Colombia tiene que hablar
Escrito por Alexander Cambero | X: @alexandercamber   
Domingo, 04 de Diciembre de 2011 18:08

altLos disparos de la infamia se alojaron en el cuerpo inmarcesible de la patria. Penetraron el boscoso horizonte del ciudadano en cautiverio, sometido por la crueldad de unos energúmenos que se creen con la suprema autoridad de poner finiquito a la vida inocente. 

Lo hicieron exteriorizando una maldad que le corre por venas y que tiene su epilogo en un corazón envalentonado por la crueldad, una consecuencia de una lucha inútil  que con toda seguridad los seguirá conduciendo al fracaso estruendoso y al casi unánime rechazo del mundo libre. La última de sus andanzas nos da una visión certera de lo prehistórica en que devino su supuesta emancipación popular marxista y revolucionaria.

Ajusticiaron de manera cobarde a cuatro colombianos con tiros por la espalda, ni siquiera quisieron mirarlos a los ojos; temieron sentir como verdaderos hombres de honor se mantenían incólumes frente a condiciones desoladoras.  Aquellos valientes jamás transigieron en su empeño de volver a la libertad sin tener que defecar en su dignidad. A pesar de las cadenas llevadas por años en travesías extraordinarias, la satisfacción de sentirse amados por sus familiares y amigos les alimentaba su espíritu indoblegable.

Había un profundo lazo de amor por los suyos construido con lianas indestructibles, que los invitaba a seguir perseverando estoicamente frente al miedo que buscaba afanosamente corroer sus principios. La soledad en plena selva los hizo crecerse por encima de las arbitrariedades del grupo terrorista. Las FARC no pudieron envenenar su semilla buena y esa expresión de vida germinará en millones de corazones colombianos que creen en los principios básicos de la democracia. Sus familiares debe sentirse orgullosos de llevar la sangre de esos mártires, cada lágrima que describa un surco en el rostro de ellos es un arcoíris de Dios puesto allí para alumbrar  la conciencia de una sociedad que tiene que derrotar definitivamente esta gangrena.  

Es por ello que Colombia tiene que hablar.  Reaccionar no solamente con marchas espectaculares.  Es dejar de lado la indiferencia con aquellos que están sometidos como bestias, transformados en zombis que llevan de un lado a otro como si se tratase de desechos tóxicos, por favor, son ciudadanos que no deben ser olvidados tras la comodidad de una vida fácil. Hace algunos años una amiga tolimeña me contó una historia. Eran una familia humilde que vivía en un pueblito olvidado del Caquetá, las FARC venían todos los sábados y se llevaban sus animalitos como compensación dejaban jugar a los niños con sus charreteras.  Sostenemos que todavía existen muchos sectores neogranadinos jugando ´´con sus charreteras´´,  quien se muestre pasivo y hasta defienda las posturas del terrorismo es simplemente un traidor a la patria, es una afrenta contra todas aquellas victimas que yacen en las tumbas o sufren la pesadilla de haber quedado lisiados. Ni hablar de los rehenes alimentándose en las mismas tazas en donde orinan.  

La guerrilla es un movimiento en extinción, sin embargo, tiene dos elementos a su favor. La indiferencia de millones de ciudadanos frente a la suerte de muchos de sus connacionales y el poder incalculable del negocio de la droga. Ambos son tan mortíferos como los proyectiles que apagan la vida de los inocentes.

Desde Venezuela confiamos en nuestra amada Colombia. Su suerte es la de nosotros, ya está bueno de que ambas naciones vivamos llevando en nuestro interior un cáncer social tan funesto que puede acabarnos a todos. 


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