Compromiso y confianza
Escrito por Ramón Piñango   
Martes, 20 de Diciembre de 2011 10:40

altEn pocas semanas se intensificará la campaña por la Presidencia de la República. Esa campaña será vista por unos cuantos asesores o grupos de trabajo técnico del candidato de la oposición como la perfecta oportunidad para presentar un programa de gobierno que convenza a los electores de las bondades de una oferta de gobierno superior a la de Chávez.

Quiera Dios que esos expertos en políticas públicas no tengan el peso en la campaña electoral a que tanto aspiran.

La lucha por el poder político en 2012 no va a ser una batalla para conquistar el cerebro de los sectores populares sino para cautivar su alma. Ello no significa en modo alguno que el venezolano que conforma las inmensas mayorías se deja arrastrar por el torbellino de las emociones y que no le interesan los programas de gobierno. Significa que ese elector trata de evaluar, ante todo, el compromiso de un candidato con esos sectores y la confianza que en ese candidato se puede depositar. El compromiso se refiere a que, ante cualquier decisión de política pública, quien aspira a gobernar se pregunta de qué manera esa política ha de beneficiar a esas mayorías en el corto y mediano plazo.

La confianza no es otra cosa que la percepción de que un candidato ha de cumplir su palabra. Sin compromiso ni confianza no hay programa de gobierno que valga. En el pasado sobraron los programas de gobierno en los cuales lo mejor del talento nacional expresó sus ideas para gobernar en una vasta diversidad de áreas. Progresivamente la gente perdió su confianza. Más de una vez sintió que sus intereses fueron dejados a un lado con el argumento de que había que postergar satisfacciones, tener paciencia y fe en que las cosas mejorarían en el largo plazo. Así la percepción del compromiso con el pueblo también se esfumó.

En esta circunstancia política ni las elecciones serán ganadas a punta de programas de gobierno ni se podrá gobernar a base de explicaciones técnicas. La credibilidad del candidato y del gobernante será fundamental e insustituible. Sobre esa credibilidad se construirá la convicción de que hay compromiso y de que se puede tener confianza en el candidato o en el gobernante. El éxito de Hugo Chávez ha estado basado en la pérdida de credibilidad en los políticos que antes de él nos gobernaron. Fue una pérdida de credibilidad con base en la realidad a pesar de todos los logros de los gobiernos anteriores. Las necesidades del país se fueron agravando y se dio por sentado el apoyo popular cuando ya se había perdido la confianza del pueblo. Esa confianza fue depositada en un nuevo político: Hugo Chávez. La brecha entre lo prometido y lo realizado es vasta, en ámbitos tan importantes como vivienda, seguridad, empleo de calidad e inflación. El régimen lo sabe, y pelea como gato patas arriba para no perder la confianza del pueblo, pero ésta inexorablemente se esfuma. A ritmo tal vez lento, pero disminuye, a pesar de que no hay todavía un candidato opositor en el cual centrar la atención como alternativa. Por eso el incumplimiento de lo prometido debe ser eje central de la campaña "negativa" de la oposición, mientras que la campaña "positiva" gira en la credibilidad del candidato por la labor cumplida y su compenetración con los problemas del pueblo. Aquí tendrá pleno sentido conectar con el programa de gobierno, pero sólo para señalar y destacar prioridades con las cuales resuena la apreciación popular.

En fin, una campaña electoral no es otra cosa que creación de confianza y de desconfianza. Aquí en Venezuela y en cualquier país del mundo.

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