La destrucción de un país |
Escrito por Fernando Facchin D. |
Viernes, 14 de Agosto de 2009 06:59 |
Ninguna otra época de la historia estuvo tan llena de antagonismos como la actual, debido a la tensión de la sociedad y los desafueros internacionales. Las bases de seguridad de la democracia se funden.
Los antagonismos internos y externos, no disminuyen sino que aumentan. Las cobardes y traicioneras maniobras tendientes a evitar el clímax disidente, el agotamiento del discurso, confusión e indiferencia crecientes, el agravamiento de la crisis social, la desesperación de la sociedad, su anhelo de cambio; la neurosis colectiva, la disposición para las medidas violentas, el aumento de la hostilidad hacia el pueblo por haber defraudado sus expectativas, son razones para considerar que las posibilidades políticas del chavismo no son muchas y que el proceso, en lo sucesivo, se medirá en meses, no en años. El futuro inmediato nos trae el congelamiento de la política de aseguramiento de derechos sociales y la involución institucional de la democracia, en la economía y en las políticas sociales, un marcado retroceso en materia de derechos humanos y en una clara señal de que en este país habrá, bajo la hegemonía chavista, un “hiperunilateralismo” con primacía mercenaria para destruir el país. A lo largo de 10 años de destrucción del país, la comunidad internacional ha mirado hacia otro lado mientras el país es demolido desde sus cimientos, mientras su estructura social se desintegra fruto de la violencia y del expolio del patrimonio nacional y de la voluntad de destruir también la memoria colectiva del pueblo, construida sobre la integración ciudadana a lo largo de centurias. Es pues, la destrucción premeditada de un país por violentas minorías organizadas que seguirán sirviendo a intereses nefastos y alimentando acciones belicosas contrarias a las aspiraciones de los venezolanos Reconstruir Venezuela significa hoy reinventarlo, permitiendo que nos reencontremos con nuestra propia historia y, para ello, lo primero es mantener la memoria de lo acontecido en estos 10 años y recuperar el recuerdo de lo que era este país y de lo que podría haber sido, de cómo eran sus habitantes, cuáles eran sus expectativas y las traiciones a la patria por los usurpadores de la conciencia nacional. Las democracias avanzadas consideran al disidente como parte del sistema, pero en Venezuela se ha llegado al extremo de demonizar a todo aquél que manifieste disidencias. Las instituciones involucionan, a diferencia de lo que pasa en el mundo. Un país no puede crecer creyendo que la verdad es su enemiga. Es imposible reconocer una ideología explícita en Chávez. Es él y su pragmatismo en la ostentación de poder. Se fortalece con personajes nefastos en la mayoría de los casos. Transgrede las normas internacionales prohijando a quienes son sus peleles a cambio de prebendas económicas. La destrucción se manifiesta en hechos como los siguientes: socavamiento de la Constitución desde el poder, el terrorismo de estado, arteros ataques a la integridad nacional, la reducción a residual de los estados y municipios, la falsificación sistemática de la historia con vistas a enlazarla con el régimen fraudulento y totalitario, fuerte retroceso y corrupción de la independencia judicial, manifestada especialmente en el TSJ donde cada día se atenta contra la seguridad jurídica y los valores democráticos; en la insania legislativa, el ataque persistente a la libertad de expresión, prácticamente cercenada y en retroceso lo que de ella queda, corrosión persistente de la igualdad ante la ley y de los valores morales sobre los que se asienta la convivencia en libertad, por los ataques a la familia y la intromisión creciente del estado en la esfera de lo privado, aumento de la corrupción y el clientelismo políticos, destrucción del sistema educativo. El líder revolucionario promete que su país jamás volverá a ser una “colonia del imperio”, pero él construye un imperio depredador para dominar a su país. Después de una década de inimaginable incompetencia, su modelo de socialismo es un manual de destrucción sin precedentes en la historia moderna. Debemos luchar contra el absolutismo presidencial, convertido en lo que antes llamé “hiperunilateralismo”, término que aplico al omnipotente ejercicio del poder por un solo hombre. J. Stalin, dijo: “Mi pensamiento me ordena ser terrible y tengo el propósito de seguir mi pensamiento hasta el final”. |
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