Del café conversador
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 29 de Diciembre de 2025 01:43

altConsabido, ya no es fácil hablar fuera de la casa, entre otras razones, por el alto costo de la vida.

Cualquier conversación por motivos de amistad, oficio o profesión, podía solventarse con una comida fuera de casa, pues, ésta, únicamente autorizaba la visita de personas de una mayor y sostenida confianza. Desayunar, almorzar o cenar en un buen y accesible restaurant promedio, puede decirse, estaba al alcance del bolsillo igualmente promedio, pero ya no es posible y, difícilmente, alguien lo haga alrededor de un carro hamburguesero frecuentemente lleno de gente, en medio de la calle, a objeto de pactar y resolver una determinada tarea.

Lo más barato que se puede consumir es un café colado a mano, como refirió alguien cierta vez, o producto de una máquina que antes eran italianamente muy buenas. Ya hay una variedad de infusiones que cada vez más se encarecen, siendo algunas marcas franquiciadas, por lo que en dólares o en bolívares no es fácil sentarse a degustarlo y, menos, en esos locales propulsados por el Estado con agraciados concesionarios que no prestan sus servicios precisamente a los más pobres.

Entonces, queda la opción del cafecero ambulante que a viva voz se publicita y, lejos de ser un barista, ofrece un vaso de plástico con la modesta coladura y envidiable cordialidad. Sin embargo, hay pocos espacios públicos para sentarse y conversar hasta por recreación, pues, no es fácil mantenerse en un centro comercial o en una plaza pública por largo rato con la bebida en mano y mirando a los lados preventivamente: nunca se sabe de un choro indispuesto.

El diálogo personal se hace cada vez más difícil en la vida cotidiana y parece que la única solución es la de emplear alguna aplicación desde la aparente comodidad de la casa en la que frecuentemente, hay que arrinconarse para una conversación digital realmente privada: hay viviendas en las que la señal cubre pocos metros cuadrados, o, lo que se dice en la cocina se oye hasta en el maletero del sótano; por cierto, gracias al diseño del edificio que suele exponer una rara acústica, hay conversaciones en la cocina de la que se entera el vecindario completo, como las del arreglo de las tuberías y su costo, los honorarios por ver un expediente, el medicamento que no se consigue, etc.. 

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