Los “chavistas hasta la muerte” |
Escrito por Iván R. Méndez | X: @ivanxcaracas |
Miércoles, 19 de Diciembre de 2012 12:38 |
Miles de venezolanos sí tienen razones concretas para estarle agradecidos a la gestión de gobierno de Hugo Chávez Frías. A diferencia de lo que argumentan algunos opinadores trasnochados de las redes sociales, no son personas que vendieron o a las cuales les compraron la conciencia, tampoco son ciudadanos extorsionados por una eficientísima y vigilante maquinaria cubana de control. Estos “Chavistas hasta la muerte” son los nietos de los “Carlosandresistas hasta la muerte” y de los “Perezjimenistas hasta la muerte”… Son los que siempre han encontrado presente (que en ellos se entrelaza con futuro) en las políticas de subsidio directo. Son los venezolanos rotulados como E (¿empobrecidos? ¿empujados? ¿escondidos?), los más pobres que hace un par de décadas apenas si podían soñar con salir de su rancho sin recibir, a quemarropa, un disparo matinal. Siguen los disparos, pero llegan las misiones... A los que habitamos en otros estratos sociales (A,B,C,D) nos cuesta entender como estos venezolanos, que depositan al menos 150 cadáveres mensuales en las cuentas de la violencia impune del país, siguen y obedecen los mandatos del Presidente. La respuesta es más compleja que adjetivarlos como “ignorantes”, “vendidos” o “sometidos”. Aunque siguen viviendo bajo la violencia extrema, que forma parte de su ecuación de vida desde hace décadas, lo que sí ha cambiado en su horizonte cotidiano es la posibilidad de obtener ingresos de dos o tres misiones (que resultan un poco más constantes que “los tigres” que desde su nacimiento han venido matando); de ser atendidos en un ambulatorio y recibir sus medicinas gratis; de contar con una moto barata que le permite hacer vida social con su familia (sí, esos motorizados que vemos con la mujer como parrillera y dos niños acurrucados entre los dos) y asistir a los conciertos y ferias organizados por PDVSA La Estancia, por lo menos en la Gran Caracas. Calidad en sus vidas La calidad de vida de este venezolano, habitante por generaciones en los márgenes de la sociedad, se ha elevado más allá de todas sus expectativas. Él sigue atado a la dádiva que siempre esperó, y sabe que un Estado que ofrezca misiones y subsidios lo beneficia más que un candidato que habla de empleos, emprendimiento y de otros términos que no resuenan en él, pues no está cualificado para hacer otra cosa que matar tigritos y esperar ayudas para completar su semana, en la cual cifra todo su futuro y el de los suyos, en llegar a ésta sin pasar hambre o deberle a alguien. Tú los conoces… Los venezolanos de la Clase E te cuidan el auto cuando vas a la panadería o asistes a un concierto en el Teatro Teresa Carreño. Son los equilibristas que juegan con pelotas o comen fuego en los semáforos. Te venden “cocosetes” a la mitad de su precio en los autobuses y camionetas, pidiéndote que chequees la fecha de vencimiento del producto. Te ofrecen el último CD de “El Conde del Guácharo” o el último video porno de una actriz desprevenida. Te limpian tu casa una vez a la semana y hasta se quedan hasta las 07:00PM cuando te pones obsesiva con la limpieza de la cocina. Portan un arma en tu edificio, pues son los vigilantes que hacen turnos de 24 horas seguidas cuidando tu propiedad. Te llevan el mercado a tu apartamento, que a veces queda bien lejos del supermercado, y tienes el cinismo de darles un bolívar de propina. Son los que te roban, con un cuchillo o una botella rota, el mercado que llevas a tu casa. Son los que le ponen la gasolina a tu automóvil y los que hacen una larga cola en el Saime para luego venderte el puesto. También venden café y chucherías a las afueras de los estadios o en los bulevares de las capitales. Te entregan, en los semáforos, los periódicos gratis del día y hasta te desean suerte al venderte el ticket de lotería. Dos de cada diez Hacia el 2007 El Nacional reseñó un estudio que indicaba que un 18% de los miembros de la Clase E recibían ingresos de dos o tres misiones, hoy son muchos más. Estas madres becadas por cuidar niños y por estudiar secundaria los sábados, lentamente se han retirado del trabajo como domésticas o dependientas en comercios que les pagaban un sueldo mínimo y tenían que trabajar hasta los sábados, pues así lo estipulaba la Ley. Estos beneficiados de los programas sociales quizá no puedan comprar en el Sambil, pero sí lo hacen en Mercal o supermercados populares (arroz, pollo y mortadela), Bicentenario y el comercio informal que puebla las calles más céntricas de todo el país. ¿Para qué cambiar? Al igual que los integrantes de las pequeñas clases A y B, los miembros de la Clase E también maximizan sus jugadas políticas y se preguntan (sin racionalizar el concepto) sobre el costo de oportunidad de elegir a Capriles u otro candidato sobre el presidente Hugo Chávez o sus delegados. Para nuestro ciudadano E, el costo siempre será alto, pues en sus manos tienen dinero constante, educación, salud y cierto caos compartido que les permite pagarle a los gestores que, si tienen suerte, los pone en la cola adecuada para conseguir vivienda. Se preguntan, ¿para qué cambiar? Y en cómo se les responda (tendrás más y mejores hospitales, más y mejores programas de ayuda económica, más y mejores escuelas con útiles y alimentación para los niños; más y mejor oferta de entretenimiento gratis; más transporte y más seguridad) se podrán empezar a conquistar a los descontentos, a los decepcionados de esperar media vida (13 años lo es para quien muere abaleado a los 25) y no recibir la beca y mucho menos la casa… Pero mientras más esperemos en hablarles, más abarcará el chavismo (con o sin Hugo Chávez) con su chequera alimentada por el barril petrolero a 100 dólares. La Unidad como filosofía Quizá sea tiempo de emprender el camino de la Unidad como una filosofía y no sólo como un eslogan. La debacle de las gobernaciones, donde la oposición sólo ganó una (y está por ver si prospera el justo reclamo de Andrés Velásquez) y la disidencia chavista, dos; es un claro mensaje de que las cosas no se están haciendo bien. Endilgarle el fracaso a los abstencionistas, como lo han hecho algunos políticos y habladores de televisión y radio, es apostar por la sordera y la ceguera. En cambio, la diputada María Corina Machado atinó al hablar de un grito abstencionista, de una decepción, de un desespero inmovilizador , de una falta de confianza en las propuestas dispersas y desiguales de los candidatos de la Mesa de Unidad Democrática. Es tiempo de unificar visiones, recursos y estrategias. Sólo basta ver los recursos de campaña utilizados en Miranda o Carabobo, contra los de Cojedes o Sucre, por sólo mencionar algunos estados. La MUD no puede perder espacios en las clases conquistadas (A,B,C,D), es imperante asegurar bastiones y avanzar hacia la Clase E que espera, ansiosa, una oferta que, de verdad, les amplié el horizonte vital. Nos estamos jugando el presente y el futuro de un país que fue un ejemplo de Democracia para toda Iberoamérica y que ahora deviene en un laboratorio social donde se crea una especie de Gólem sociopolítico, el último manotazo de la ideología marxista que fracasó desde su concepción. @ivanxcaracas |
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