de Estado mantiene con el Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza. Se respeta al ex ministro del Interior chileno y se valora su manejo de situaciones difíciles como la reunión de Trinidad y Tobago, donde los países de la Alternativa Bolivariana para las Américas, Alba, creada por Hugo Chávez, hicieron un amago de romper con la OEA, lo que fue diestramente desarmado por Insulza. Pero también en Washington se ve al chileno como muy autónomo de la política de EE.UU., con frases que molestan, como cuando reconoció la validez del resultado electoral que dio la última victoria al Presidente venezolano, mientras el Washington de Bush -que mantiene todavía a funcionarios del Departamento de Estado- hacía lobby para dudar de la votación. La Presidenta les dijo a Obama y a Biden que Chile apoyaría a José Miguel Insulza en su reelección en la OEA, cosa que hizo al día siguiente públicamente, y que creía que sería inconveniente que EE.UU. se opusiera, como hizo en la anterior elección, cuando apoyó al candidato mexicano. Obama repetía con Bachelet lo que había hecho con Lula: pedía a dos mandatarios que a sus ojos tenían un liderazgo que traspasaba sus territorios, que orientaran a la mayor potencia sobre cómo restablecer lazos de amistad con un continente latinoamericano que, tras décadas de recibir bofetazos y ninguneos, miraba al gobierno de EE.UU. con resentimiento y sospecha. OBAMA HABLABA EN SERIO Obama tenía razones de peso para evaluar a Chile como un factor de liderazgo regional. El Presidente pudo haber sufrido un bochorno inimaginable a pocos meses de haber asumido. A comienzos de junio, en Honduras, estuvo a punto de quebrarse la OEA por el retiro de varios países del Alba, liderados por Venezuela y Nicaragua. El tema clave era la exclusión de Cuba y estaba en tabla para la Asamblea. Hillary Clinton, secretaria de Estado de EE.UU., ya se había ido a Egipto aceptando una resolución que terminaba la suspensión de Cuba, cuando Nicaragua y Venezuela señalaron que lo acordado no era suficiente. Intervinieron a puertas cerradas los cancilleres de Chile, Mariano Fernández, y Brasil, Celso Amorim, revirtiendo las amenazas y sellando el 3 de junio el acuerdo de suspender la sanción. Esa capacidad de liderar no pasó inadvertida en Washington. Ya se había visto una acción similar cuando Bachelet convocó a una reunión de Unasur por la crisis política boliviana, en septiembre. Más tarde, cuando se realizó en Chile la VI Cumbre Progresista, en marzo, quien asistió por EE.UU. fue Biden, quien, además, es experto en temas internacionales y ex presidente del Comité de Relaciones Internacionales del Senado. La impresión que Bachelet causó en Biden fue tal, que fue su oficina la que pidió al gobierno chileno que agendara una reunión de la Mandataria con el vicepresidente cuando ella visitara Washington en junio, aunque la Presidenta viajara a reunirse con Obama. Y así fue: en un hecho para nada usual, Bachelet se reunió el miércoles 23, a las 14.15 horas, con el Presidente de EE.UU. Y a la mañana siguiente, a las 9.15, con el vicepresidente del mismo país. En la reunión, Biden fue muy abierto sobre las prioridades de EE.UU. Dijo que en los primeros lugares estaban Irak, Afganistán, el Medio Oriente, Corea del Norte e Irán, por lo que no quería que la Presidenta creyera que por las situaciones apremiantes en esa área, esto significaba que América Latina estaba sólo para los discursos. Entonces, tuvo un gesto elocuente: pidió que su equipo y el de la Presidenta se intercambiaran los teléfonos directos. "Si no la podemos atender inmediatamente, por algún problema mayor en otra parte del mundo, no duden en llamar a los teléfonos privados, que siempre habrá respuesta". Esto ya lo había sugerido la delegación chilena en San Pedro Sula a Hillary Clinton, no como intercambio telefónico, sino solicitándole que nombrara un nexo formal. "Si usted está comprensiblemente concentrada en Irak o Afganistán, el nexo recibirá nuestras comunicaciones y verá cómo canalizarlas", le dijo el canciller Fernández. No se ha nombrado todavía, pero cuando Biden pidió intercambiar teléfonos directos privados, la Presidenta y sus asistentes entendieron que el acceso a las más altas autoridades de EEUU se había allanado. En la conferencia de prensa de Obama y Bachelet, el Mandatario estadounidense sintetizó así lo que esperaba de su homónima chilena: "Estamos buscando que nos aconseje". Barack Obama hablaba en serio. LAS PRIORIDADES DE OBAMA ALVARO VARGAS LLOSA Todos los funcionarios de la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Congreso a los que este cronista consultó con respecto a la reunión de los presidentes Michelle Bachelet y Barack Obama en la Casa Blanca coincidieron en una cosa: el contenido de la entrevista tuvo bastante menos "sex appeal" del que se anticipaba y ciertamente menos que el que tuvieron algunas otras entrevistas de la Mandataria en Washington, especialmente la reunión con los congresistas relacionados con la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado. "Y eso no es necesariamente malo", comenta un funcionario vinculado al Consejo de Seguridad Nacional, "sino lo contrario: un síntoma de madurez y desarrollo, como cuando viene un Presidente europeo y no pasa gran cosa, porque se percibe esa visita como parte de una rutina entre socios maduros". Bachelet y Obama privilegiaron las generalidades sobre los temas particulares: atenuar el impacto de la recesión mundial, seguir impulsando la cooperación energética relacionada con combustibles alternativos como la energía solar y eólica, mantener la cooperación educativa y mejorar las relaciones de los Estados Unidos con América Latina. En contra de lo que se esperaba, ni la energía nuclear ni Cuba y Venezuela ocuparon un lugar significativo en el encuentro con el Presidente Obama. Sin embargo, según dos fuentes vinculadas al Departamento de Estado, Bachelet sí enfatizó la necesidad de profundizar el esfuerzo iniciado por Obama para dar un vuelco a la imagen y el trato de Washington en la región. La Presidenta sugirió, en su reunión con Obama, no permitir que se enfríe el nuevo clima creado por la Cumbre de las Américas y no cambiar el rumbo en temas delicados, léase Cuba y Venezuela, lo que supone sacarlos del ámbito de la polémica pública y llevarlos adelante de forma silenciosa. MIRANDO A BRASILIA Obama aseguró estar en la misma longitud de onda que su interlocutora con respecto a la necesidad de mantener un compromiso ("engagement") en la región aun con las distracciones internacionales que compiten con América Latina por la atención de Washington y por dejar atrás las constantes polémicas de épocas anteriores. El Presidente norteamericano sugirió también que Chile, por la proyección que le ha dado su relativo desarrollo institucional y económico en la región, puede ayudar a los Estados Unidos a expandir sus contactos con otros países, incluido Brasil. Obama mencionó a este país específicamente, confirmando lo que es una percepción creciente en el establishment de política exterior en Washington: que el gobierno norteamericano quiere privilegiar la relación con Brasilia y organizar en cierta forma su vinculación con Sudamérica alrededor de ese eje. Consciente del actual rol de Bachelet como Presidenta de Unasur, de la buena conexión entre Santiago y Brasilia, y de la necesidad de no hacer sentir a Chile que está fuera de ese espacio, el Presidente norteamericano sugirió indirectamente que Chile facilite de forma sostenida la relación con Brasil. No es casual que una comparecencia ante los medios Obama dijera que Bachelet y Lula eran dos modelos que Estados Unidos celebraba en el continente. Con respecto al tema energético, en el que hubo mucha coincidencia entre los planteamientos de Bachelet y los de Obama y que constituyó parte central del encuentro, no se desarrolló el tema nuclear. La Presidenta, según el Departamento de Estado, ha delegado en la embajada en Washington la tarea de explorar informalmente las eventuales posibilidades de cooperación si Chile decide, en el futuro (y en ningún caso bajo su Presidencia), impulsar la energía nuclear. "Más "sex appeal" tuvo la reunión con los congresistas, donde, según uno de ellos, "algunos de mis colegas, atrapados en la mentalidad de Guerra Fría, sólo parecían interesados en temas como Venezuela y Cuba, aunque hubo excepciones como Richard Lugar, que a pesar de ser republicano parecía más constructivo e interesado en el futuro". Lugar, senador influyente en la Comisión de Relaciones Exteriores, confirmó a La Tercera que "aunque algunos colegas prefieren privilegiar temas candentes, me interesa no reducir la relación con Chile, un referente clave en la región". "MÁS MADURA QUE EN 2006" Según dos fuentes parlamentarias norteamericanas, Bachelet "estuvo mucho más madura en su respuesta a los interrogantes de los legisladores que en 2006, cuando se le pidió consejo y rechazó la posibilidad de darlo, asegurando que ella no era nadie para darlo. Ahora sí y con mucha más seguridad y deseo de influir". La Presidenta insistió en lo que había dicho en la Casa Blanca, pero con más énfasis y detalle: EE.UU. no debe entrar en polémica ni criticar públicamente a Venezuela, Cuba y otros países con los que tenga conflictos, y debe tratar de dialogar de forma reservada, entendiendo su origen político y el contexto en el que se mueven. Al igual que Obama, pero con más detalle, Bachelet explicó que el contexto latinoamericano y la pesada herencia que gravita sobre la relación entre Washington y algunos países aconsejan no tensionar la relación con gobiernos críticos de Estados Unidos. Todas las fuentes consultadas aseguran que Bachelet no pidió a Obama ni a los legisladores apoyar un eventual ingreso de Cuba a la OEA. "Al contrario: ella siguió en el papel constructivo que tuvo Chile en la Asamblea General realizada en San Pedro Sula, en Honduras, cuando en lugar de ponerse abiertamente del lado de la isla medió entre los amigos de Cuba y Estados Unidos, para buscar una fórmula satisfactoria. Ahora está haciendo lo mismo". Esto quiere decir que Chile no va a presionar por Cuba, limitándose a pedir a Obama que no hostilice públicamente a La Habana para que no se enrarezca el clima en el que Washington quiere mejorar sus relaciones en el continente. Para Bachelet, según una fuente, "la OEA es un espacio en el que EE.UU. puede evitar las tensiones bilaterales trabajando de forma multilateral y constructiva".
Fuente: LA TERCERA |
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